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Biden supera todas las expectativas en sus primeros cien días

Los analistas comparan al presidente demócrata con Roosevelt y Johnson

La marca de los cien días es un plazo tan arbitrario como en general irrelevante sobre cómo será recordado un presidente, pero desde el estreno de Franklin Roosevelt persigue cual maldición a sus sucesores. Su origen, un discurso de julio de 1934 en el que resaltó que sus principales medidas contra la Gran Depresión, que cambiaron por siempre el papel del estado en la economía, se tomaron en ese tiempo.

A punto de cumplir su primer centenar de días en la Casa Blanca, los análisis sobre la gestión de Joe Biden se debaten entre la comparación con Roosevelt y otro líder igual de transformador, Lyndon Johnson, el padre de los programas de la Gran Sociedad y la ley de Derechos Civiles de 1964. La revolución tranquila de Biden, un político de 78 años que como candidato nunca suscitó un gran entusiasmo en las bases demócratas, más que colmar las expectativas, las ha superado.

La popularidad de las políticas en las que se ha centrado –la campaña de vacunación y la aprobación de un plan de rescate masivo– ha hecho aumentar su valoración. El 59% de los estadounidenses apoya su gestión, 5 puntos más que hace un mes, según el Pew Research Center. El porcentaje llega al 72% cuando se pregunta por la gestión de la pandemia (un terreno en el que Donald Trump no pasó del 50%) y al 67% al citar el plan de rescate.

Biden abrazó con inusitado entusiasmo la marca rooseveltiana y nada más llegar a la Casa Blanca empezó a ponerse metas. Prometió que Estados Unidos vacunaría a 100 millones de personas en los primeros cien días de su presidencia. Más de un congresista republicano ha tenido que comerse sus palabras: se consiguió pasados 50 días. Aunque el arranque de la campaña de inmunización estuvo lleno de tropiezos, el objetivo era claramente modesto. Biden lo alcanzó y lo ce­lebró como “un logro colectivo”.

Ese mismo día se propuso llegar a los 200 millones de inyecciones antes del 29 de abril. La cifra se superó una semana antes. El 27% de la población total está plenamente vacunada y el 41% ha recibido al menos una dosis. “Cuando lo dijo, pensé que estaba siendo ambicioso, pero para mi sorpresa lo ha conseguido”, comenta a este diario el doctor Arnold Monto, profesor de Epidemiología en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan.

“Biden ha trabajado muy bien con la industria y se ha movido muy bien para aumentar la oferta de vacunas poniendo todos los elementos necesarios en su sitio para aumen­tar la producción”, destaca Monto. “La Administración Trump lo hizo muy bien con el desarrollo de las vacuna”, pero no con su plan de distribución, matiza. “Es más fácil aprobar una vacuna que inyectarla en millones de brazos, y es lo que Biden ha hecho. Ha trabajado muy bien con los estados para que el reparto de las vacunas sea más predecible y se han corregido los errores del principio”, celebra Monto.

Las dramáticas circunstancias en que Biden tomó posesión de su cargo –una pandemia que había causado ya 400.000 muertos en EE.UU. y una crisis económica histórica– explican que desde el primer día se haya evocado el precedente de Roosevelt, a quien el demócrata tiene como referente de su política económica. El plan de rescate firmado por el presidente el 11 de marzo, dotado de 1,9 billones de dólares, es el mayor refuerzo del Estado del bienestar en décadas.

Expectativas superadas – El 41% de la población tiene al menos una dosis de la vacuna: van 222 millones de inyecciones

 

Su medida estrella, un crédito fiscal que funciona como una renta básica para las familias, tiene fecha de caducidad, pero los demócratas se han propuesto hacerla permanente. Por otro lado, la Casa Blanca ha propuesto subir el impuesto de sociedades y ha planteado al G-20 crear un tipo mínimo global para acorralar a los paraísos fiscales. Con esos ingresos, Biden pretende financiar su propuesta para una inversión masiva en infraestructuras, valorada en 2,1 billones, además de su promesa de reducir a la mitad de aquí al 2030 las emisiones de efecto invernadero, el compromiso más ambicioso jamás asumido por un gobierno norteamericano.

