Beatriz Pineda Sansone: Imaginario simbólico de Gaudí
Antoni Gaudí contaba once años de edad cuando entró en el colegio católico de los Pares Escolapis de Reus. Los escolapis conformaban una orden religiosa fundada en Roma en 1600, orientada hacia las ciencias positivas. El colegio gozaba de un cierto prestigio científico tanto en Cataluña y Aragón como en distintos países de Europa central. Allí se enseñaba la geometría de Euclides; la mecánica de Newton; las ciencias naturales de Linneo. Para el hijo de unos artesanos modestos, los estudios representaban un gran reto. Los primeros cursos merecieron un enorme esfuerzo por parte de Antoni, razón por la que obtuvo bajas notas en las asignaturas. Otra circunstancia adversa se conjugaba: al joven Gaudí no le gustaba mucho ni la escuela ni el ambiente agitado de la ciudad, pues era de carácter independiente, retraído y pensativo, propenso a dolores reumáticos; tampoco se sentía a gusto con la disciplina colectiva, ni con el tradicional sistema de enseñanza. Sin embargo, consiguió dos compañeros con gustos afines, con quienes afianzó una leal amistad: Josep Ribera y Eduard. Ambos sobresalían por encima de la medianía del grupo.
En una ocasión los tres jóvenes realizaron un paseo al abandonado monasterio de Poblet, situado a 30 kilómetros de Reus, cerca de Francia. El monasterio había sido fundado en el siglo XII, y guardaba los sepulcros de reyes y santos. Pero había sido sacudido en 1809 por las tropas del emperador francés Napoleón Bonaparte; luego fue incendiado por unas milicias anticlericales, y, finalmente, el pillaje y la indiferencia de los gobiernos locales se encargaron de convertirlo en un lugar desolado y abandonado. Pero para los tres jóvenes constituía el símbolo de un pasado glorioso de la historia que se encontraba entre la Edad Media y el Romanticismo. Sabían que para aquella sociedad contemporánea era fácil suplantar los campanarios por las chimeneas. Así que ellos solos se trazaron un ideal: devolver la belleza perdida al monasterio. Y enseguida pusieron manos a la obra: listaron los libros y los objetos que aún se conservaban en el monasterio; tomaron medidas, hicieron planes de reconstrucción y calcularon los gastos que supondrían los trabajos. Antoni Gaudí, distinguido por su cabello rubio-rojizo, la piel rosada y los ojos azules, entre otras cosas, eligió la calidad precisa de la piedra que mejor convenía para reparar los muros, las bóvedas y los tejados. Más tarde expresó J. Elías, que resultan absolutamente sorprendentes los estudios que el joven de diecisiete años emprendió frente a la obra por la minuciosa intuición y agudeza de los detalles.
Para estos años Europa vivía momentos de gran confusión: en las ciudades industriales el desapego por la religión católica aumentaba; la caída definitiva de Roma amenazaba como alegoría de la desaparición de las virtudes cristianas. Las consecuencias más visibles fueron sociales. Para algunos sociólogos y observadores racionalistas todo era consecuencia del avasallante maquinismo de la revolución industrial que desplazaba a los campesinos hacia las ciudades. Ante semejante crisis la familia católica tradicional erigió a José como el padre de la familia. En el imaginario popular de Cataluña el nombre de pila José era bastante común. De forma paralela se multiplicaron las iniciativas para fomentar la devoción a la Sagrada Familia. Fue así como se publicó en Francia una revista titulada “Propagador de la devoción de San José”, y para 1866 el editor Bocabella fundó en la capital catalana la Asociación Espiritual de Devotos de San José, conocida como Asociación Josefina. Todo fluye hacia un ideal mayor en la mente del padre Josep Manyanet, quien en 1869 propone al obispo la construcción de un templo dedicado al patriarca San José con las limosnas de los devotos. Cien años más tarde, el templo propuesto por Manyanet y promovido por Bocabella comienza a levantarse en medio del asombro de propios y extraños. El arquitecto barcelonés Josep Pijoan, considerado un hombre fiable, expresó que en el mundo de los josefinos se decía que el arquitecto del templo en proyecto tendría los ojos azules. Para entonces, el joven Antoni Gaudi culminó su último curso de bachillerato y con título en mano regresó a Barcelona para obtener algún trabajo que le permitiera pagarse los estudios. Barcelona había derribado las murallas medievales y se extendía como una luz sobre los huertos y campos. Hacían falta albañiles, yeseros, carpinteros, capataces y peones.
Con veintiún años, Antoni Gaudí inicia la carrera de Arquitectura, y, al mismo tiempo, trabaja como delineante en una factoría. Su familia decidió vender el taller de calderos de Reus para acompañar a sus hijos en Barcelona.
Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.
Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.
Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.
En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura.