Bernie y las reliquias ideológicas
El senador por Vermont se vende como progresista, en sus intervenciones suele meter en el mismo pote a Suecia, Dinamarca, Cuba, Nicaragua y Venezuela. Podemos entender que es una equivocación, pero no, la contumacia en la argumentación la hace suicida.
La tragedia es que, en el apoyo vil a Maduro, Ortega y Diaz-Canel (con Raúl y hasta Fidel) se suicidan también las necesidades imperiosas por un sistema de salud lógico, una propuesta educativa competente y las acciones para crear una sociedad moderna, limpia y segura.
Bernie, tan violeta como el dinosaurio homónimo, es un gabinete de ideas paleolíticas. Una reliquia prehistórica, con su apoyo a los dictadores más sanguinarios y cínicos de la historia, van también siete décadas de militancia en la NRA, y su defensa, la de Bernie, a la segunda enmienda, ciega y suicida. En su propuesta de salud, se le olvida el presupuesto, claro si la inspiración son Castro, Stalin y Lenín, no puede ser de otra forma. Y en su tenaz y permanente búsqueda de la presidencia, está el cierre de nuevas generaciones y la apelación a la ignorancia de los jóvenes para llenar de fantasías sus cabezas repletas de oportunidades.
Me ocupo de Venezuela, Bernie, es lo que me toca el alma, por ello también de Cuba. En la década del 40, cuando con apenas con 4 años debías aplaudir la entrada del ejército rojo en Berlín, en tu Brooklyn natal, en Cuba y en Venezuela se sancionaban Constituciones que reconocían el voto universal directo y secreto. En ambos países la educación era gratuita en todos los niveles y las mujeres, los negros y los inmigrantes, tenían derechos que acá aún se discutían. Se consagraba la jornada laboral de 40 horas por semana y los derechos de los trabajadores a huelgas y sindicatos.
En la Venezuela democrática que usted critica senador, dos hijos de inmigrantes canarios y corsos, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, hicieron presidencias geniales, aun en contra del bandidaje castrista que usted tanto destaca. Y las mujeres tenían el derecho al divorcio y la iglesia estaba completamente separada del estado.
No, senador, usted no apoya el progreso, usted es el atraso, el peor de todos, el que niega todos los avances. Estados Unidos no lo merece, no lo necesita y no lo quiere, por favor apártese. Que no lo haga es la demostración de que usted lo que representa es algo que no podremos reconocer acá. Disfrute de sus tres millones, de su pensión con seguro del senado, de las estepas frías para cazar alces y evitar que los osos le hagan daño.
Su discurso es peligroso, falso, arcaico y en verdad solo logra que los cambios urgentes en salud pública, educación y la sociedad moderna, que toda esta gran nación necesita, nunca ocurran. No nos venda a los Castro, Ortega o Maduro como la panacea. En su retiro lea “El socialismo como problema”, del pensador de izquierda más lúcido de los 60, y “Del buen salvaje al buen revolucionario”, del pensador de derecha más lúcido de la misma década: Teodoro Petkoff y Carlos Rangel. Quizás entonces entien