La Casa Blanca anunciará la próxima semana un nuevo plan fiscal para subir los impuestos a las rentas más altas, con un tipo del 39,6% para quienes ingresen más de un millón de dólares al año. Es su fórmula para pagar un nuevo plan de protección social que incluye por ejemplo hacer universal y gratuita la educación preescolar y abaratar el acceso a la universidad.

Las comparaciones con Johnson tienen que ver con los objetivos de justicia racial de muchas de estas iniciativas. Biden, que a lo largo de sus casi 50 años en política siempre ha estado en el centro del partido, fuera cual fuera su centro de gravedad, está gobernando más a la izquierda de lo que el ala progresista del partido esperaba, lo que ha facilitado su unidad (el 96% de los demócratas aprueba su gestión, según Gallup, un nivel histórico).

Pero el país está mucho más dividido, y las mayorías de los demócratas en el Congreso son mucho más exiguas que las que tuvieron Johnson y Roosevelt, aplastantes. Hay límites a lo que Biden va a poder sacar adelante en el Senado, de ahí la cautela de algunos historiadores. “Me cuesta creer que [sus políticas] vayan a poder ser tan transformadoras como las del new deal ”, ha dicho el historiador David M. Kennedy, de Stanford, a la radio pública NPR. La desigualdad y el clima son dos terrenos donde Biden debería producir cambios duraderos, apunta, para entrar en el panteón de los grandes presidentes.

Los primeros 100 días de un presidente revelan sus prioridades y su estrategia de gobierno. Y lo que se ha visto con Biden es que su retórica sobre la unidad nacional no consiste en negociar y esperar a que los republicanos cedan (como vicepresidente, vio a lo que eso condujo a Barack Obama) sino en apostar por iniciativas que gozan de gran respaldo popular. Su cálculo: si, como pasó con el rescate, los conservadores no colaboran, puede estar sentando las bases para un mejor resultado de los demócratas en las elecciones legislativas del 2022.

Para el historiador Jonathan Alter, autor de un libro sobre los 100 primeros días de Roosevelt, Biden “es el primer presidente desde Lyndon Johnson que puede ser correctamente llamado el heredero de FDR”, pero está por ver si despil­farra su legado o lo afianza. Su
reto consiste en “restaurar la fe” de los estadounidenses en la capacidad de su gobierno de “ofrecer resultados rápidos y tangibles”, sostiene Alter en The New York Times .

Pero, como dijo el primer ministro británico Harold Macmillan, al final son los acontecimientos (“events, dear boy, events”) lo que, determina el rumbo de un gobierno y la situación en la frontera con México, que no figuraba entre sus prioridades, ha puesto a la defensiva a Biden desde el primer día. Aquí, el 55% de los estadounidenses desaprueba su gestión. Esta crisis –término que se resiste a usar– le ha llevado a incumplir su promesa de acoger a 62.500 refugiados y mantener en cambio el tope de Trump.

 

Dos escaños de oro

Biden celebrará sus primeros 100 días en Georgia, el estado clave para su buen estreno

Aunque su impulso a la reapertura de las escuelas públicas ha dado frutos, no está claro que “la mayoría”, como se propuso, haya vuelto a las clases presenciales. Pero por primera vez desde que comenzó la pandemia la mayoría de los estadounidenses cree que las cosas van a mejor. La notable autodisciplina con la que se ha comportado Biden, conocido por su tendencia a los deslices verbales, le ha permitido evitar meteduras de pata mayores y cumplir otra promesa: romper con la hiperactividad mediática de la etapa de Trump.

El presidente celebrará los logros de sus primeros cien días en la Casa Blanca el jueves en Georgia, el estado sureño donde se impuso por 12.000 votos y donde los demócratas ganaron en enero los dos escaños que le dieron las llaves de la gobernabilidad. Sin esos dos senadores, su estreno habría sido más complicado. La historia indica no obstante que los días más difíciles son los que llegan después.

 

 

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