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Beatriz Pineda Sansone: Lo importante es la educación

 

La educación: el instrumento más eficaz para la elevación espiritual y la renovación social y política.

 

Dos grandes hombres han dejado fabulosas enseñanzas a la humanidad, dignas de ser contadas a niños, jóvenes y adultos: Kong Qiu conocido más tarde como Confucio, filósofo chino, y Marie Curie, Premio Nobel en Física y Química, quien se convirtió en la primera mujer en ejercer la docencia en la Sorbona de París en un tiempo en que la ciencia era un campo reservado a los hombres.

Desde su infancia Confucio conoció de cerca la pobreza y los problemas sociales asociados a la convulsa situación política china, situación que marcaría su sensibilidad para siempre. Su madre Cheng-Tsai era una joven de dieciséis años con la que Shu-Liang Ho, a los setenta años, vio cumplido su deseo: tener un hijo plenamente sano, pues tenía otra esposa y era padre de nueve niñas y un niño que había nacido enfermo.

Shu-Liang Ho, padre de Confucio, era un temible guerrero que al final de su carrera recibió como premio el gobierno del pequeño territorio de Lu, ubicado a quinientos sesenta kilómetros del actual Pekín.

Al nacer el pequeño recibió el nombre de Qiu, al que se unió el de la familia paterna, Kong. Su nombre completo según el orden habitual chino era Kong Qiu. Cuando muchos años después se convirtió en maestro, se le conoció como Kong Fuzi, que quiere decir “maestro Kong”. Fue a partir de esta denominación que los misioneros jesuitas que llegaron a China en el siglo XVII, crearon la forma latinizada Confucio.

El viejo guerrero Shu-Liang Ho apenas pudo disfrutar de su hijo, pues falleció cuando el pequeño contaba solo tres años. Cheng-Tsai quedó entonces completamente desamparada pues la pequeña herencia de Shu-Liang Ho apenas alcanzaba para pagar las dotes de sus hijas y el cuidado de su hijo enfermo. La viuda Cheng-Tsai escogió la ciudad de Chu Fu para comenzar una nueva vida. Allí vivían en medio de grandes necesidades y escasez. Confucio pronto tuvo que trabajar para que ambos pudiesen salir adelante, muy probablemente sirvió en toda clase de trabajos mundanos como barrer el suelo, limpiar casas ajenas, repartir comida del mercado de manera que estaba en contacto con la vida diaria de quienes le rodeaban. Su madre no permitió que la necesidad le apartase de los estudios, de forma que perseveró en crear para él un entorno en el que pudiera prosperar como estudiante y, en el mejor de los casos, que le permitiera llegar a destacar en el gobierno.

Pero una cosa distinguía a Confucio: su increíble curiosidad por aprender. Él mismo lo reconocería como el principal rasgo de su carácter. Esta curiosidad creció todavía más a partir de los quince años, que pudo empezar a leer los grandes textos clásicos chinos. Su formación hasta entonces se centró en el aprendizaje de los caracteres de la escritura china, con la comprensión de unos cuatro mil signos que le permitían enfrentarse al noventa y nueve por ciento de las obras.

A partir de la lectura de los clásicos y de la observación de la realidad Confucio adquirió el firme convencimiento de que en la antigüedad se encontraba el modelo perfecto de cultura china en el que debía inspirarse la educación de los individuos y el gobierno de la sociedad. La educación surgía como el instrumento más eficaz para el ennoblecimiento espiritual y la renovación social y política.

Confucio se convirtió en un joven instruido con un talento e inteligencia extraordinarios que, progresivamente, le hicieron ganar el reconocimiento de sus vecinos. Con diecinueve años ya había perdido a su madre. Comenzó a trabajar en Chu Fu como inspector de graneros de la ciudad. Contrajo matrimonio y además de un hijo tuvo una hija. Durante más de diez años Confucio se entregó a su trabajo como inspector de graneros y a su vida familiar. Continuaba leyendo las obras clásicas, pero el contacto con los grandes problemas sociales de su época, aumentó el ideal de consagrar su vida a mejorar el mundo en que vivía. Convencido de la decadencia social y política de su época, comenzó a pensar en la necesidad de renovación y el mejor instrumento era la educación sin distinciones de todos los miembros de la sociedad, sin separación de origen o clase. Había nacido su verdadera vocación. Confucio abrió una escuela en Chu Fu. Sus estudios y su experiencia lo convencieron de que la excelencia de una sociedad dependía en buena medida de la de sus individuos, de ahí la importancia de hacer extensiva la educación a todas las clases sociales. La educación de sus alumnos no buscaba convertirlos en eruditos sino en hacerlos cultivar su espíritu, mejorarlos como seres humanos para que mejorasen la sociedad. El ideal confuciano adquirió un nuevo sentido: el hombre noble no es el de alta cuna, sino el de noble moral. Su originalidad consistió en proclamar que era necesario enseñar a todo el mundo. Lo importante es la educación. Las virtudes confucianas que exigía a sus alumnos eran: el amor filial, la humanidad y el respeto y práctica de las costumbres o ritos. Para Confucio la educación era, ante todo, un instrumento de cambio, de reforma social y política, de tal suerte que formaba a sus alumnos para convertirlos en funcionarios públicos, es decir, en agentes de cambio de la administración social y política.

 

Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.

Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.

Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.

En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura. 

 

 

 

Un comentario

  1. Gran personaje de la historia asiática. Sin embargo, me quedé con las ganas de saber más de Marie Curie, pues hace falta conocer especialmente a los muy pocos pero igual de grandes personajes femeninos de la historia.

    Estaré esperando un artículo igualmente digno de su fascinante historia.

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