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Billy Wilder y los Óscares

En febrero de 1945 la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció a los contendientes para los Óscares de 1944. Double Indemnity (en México, Pacto de sangre) fue nominada para la mejor película; Billy Wilder, mejor director; Wilder y Raymond Chandler, mejor guión; Barbara Stanwyck, mejor actriz; John Seitz, mejor fotografía; Miklós Rózsa, mejor banda sonora; Loren Ryder, mejor sonido. Wilder creyó que podía ganar. El problema es que su competidora era la película Going My Way (en México, El buen pastor), con el cantante Bing Crosby como sacerdote. Una película de asesinos adúlteros contra una de buenos propósitos. La Academia optó por esta última. Wilder afirmaba que cuando Leo McCarey se dirigía al estrado para recibir el Óscar a mejor director por Going My Way, sacó el pie al pasillo, lo zancadilleó y McCarey se fue de bruces. Era sólo un deseo. Cuando anunciaron el Óscar para el mejor guión, McCarey se dirigió de nuevo al escenario y al parecer Billy Wilder ya ni el deseo tuvo de zancadillearlo por segunda vez.

 

Ilustración: Alberto Caudillo

 

Para la siguiente entrega de los Óscares Wilder competía con The Lost Weekend (Días sin huella, 1945), la película sobre el escritor alcohólico Don Birnman interpretado por Ray Milland. Tenía siete nominaciones contra las ocho de Las campanas de Santa María, digamos la secuela de la exitosa Going My Way, con el mismo Bing Crosby como cura y ahora con Ingrid Bergman como monja adorable. Días sin huella se basaba en un libro de Charles Jackson. Contaba Wilder: “Compré el libro en un kiosko, en un transbordo en tren de Los Angeles a Nueva York, y me lo leí ‘de un trago’ en el camino. Más tarde me enteré de que el título que me había llamado tanto la atención era fruto de un error tipográfico. Jackson quiso escribir The Last Weekend y se equivocó de tecla; The Lost Weekend le gustó más a la editorial. A mí también”. Al principio la película fue considerada un fiasco por la misma productora Paramount. Un espectador que vio Días sin huella en un preestreno, dijo: “Una buena película, sólo habría que eliminar lo referente a la bebida”. Otro comentó que había decidido dejar de. Cuando le preguntaron, contestó: “No, no dejaré de beber, dejaré de ir al cine”. Luego la película se volvió un éxito corroborado incluso por un espectador peculiar. El 18 de enero de 1946 Thomas Mann anotaba en su diario: “Por la noche a Westwood, al cine: Lost Weekend, basada en Jackson. Película bien hecha e impresionante en cómo representa la adicción”. En la entrega de los Óscares, recibió cuatro: mejor película, mejor director, mejor guión; Ray Milland, que sólo había aceptado el papel de un alcohólico después de grandes dudas por miedo a su futura carrera, recibió el Óscar al mejor actor.

“En 1959 vi la entrega de los Óscares por televisión”, contó Billy Wilder, “en casa del director Charles Vidor. Aunque estaba nominada Some Like It Hot” [en México, Una Eva y dos Adanes; la película de Wilder donde Jack Lemmon y Tony Curtis interpretan a dos personajes que se visten de mujeres para escapar a una banda de mafiosos] yo sabía que Ben Hur no tenía competencia. Ganó diez Óscares, desde el sonido y los efectos especiales hasta el actor principal, Charlton Heston, que recibió un Óscar por su encanto de cascanueces. Y a pesar de que Jack Lemmon estaba nominado. Tal vez Lemmon fuera el ganador si lo hubiesen nominado como actriz principal. Cada vez que premiaban de nuevo a Ben Hur yo me tomaba un martini doble. Diez veces. Cuando finalmente Ben Hur ganó por la mejor película, caí en redondo y tuvieron que sacarme en brazos. Como a un romano del Coliseo”.

 

En la entrega de los Óscares de 1994, Fernando Trueba, director de Belle Époque, la mejor película extranjera, aceptó su premio así: “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero sólo creo en Billy Wilder. De modo que gracias, Billy Wilder”. “Me estaba preparando un martini y lo oí por televisión”, dijo Wilder. “La botella de ginebra se me cayó de las manos”. Cuando al día siguiente sonó el teléfono de Trueba, la voz al otro lado de la línea dijo nada más: “Te habla Dios”. Wilder le bromeó a Los Angeles Times: habría preferido que Trueba “no hubiera dicho éso. La gente empezaba a persignarse en cuanto me veía”.

 

 

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