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Begoña Gómez como una delincuente: ¿Quién es la víctima?

La mujer de Sánchez saliendo del juzgado por el garaje, con las lunas tintadas y las manos tapando su rostro es una imagen terrible para ella porque se muestra como una delincuente aunque no lo sea

                            Begoña Gómez, a la salida de los juzgados de la plaza de Castilla IGNACIO GIL

 

La mujer del presidente del Gobierno saliendo del juzgado por el garaje, en un coche con las lunas tintadas, sentada en el asiento de atrás con la cabeza entre las piernas y las manos tapando su rostro. Es una imagen terrible para ella, porque se muestra ante la opinión pública como una delincuente, aunque no lo sea. Me desconcierta su estrategia mediática y judicial, no la entiendo. He preguntado y hay dudas sobre si el perfil del exministro y fiscal Antonio Camacho es idóneo para llevar un caso de este tipo. El elemento común de ambas estrategias es que revela inseguridad y aumenta las dudas sobre su comportamiento: se está victimizando, y eso es lo que hacen los culpables.

Desde que se empezaron a publicar las primeras informaciones sobre su vida empresarial, Begoña Gómez no ha dado ninguna explicación a la opinión pública. En cuatro meses de escándalo, nada de nada, ni una rueda de prensa, ni un comunicado público. Y es una norma básica en comunicación que el silencio fomenta la rumorología y que si no lo cuentas tú, otros lo cuentan por ti. Es sorprendente, porque en todos los demás ámbitos del sanchismo la estrategia de comunicación es exactamente la contraria, porque el PSOE es en esto infinitamente más avezado que el PP. Es más, su marido ha contribuido a estigmatizarla al señalarla en la famosa carta a la ciudadanía. Él provocó que su nombre saltara a los titulares de los medios internacionales junto a la palabra corrupción. ¿Cabe mayor señalamiento público? Es más, Pedro Sánchez llegó a decir que la carta la publicó sin habérsela enseñado a ella. ¿Quién es la víctima?

Mediáticamente se ha tratado de anular a los denunciantes por su posicionamiento ideológico de derecha radical. Pero esta estrategia tiene las patas cortas, porque en el momento en que un juez lo admite a trámite es porque ve indicios de delitos. ¿O es que el juez también tiene motivaciones ideológicas?

Siguiente paso: señalar al juez Peinado, de quien se habló hasta de la ideología de su hija, como si eso fuera mínimamente relevante. Pero esta estrategia también tiene las patas cortas, porque los jueces están controlados por instancias superiores, y la Audiencia Provincial hizo su trabajo y acotó la investigación: esto sí, esto no. ¿O es que también la Audiencia tiene motivaciones ideológicas?

Es más, se ha recordado que alguna noticia sobre Gómez es un bulo, y es verdad. En particular una que confundía a la mujer del presidente con otra señora del mismo nombre. Muy poco serio, pero eso no invalida todas las informaciones sobre ella, ni a todos los medios de comunicación que hemos publicado noticias sobre su actitud desde que vive en La Moncloa. Señalar a los medios, llamarlos «seudomedios» y anunciar medidas desde el Gobierno para controlar a la prensa crítica es tratar de poner puertas al campo y revela, una vez más, inseguridad (además de un tufillo autoritario impropio en democracia).

¿Y la Fiscalía? Está actuando con enorme premura en todo este caso, como en tantos otros, tratando de cerrarlo antes de que empiece. Pero eso tiene también patas cortas, porque quien decide es el juez, que en un Estado de derecho deberá responder sobre su actuación. El viernes cometió un error al no informar a la imputada de una nueva querella y la defensa de Gómez lo aprovechó para conseguir un aplazamiento de la declaración.

¿Cuál es el objetivo de la defensa? ¿Tratar de demostrar que el juez no es diligente o que actúa con motivaciones espurias? La consecuencia es que Begoña Gómez estará quince días más en la picota. ¿Y eso a quién perjudica?

Pero si los medios son seudomedios, las noticias son bulos, las acusaciones tienen motivaciones políticas, el juez es un prevaricador que hace investigaciones prospectivas, y también la Audiencia Provincial y la Fiscalía Europea, ¿qué nos queda? ¿Un sistema podrido que no funciona? ¿Una campaña orquestada y coordinada contra la mujer del presidente? Por eso es terrible para la democracia que los ministros salgan en tromba a defender a la señora Gómez a costa de erosionar al sistema.

Particularmente grave cuando quienes lo hacen son Grande-Marlaska, que es juez, y Félix Bolaños, que es ministro de Justicia.

Me pregunto si no habría sido más fácil dar la cara desde el principio. En este asunto nos movemos en tres escenarios: la estética, la ética y lo penal. En los dos primeros Begoña Gómez no ha sido como la mujer del César, y eso se habría resuelto hace meses dando explicaciones. El tercer escenario judicial se está dilucidando ahora, y hace falta tiempo. Pero aquí hay que hacer una salvedad: no todo lo legal es correcto, y eso es algo que engloba a su marido, el presidente del Gobierno, porque ahí es donde habitan las responsabilidades políticas.

El problema de fondo es que lo hecho, hecho está y no se puede cambiar. Y los medios seguiremos indagando, porque esto ya es imparable. Pero lo que es seguro es que ver a la señora del presidente como una delincuente no es bueno para nadie. Ni para ella ni para la imagen de España. Y Sánchez se fue a ver el fútbol.

 

 

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