‘Bienvenido a Cuba, Mr. Obama’
Oficialistas y disidentes reciben al presidente de EEUU con la esperanza puesta en la economía
Si hoy se rodara en La Habana el Bienvenido, Mr. Marshall cubano, no habría avenida ni malecón suficiente para dar cabida a todos los voluntarios dispuestos a entonar el famoso «Americanos» de Berlanga. Y no es para menos: el histórico viaje de Barack Obama, de esos que aparecerán destacados en las enciclopedias digitales del futuro, pone punto y aparte a más de medio siglo de guerra fría entre dos países vecinos de vínculos muy estrechos. Invasiones, atentados, plagas, espías, cárceles, excusas y penurias puestos a un lado ante los nuevos vientos políticos huracanados que recorren el Caribe.
El presidente estadounidense aterrizará en una isla que no se parece a ninguna otra conocida. Un país en medio del laberinto nacional de contrastes extraordinarios: la Cuba nueva de las reformas económicas y sociales decidida a mirar al futuro y la Cuba vieja, que parece la de siempre, la de la cartilla de racionamiento, aquella que Fidel Castro sentenció al reconocer en una entrevista que «el modelo cubano ya no nos funciona ni a nosotros«.
Una década después de que Fidel depositara en Raúl, obligado por su enfermedad, las riendas de la revolución, las llamadas «actualizaciones» del socialismo caribeño dibujan unos «cambios estructurales y de concepto» que el «líder histórico» nunca quiso asumir pero que su hermano pequeño siempre vislumbró. Medio millón de cuentapropistas (trabajadores privados) conforman una clase emergente que se ha unido a la pudiente revolucionaria, a los que reciben remesas del extranjero y a los bisneros (negociantes), históricos especialistas en el boyante mercado negro de toda economía controlada.
El cubano de hoy ya puede comprar teléfonos celulares, conectarse al wifi en determinados puntos a precios prohibitivos, adquirir vehículos y apartamentos, hospedarse en hoteles, cultivar en tierras repartidas por el estado y vender sus productos, e incluso viajar al extranjero si tiene dinero para el pasaje y consigue la visa adecuada. Una larga lista de cambios que a los ojos del mundo son normales, pero que los cubanos se restriegan de vez en cuando para confirmar que en verdad se están produciendo.
Aumenta la emigración
Cambios parecidos a los ocurridos en China el siglo pasado, que en la isla mayor de las Antillas dibujan el boceto de una nueva sociedad. Ello no ha evitado que 2015 haya batido de nuevo todos los records de emigración ilegal, ante el temor de que EEUU y su esperadísimo presidente anulen las ventajas de la Ley de Ajuste Cubano y los famosos pies secos exclusivos para los habitantes de la isla. La crisis de los cubanos varados en Costa Rica amenaza con repetirse ante las nuevas oleadas de emigrantes hartos de buscar una nueva vida.
Si algo espera el cubano desde que Obama ponga el pie en su tierra es la puesta en marcha de una serie de ventajas económicas para que la vida no sea tan sufrida. «Mira chico, este pequeño milagro puede ser bueno para todos nosotros», exclama Reinaldo, vendedor ambulante en Nuevo Vedado. «El presidente puede traer más y mejores productos y ayudarnos a nosotros, los cuentapropistas», añade, testigo de las limitaciones que estos microempresarios privados sufren a la hora de abastecerse.
«El negocio es el negocio y tú lo sabes, asere«, predica el protagonista del filme independiente «Cubano por cuenta propia», que escarba en la nueva realidad social del país. Taxistas, agentes de telecomunicaciones, relojeros, mecánicos, arrendatarios de viviendas, artesanos, fotógrafos, lavacoches y así hasta un centenar de pequeños oficios componen el embrión de capitalismo surgido en torno a los famosos cuentapropistas. Casi 100.000 contribuyentes, del medio millón que se contabiliza, han entregado al estado su declaración de impuestos, cuando todavía faltan seis semanas para el cierre del año.
«Este país no cabe en una canción«, le gusta resumir al rapero Aldo Rodríguez, un mito viviente gracias a las rimas de sus Aldeanos. La isla perdida en el mar y en el tiempo quiere emerger a golpes de economía sin abandonar el control social y político sobre su población. El sistema de partido único es intocable para la revolución, así como la ausencia de la libertad de expresión y de medios independientes, sazonados con los constantes embistes contra los derechos humanos y políticos.
Pese a todo, el cubano vislumbra una luz al final de la pesadilla, como describe el escritor Leonardo Padura ese túnel por el que ha transitado su país. Unos y otros, oficialistas o disidentes, cuentapropistas o empleados públicos, lo tienen tan claro como lo tuvo Raúl Castro al asumir el poder: o se cambia o se muere.