Beatriz Pineda Sansone: El fin admirable
Charles Sanders Peirce
Había leído que el bien estético admirable, por sí mismo, no puede ser un sentimiento, ni la satisfacción de un instinto, ni una acción. No puede ser algo particular, antes bien, debe poseer carácter general de acuerdo con la máxima pragmática. Pero siguiendo las reflexiones de Charles Sanders Peirce (“La belleza en Charles Sanders Peirce” de Sara Barrena), el fin admirable debe ser algo general real, si ha de influir en la conducta humana. Debe ser de naturaleza evolutiva, nunca estática, ha de influir en la conducta humana. Como ideal ha de tener unidad, porque la unidad es esencial a cada idea y a cada objetivo. Un ideal debe poder ser abrazado en una idea unitaria, de lo contrario no sería un ideal en absoluto. F. Zalamea en Barrena señala las características del ideal peirceano: no puede ser fijo, debe ser abierto, general, que tenga un significado intelectual. Este ideal no se debe someter a nada por obediencia, costumbre o ley, sino solo porque es deseable universalmente.
Los griegos usaron la expresión Kalos Kagathos para designar “lo bello y lo bueno”, “lo bello y lo noble”. Lo superior, lo mejor que el hombre puede llegar a ser. La expresión significa lograr la armonía de mente y cuerpo, ser inteligente y sensible, valiente y buen ciudadano.
Según Peirce toda acción tiene un motivo, pero el ideal que se admira pertenece solo a la conducta deliberada, voluntaria y actúa cautivando.
La creación del Programa La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos fue una acción que emprendí cuando mis hijas se encontraban entre los tres y siete años de edad. Su fin apuntó al desarrollo de su sensibilidad, cautivándolas a través de la lectura de cuentos escritos por autores de relevancia internacional. Las razones que me llevaron a realizar tal acción fueron muchas: apuntaron al desarrollo del amor por la lectura, a estimular la actividad reflexiva, habida cuenta de que los libros nos regalan horizontes, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón, a enriquecer el vocabulario, a la posibilidad de que entre sus amigas del colegio pudieran comentar sobre la belleza de los libros que se iban leyendo; sobre sus valores, la vida de los autores, entre otros (La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos. Ediciones de la Torre. Madrid, 2015).
Había leído en la Ética a Eudemo de Aristóteles que “un hombre es noble, porque posee aquellos bienes que son buenos por sí mismos y porque realiza acciones buenas por sí mismas (…) La nobleza (Kalos Kagathos) es el bien perfecto (libro VIII). Esta expresión supondrá para Peirce, así como para los griegos, la necesidad de alcanzar un equilibrio entre lo material y lo espiritual.
El único bien último al que deben dirigirse todos los hechos prácticos, expresa Peirce, es la evolución de la razonabilidad concreta, pues la razón siempre busca algo más allá y espera mejorar sus resultados. Para Peirce, el fin es la peculiar armonía que se obtiene al encarnar la razón a través de los sentimientos concretos en las cualidades de sensación. El desarrollo de la razón, incluye y requiere los sentimientos, las cualidades individuales que constituyen el ámbito de la estética, que se convierte así en el lugar más propio del fin. Quien no es capaz de percibir las cualidades de las cosas, no es artista, porque entonces no tendrá nada que expresar. Tampoco es artista aquel que no es impresionable y observador por encima de la media de los hombres.
La lectura de cuentos, desde la edad de cuatro o cinco años, constituye un entrenamiento de las facultades sensibles de percepción, pues el arte ha de partir de la observación, de la experiencia. La observación es el elemento más importante del razonamiento práctico. A través de la lectura podemos observar cualidades sensibles –colores, formas, sonidos- y cualidades emocionales como las cualidades estéticas. La potestad de diferenciar unas, afecta la potestad de discriminar las otras y viceversa. La capacidad de observación es decisiva para el razonamiento y puede mejorarse. La actividad reflexiva que incursionamos a través de los cuentos, apuntó siempre hacia la escalada de la colina del conocimiento y debe ser apoyada por la educación.
Por obra de arte, es posible cultivar y expandir la semilla de forma que todo el universo se tiñe de ella y se convierte en lo que la semilla es: oro puro. Si algo crece en el universo, todo crece en el universo. Si una cosa se puede multiplicar, todas las cosas se pueden multiplicar, “porque lo superior concuerda con lo inferior y lo inferior concuerda con lo superior”, expresó Manly P. Hall (2017).