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Beatriz Pineda Sansone: Del Viaje

Maluco: La novela de los descubridores by Napoleón Baccino Ponce de León | Goodreads

 

 Todos los hombres viajan y, al hacerlo, experimentan un desplazamiento exterior e interior. El viaje no siempre denota desplazamiento físico, en ocasiones, se trata, solo, de una silenciosa sospecha, de una excesiva capacidad de compenetración con cualquier mundo desconocido, bien sea real o imaginario.

La historia de la literatura está llena de viajes que podrían servir de modelo a ambos desplazamientos. Citaré, en primer lugar, el viaje realizado por Noé, el primer hombre real de la historia judía, a bordo de su arca, con motivo del Diluvio, descrito en el capítulo 6 del Génesis; el de Ulises en la Odisea, el cual duró veinte años; los viajes emprendidos por Cristóbal Colón en el siglo XV; el ejecutado por Alejandro de Humboldt en 1799, siguiendo las huellas de Colón, para descubrir e investigar las tierras del otro lado del Océano; entre otros. Este hombre que se desplaza en el tiempo y en el espacio hacia otros puntos de la geografía, descubre que el pasado deja su huella en los pueblos y que las circunstancias cambian al hombre, hasta el punto de barrer costumbres y maneras de ser y de sentir

El viaje equivale a la búsqueda de la sabiduría y la felicidad depende de la sabiduría, dice Salomón en el Eclesiastés. El viajero, en ocasiones, es un marino, un navegante, un buscador de tesoros. La partida, dicen algunos, se comparte; es un secreto que nos coloca a salvo de la mediocridad y nos ayuda a superar los pequeños fracasos.

Uno de los viajes más fascinantes de mi vida lo realicé, hace algunos años, a bordo de la Trinidad, en medio de doscientos cincuenta hombres contagiados de locura. Aquel era un viaje a lo desconocido, al misterio; la gente no sabía cuál era el destino de aquella embarcación en la cual se alistaron hombres de distinta condición, seducidos por un pregón que hablaba de oro y especias, aun cuando no se mencionaba la duración de la aventura.

En aquella nave, olorosa a bosque y construida con más de mil esbeltos robles, los rumores se adueñaban de las mentes y de las bocas, como se adueña una peste de los miembros de los marineros. El tema giraba, en ocasiones, sobre Ruy Faleiro, quien tenía fama de astrólogo; se hablaba de la zona perusta, el área ecuatorial que separaba a ambos hemisferios y desde Aristóteles hasta los tiempos del rey portugués Enrique el Navegante nadie se atrevió a traspasar. Allí jamás llueve, y las aguas hierven por el exceso de calor; se hablaba de los monstruos marinos que surgen entre las aguas. De hombres con un solo ojo en la frente. También, de mujeres con cuerpo de reptil. Pero entre todas las historias, la de los pechos de la madre de Francisco, nos puede ilustrar sobre la enorme capacidad de invención del hombre español.

Todos llegaron a sentir una sensación de pérdida. Mares y tierras desiertas surcaban nuestros ojos deslumbrados, mientras la incertidumbre se apoderaba, cada día más, de aquellos hombres sedientos de horizonte, y entonces, era Juanillo quien se esforzaba por mantener la cordura con sus canciones, bromas y trucos.

Pasé inadvertida entre aquella horda de hombres ebrios de libertad y de oro. A nadie conocía, salvo a Juanillo, a quien escuchaba hablar a solas con los arbustos, con las ondas del mar, con el viento, con los delfines. Pude palpar, no sin asombro, las innumerables angustias y penas de este hombre. Juanillo, como todos los judíos, había sido expulsado de la Península por los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Este decreto de expulsión les ofrecía la posibilidad de elegir entre convertirse o marcharse el 31 de julio de 1492. Por enésima vez, en el siglo XV, que se abrió hacia el Nuevo Mundo como un rayo, los hijos de Israel perseguidos en España y Portugal que no aceptaron la conversión forzada optaron por el exilio. Aquellos conversos, entre quienes se encontraba Juanillo Ponce, llamados cristianos nuevos o marranos, optaron por embarcarse en una de las naves para iniciar ese loco viaje alrededor del mundo.

Juanillo era un vidente, un poeta, cómo olvidar su amplia mirada, brillante como la rosa del este. Juanillo repetía, sin cesar, a lo largo del viaje: somos seres en movimiento, en vértigo, o como diría nuestro Octavio Paz, signos en rotación. Cómo si nuestra misión no fuera más que esa y nuestro destino no fuera otro que el de partir.

No hablo de un viaje cualquiera, hablo de una salida, un destierro forzoso que gesta la metamorfosis del hombre que navega para trascender. Se trata de un exilio peligroso, en el cual muchos naufragan, enloquecen… Esta salida forzosa, este destierro que sufre el judío, y cuyo paradigma es Juanillo, es la causa de la pérdida de identidad, y de la pérdida del orden.

Fui testigo, en múltiples ocasiones, de ese rodar de Juanillo como rollo de pergamino, hacia adentro y hacia afuera. Hacia un interior que constituía, no sólo, su identidad, también, la certeza de que toda revelación se descubre a sí misma a medida que nos aproximamos a su centro.

La Inquisición lo sometió a tortura por andar diciendo la verdad sobre las privaciones y los prodigios, el gran dolor y el hambre que sufrieron en aquel viaje, y que los cronistas del rey Carlos V habían falseado para mayor gloria de Su Alteza. Como consecuencia arrojaron a Juanillo a un calabozo y lo privaron de agua por tres días. Continuaron los interrogatorios seguidos del calabozo, hasta que le dijeron que si firmaba una declaración quedaría en libertad. Juanillo apenas podía hablar, era mucha su debilidad; firmó sin leer, y de esta manera, él mismo se excluyó de las listas y de las crónicas, donde constaba que había prestado servicios en la expedición al Maluco.  Al no figurar en las listas no podía cobrar su pensión, por ello dirige a don Carlos la crónica, que hoy conocemos como Maluco, la novela de los descubridores.

Esta historia personal revelada por Juanillo en Maluco, también constituye la mirada, la cosmovisión del judío. Toda gira alrededor de los valores y de la tradición de su pueblo.

Para el hombre de la modernidad sólo existimos en la medida en que proporcionamos el relato puntual de nuestra vida, fragmento temporal de nosotros mismos. El viaje o recorrido de todo un pueblo en la persona de Juanillo, está reiterando, recordando, actualizando la identidad que nombra. Su racionalidad acontece en el momento en que es actuada, referida.

Podríamos decir con certeza, como afirmó Nietzsche, que ese viaje en busca de la salvación es también el viaje que, a través del arte, realiza el hombre para no morir, a causa de la verdad.

 

 

Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.

Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.

Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.

En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura. 

 

Beatriz Pineda Sansone: Lo importante es la educación – América 2.1
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