Beatriz Pineda Sansone: Ordeñar el pensamiento
El nuevo milenio declara estar comprometido con defender y sostener los derechos humanos, sin embargo, la Unesco dice que más de setecientos millones de adultos en nuestra época no están preparados para leer ni escribir, y que más de 72 millones de niños no asisten a la escuela.
Pensar en español requiere elevar nuestro amor por lo nuestro, por nuestra cultura, por nuestra literatura, escrita en español. La tarea de enseñar la literatura hay que fortalecerla desde los primeros años de la edad escolar, en nuestros hogares, en los salones de lectura de las bibliotecas del Estado, en los centros de arte, en los museos. Que cuando los jóvenes lleguen al ciclo diversificado ya hayan leído los principales cuentos escritos por nuestros autores nacionales e internacionales. Que no les tiemble el pulso ni las ganas de leer cuando se encuentren frente a obras de la envergadura de Doña Bárbara, Cien años de soledad, Maluco, El Quijote, Cumboto, El conde de Montecristo, entre muchas. Pues, fue esta la razón que llevó a Unamuno a expresar que países sin heresiarcas, vale decir, sin autores de herejías son incapaces de pensar por sí mismos. Esa cualidad, precisamente, es poco común entre nosotros. Con lo cual el pensador español confirma que todo creador desatiende la sintaxis preestablecida de la vida, los principios de la ciencia y del arte. El heresiarca se sitúa en el mundo y habla del mundo de forma particular, original e inédita.
Enseñar a los niños a conversar sobre los textos leídos, teniendo en cuenta las experiencias vividas, es decir, incorporar la memoria al pensamiento. Escuchar atentamente, las ideas, las dudas y comentarios de nuestros interlocutores, porque el verbo es creación. Enseñarlos a preguntar, estimular su curiosidad. Despertar el orgullo por nuestros pensadores debe ser tarea de toda la comunidad. Se hace necesario conocer la vida de los autores, porque todo hombre es un mundo, bien por las vías de lo transcendente, bien por el camino de lo inmanente, es decir, de lo inherente a su esencia. Lo contrario será abandonar al niño o al joven a una suerte de lotería en cuanto a la expresión oral y escrita se refiere. Un hombre, niño o adulto que sabe expresar de manera apropiada sus pensamientos y sentimientos es un ser que tiene asegurado un alto porcentaje de felicidad en el campo de las inter-relaciones: requisito indispensable para vivir, ser querido y respetado. Un niño que desde pequeño se alimenta con historias y cuentos se convierte luego en un adulto imaginativo, curioso, cuestionador, auténtico, seguro de sí mismo, porque la literatura se encarga de proveerlo de ejemplos de vida que con seguridad fortalecen sus bases, le enriquecen, le ayudan a enfrentar situaciones que la vida presenta con una capacidad poco común de reflexión y mucha serenidad.
La pobreza y la falta de estructuras escolásticas son las razones obvias de los países en vías de desarrollo. Por lo tanto, invito a los medios de comunicación, a los directores de escuelas, a sus docentes, a las bibliotecas del Estado, a los padres y representantes, a los estudiantes y egresados de Letras, a unir esfuerzos para alcanzar, por distintos medios y estrategias, el desarrollo de los hábitos lectores, y las destrezas de comprensión del sentido, habida cuenta de que el lenguaje es el verdadero autor de una obra. El lenguaje es la casa del ser, apuntó Heidegger en su obra Carta sobre el Humanismo. Cuando defendemos nuestra lengua estamos defendiendo nuestro espíritu. El lenguaje comprende y engloba la realidad del creador y del lector, y ambos constituyen dos momentos de la existencia del lenguaje. Concibo el mundo como un texto en movimiento, porque todas las frases están en continuo cambio, es decir, en correspondencia, en metamorfosis. Por ello, la obra de los narradores y de los poetas es una lectura de la realidad, de su imaginario, una traducción que se realiza a través de la escritura.