Bolivia, tragicomedia en cinco actos
La esperanza de una democracia más inclusiva se ha incinerado en el fuego de la intolerancia y la impostura
Durante los últimos meses en Bolivia, una curiosa secuencia de hechos desencadenó la tormenta perfecta que acabó con la pretensión de Evo Morales de cambiar la constitución y reelegirse a la presidencia por cuarta vez. Esta tragicomedia de errores, que acabó con la derrota del gobierno en el referéndum del 21 de febrero, se desarrolla en cinco actos:
Primer acto. La prensa denuncia un insólito caso de corrupción en el proyecto estrella del gobierno, el Fondo Indígena, cuyo objetivo era financiar proyectos de desarrollo de organizaciones rurales y campesinas en Bolivia. Se comprueba que muchos de esos proyectos eran fantasmas y que los recursos, en su gran mayoría, pasaron, por arte de magia, de las arcas públicas a cuentas privadas de seguidores del partido de Evo Morales. La Ministra responsable de ese fondo fue eximida de toda responsabilidad.
Segundo acto. Un melodrama romántico, digno de telenovela mexicana, que envuelve oscuras adjudicaciones de contratos públicos por más de 600 millones de dólares a una empresa estatal china cuya gerente es una ex amante del Presidente Morales con la que éste tuvo un hijo. La joven ejecutiva sufre en estos años prodigiosas transformaciones físicas, intelectuales y económicas. Se vuelve rubia; se hace abogada sin concluir la carrera; se traslada a una mansión en un barrio de la clase alta boliviana; y como todo burgués que se respeta, matricula a sus niños en un colegio americano.
Queda para el país un problema: debido a casos como éste, Bolivia ha entregado sus proyectos de desarrollo más importantes, por montos superiores a 1,500 millones de dólares, a empresas estatales chinas mediante adjudicaciones sin vestigio de transparencia ni competencia.
Tercer acto. La marea opositora de indignación también llega al Vicepresidente, Álvaro García, a quién ahora el humor popular bautizó como bachiller García, ya que la prensa reveló que su título profesional mexicano, que figuraba en documentos oficiales, no existe. A juzgar la reacción de los medios sociales, hoy la comedia y el humor empiezan a ocupar el sitio del miedo.
Cuarto acto. Aquí la comedia se vuelve tragedia. Dos días antes del referéndum, un grupo de choque afín al partido de gobierno incendia la Alcaldía de la ciudad de El Alto y causa la muerte, por asfixia, de 6 empleados municipales. Su objetivo era la Alcaldesa, una mujer de origen indígena muy popular, Soledad Chapeton, representante de una nueva generación de políticos jóvenes de la oposición a Morales.
Quinto y ultimo acto. El Vicepresidente, al grito de no importa quién vota por quién sino quién cuenta los votos, intenta retrasar el proceso de recuento de votos y presiona, desde las sombras, al tribunal electoral. Pero como esta obra tiene un final feliz, la presencia de la Misión de Observación electoral de la OEA y de equipos privados de vigilancia de actas, junto a la movilización de miles de jóvenes en las ciudades, hicieron inviable ese tardío intento de desconocer el resultado. Finalmente, prevaleció la sensatez y el Tribunal Electoral confirmó la derrota del gobierno, corroborando la hipótesis de Borges de que hasta en las hormigas hay una ética.
Esta cadena de hechos cambió bruscamente la apreciación ciudadana sobre un movimiento que ofrecía una revolución social y ética con rostro indígena. Hoy la corrupción se ha convertido en un fenómeno aparentemente incontenible y ha llegado al palacio de gobierno.
Otro daño colateral de los hechos relatados, es el fin del mito Rousseauniano del bon sauvage, símbolo sobre el cuál los asesores españoles, vinculados a Podemos y financiados por Venezuela, se inspiraron para redactar la Constitución boliviana, cuyo mayor logro fue cambiar el nombre de República de Bolivia por uno más totalitario: Estado Plurinacional de Bolivia.
Todo esto demuestra que los compañeros de ruta bolivianos de Pablo Iglesias no piensan en los intereses de los desposeídos, sino en cambiar lo más rápido posible de status socio-económico sin medir las consecuencias de sus actos. Actúan como ese tendero, en plena Revolución Francesa, que viendo entrar a su tienda a un Marqués huyendo de los revolucionarios, cambió su indumentaria por la del Marqués y le ayudó a huir por una puerta trasera, en tanto que se hizo detener por los amotinados en lugar del noble y se dejó conducir al cadalso, sólo por ver cumplir el sueño de su vida: ser Marqués.
No es motivo de alegría que la esperanza de una democracia más inclusiva en Bolivia se haya incinerado en el fuego de la intolerancia y la impostura.
Jaime Aparicio Otero es ex Embajador de Bolivia en Estados Unidos y ex Presidente del Comité Jurídico Interamericano. Twitter @JaimeAparicioOt