Bienversar
Engañar a España con las leyes también es malversar. Se nos está robando la convivencia, aunque se intente justificar con versos bonitos
Bienversar es hilvanar buenos versos y se considera una útil forma de conquista. Si me apuran, una de las más elegantes, siempre y cuando se sepa utilizar. Lo contrario le pasó a la ministra portavoz del Gobierno el otro día donde Alsina. Isabel Rodríguez fue incapaz de bienversar la grandeza de su líder, Pedro Sánchez. Para hacerlo podría haber acudido, no sé, a la originalidad del presidente. Lo es en cuanto que vuelve al origen, que eso es ser original, decía Gaudí. Sánchez retrotrae su forma de gobernar del logos al mito. Y así se explica la incapacidad de la portavoz de explicar racionalmente la teoría buenista sobre la reforma del delito de secesión. Sólo puede hacerlo aferrándose a creencias.
Sánchez es también original porque nunca deja de sorprender. A los suyos, más que nada. Que son los que tienen que tragarse los sapos. Sus razones tendrán. ¿Guardar las sillas? Ahí se aúnan con el presidente, que por eso ha terminado diseñando leyes sólo para unos pocos españoles, justo los que no quieren serlo. España legislada por minorías. El Gobierno de unos pocos. Tiene su precio, claro. Todo el mundo lo tiene. Salvo el presidente. Él depende del precio de sus socios. No sería malo si no estuviera dispuesto a pagarlo siempre y, lo que es peor, a confundirlo con la fe y a loarlo con versos.
Esta semana el Gobierno lo ha hecho –o intentado hacerlo– con las rebajas. Las de la secesión y la malversación. Lo segundo se lo hemos visto a la ministra de Defensa. Margarita Robles ha bienversado un futuro cambio, a la baja, de este delito. Escamotear al erario no lo es tanto si no hay lucro, afirma. Yo no sé en cuántos juicios por corrupción habrá estado, pero les aseguro que, por lo general, al malversador no le pillas la pasta. A Maria Antònia Munar, de Unió Mallorquina, primer partido desaparecido en España por corrupción, le descubrieron una caja fuerte tan grande que parecía de película. No, no estaba atestada de billetes. No fardar y no tener mucho a tu nombre es de primero de delincuencia de guante blanco. Menos mal que han salido los fiscales, que ya me veía un delito de los que revierten la carga de la prueba y se centran más en la víctima, que en la malversación somos todos. «A ver, contribuyente García, ¿cerró usted la cartera?».
El Gobierno se ha instaurado en un ambiente mesiánico en el que Sánchez es el nuevo predicador de la buena convivencia. Lo bueno es lo que él dice, como Irene Montero con el feminismo. Ellos son los nuevos garantes de la sociedad. Ambos han sido llamados para cambiar el significado de violencia y de robo. Recuerden, los violentos son los que me dicen piropos por la calle. Los malversadores, los que se inflan a langosta. Pero engañar a España con las leyes también es malversar. Porque también se nos está robando la convivencia, aunque se intente justificar con versos bonitos.