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Beatrice E. Rangel: Una secesión silenciosa avanza peligrosamente en Estados Unidos

Ningún proceso en solitario sería capaz de destruir la democracia norteamericana. Pero, todos trabajando en endiablada armonía pueden ir creando las condiciones de un gran cisma

La diputada Marjory Taylor-Greene propuso hace meses que los estados rojos -o sea lo controlados por el partido Republicano- se “divorciaran de los estados azules controlados por los demócratas “. De inmediato fue amonestada por las autoridades de su partido por considerar que esas declaraciones” afectan de manera especial la institucionalidad democrática” En efecto, según algunos intérpretes de las leyes americanas la Diputada Taylor Greene incurrió en el delito de subversión.

Pero lo preocupante del hecho es que lo expresado por la diputada Taylor-Greene goza de creciente popularidad en muchos sectores de la sociedad norteamericana. Prueba de ello es que en la página digital “We the People” anidada en el servidor de la Casa Blanca y creada por Barack Obama bajo su presidencia se han recibido más de un millón de peticiones individuales de secesión provenientes de los 50 estados de la Unión. En síntesis, existe un millón de ciudadanos que piensa que el país debe iniciar un proceso de disolución de la unión creada por entre otros Washington, Jefferson, Adams y Franklin.

Desde el punto de vista de la cultura política las corrientes imperantes parecieran apuntar en esa dirección. Los mandatarios estatales liderados por Ron de Santis de la Florida y Greg Abbott de Texas han hecho de los inmigrantes que cruzan el Rio Bravo armas políticas al colocarlos en autobuses y despacharlos a las jurisdicciones de los gobernadores liberales. Con ello han creado crisis de abastecimiento, de vivienda, y de suministro de servicios públicos como es el caso de la salud y las escuelas. Por doquier se observan en los estados gobernados por gobernadores liberales villas miseria construidas con tiendas de acampar en las plazas públicas. Mientras tanto en los estados gobernados por republicanos radicales como la Sra Taylor-Greene se persigue a los inmigrantes y todo aquel que les ayude a integrarse a Estados Unidos o a solventar sus problemas iniciales.

Desde el punto de vista del discurso político desaparecieron los días en que demócratas y republicanos conocían los límites del conflicto. Hoy el empecinamiento en imponer reglas del juego a la otra parte es de tal potencia que en la Cámara de Representantes se encuentra detenida la autorización a pagar actividades que sustentan la seguridad nacional del país y que son ejecutadas por la Secretaría de Defensa. Nadie se atreve a pronosticar cuánto tiempo durará este impasse porque se trata de una rebelión de las huestes republicanas contra el presidente de la Cámara de Representantes a quien consideran demasiado centrista.

En materia de geografía política los distritos electorales que deben ser objeto de modificación cada 10 años como consecuencia de los resultados del censo que determina el crecimiento poblacional y su ubicación. Las legislaturas controladas por los republicanos radicales están diseñando circuitos electorales que más bien parecen ghetos. Dentro de ellos agrupan a la población con membresía o inclinación republicana haciendo imposible que sea elegido nadie de otra persuasión política. Así el mapa político de Estados Unidos se esta convirtiendo en un mapa de guerra entre distritos republicanos y demócratas que luchan a muerte por imponer sus respectivos dogmas.

Ninguno de estos proceso en solitario sería capaz de destruir la democracia en Estados Unidos. Pero todos trabajando en endiablada armonía pueden ir creando las condiciones de un gran cisma. Y en Estados Unidos los cismas se dirimen con guerras y las guerras en este siglo XXI pueden tomar un curso horripilante.

 

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