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Bomberos, maestros, doctores: así es el equipo de béisbol de la República Checa

El Clásico Mundial de Béisbol es una batalla entre los mejores jugadores profesionales. Un modesto equipo de la República Checa, lleno de gente con trabajos normales, podría ganarse tu corazón.

Martin Cervenka takes indoor batting practice with many of his teammates watching behind him.

                       Los checos son el equipo número 2 de Europa.

 

OLOMOUC, República Checa— La próxima llamada de emergencia podía llegar en cualquier momento durante uno de los turnos de 24 horas de Martin Schneider en la Brigada de Bomberos y Rescate de Olomouc. Podría ser por un accidente automovilístico, un incendio o una canoa volcada en un río, y en cuestión de segundos tendría que deslizarse por un poste, saltar a un camión e irse con sus colegas.

Schneider se enfrenta rutinariamente a situaciones que amenazan su vida, por lo que la presión es algo normal para él. Es por eso que la idea de pararse en un montículo en medio del Tokyo Dome —con 55.000 fanáticos que gritarán, cantarán y golpearán tambores cuando Shohei Ohtani, la superestrella y bateador designado (por no decir estupendo lanzador) de los Angelinos de Los Ángeles, camine hacia el plato— no lo asusta. Es algo que lo llama.

“Me desempeño mejor cuando estoy bajo presión”, afirmó Schneider en el departamento de bomberos a fines del mes pasado, animándose más con cada palabra y dándole golpecitos a una mesa con los nudillos. “Adoro esas situaciones. Las necesito. Es mi sueño. Quiero lanzar contra Japón”.

Es muy probable que el sábado 11 de marzo un bombero de tiempo completo le haya lanzado a Ohtani —un Babe Ruth moderno que ganará 30 millones de dólares este año con los Angelinos— y a otros talentosos bateadores japoneses en un enfrentamiento único entre la República Checa y Japón, en el Clásico Mundial de Béisbol (CMB), en Tokio. Si no es el bombero, será entonces el gerente de relaciones públicas de la selección, un agente de bienes raíces o un maestro de escuela quien esté en ese montículo.

Todos esos empleos y más están representados en la selección checa, la cual, a pesar de su condición mayoritariamente no profesional, logró clasificarse por primera vez para el torneo mundial de béisbol y se ha establecido como la segunda mejor selección nacional de Europa. Además, el país lo ha hecho de forma orgánica, con jugadores que en realidad son del país, en vez de profesionales traídos del exterior.

“En más de 30 años cazando talentos, clasificarse al CMB es el logro más extraordinario que le he visto a un país pequeño”, afirmó Gene Grimaldi, un cazatalentos internacional que en la actualidad trabaja para los Filis de Filadelfia. “En términos de desarrollo, lo que han hecho es realmente increíble en la historia del béisbol”.

La mayoría de las selecciones nacionales europeas dependen de las importaciones de talento de Estados Unidos y las naciones del Caribe, pero la plantilla checa es abrumadoramente checa, por nacimiento, pasaporte y temperamento. Desde el idioma que hablan hasta la comida y la cerveza que consumen — schnitzel y mucha cerveza fresca estilo pilsner—, estos tipos son checos hasta la médula. Ver sus fluidos movimientos de bateo y su mecánica precisa de lanzamientos en instalaciones modernas a pocos kilómetros de catedrales del siglo XIV, en un país donde lo que impera es el hockey, el tenis y el fútbol, puede ser desconcertante.

Pero el béisbol se está afianzando en la República Checa, un país con una población de unos 10 millones de personas (unos 4 millones menos que Tokio). Por todo el país han surgido ligas juveniles y campos de entrenamiento y se estima que en la actualidad 7500 checos practican este deporte: una cantidad 10 veces mayor que en el año 2000.

La selección nacional checa ocupa el puesto 15 en la clasificación mundial masculina y es segunda en Europa, solo detrás del reino de los Países Bajos, que cuenta con excelentes jugadores de las grandes ligas provenientes de Curazao y Aruba; técnicamente neerlandeses, pero que en su mayoría crecieron en la fértil cultura beisbolera de esas cálidas islas del Caribe. Otras selecciones europeas recurren a importaciones con conexiones mucho más tenues con el país que representan.

Petr Zyma, capitán de la selección checa y analista financiero, contó que había conversado con un jugador alemán justo antes de las eliminatorias del Clásico Mundial de Béisbol de septiembre en Ratisbona, Alemania, y le había preguntado si estaba emocionado.

“Me dijo: ‘La verdad no’”, recordó Zyma el mes pasado, durante una cena tradicional checa en Praga con goulash, pastelillos, sopa de sangre de cerdo y grandes tarros de cerveza pilsner espumosa. “Me dijo que al día siguiente llegarían por avión unos 12 estadounidenses para hacerse cargo”.

Tras la victoria contra España, con marcador de 3 a 1, que los clasificó al CMB, Zyma, Schneider y los demás jugadores festejaron toda la noche. Fue una delirante celebración de décadas de trabajo juntos. Acababan de eliminar a una selección española compuesta por jugadores en su mayoría caribeños de las ligas menores de Estados Unidos. Seis provenían de Venezuela, cinco de la República Dominicana, cuatro de Cuba y otro era originario de Búfalo, Nueva York. Solo uno nació en España.

En la República Checa, no hay estados con clima cálido ni campos en los que se pueda jugar todo el año, por lo que los jugadores pasan los inviernos en jaulas de bateo bajo techo, durante las noches y los fines de semana, cuando no están trabajando. Sin embargo, el talento está surgiendo. Varios jugadores checos han llegado a las ligas menores, entre ellos Martin Cervenka, un excelente receptor defensivo que jugó 10 temporadas en las organizaciones de Cleveland, Baltimore y los Mets de Nueva York, y Marek Minarik, un robusto lanzador derecho, que jugó en los sistemas de los Filis de Filadelfia y los Piratas de Pittsburgh y que siempre entretiene a sus compañeros de equipo con sus historias de entrenamientos junto a grandes lanzadores como Roy Halladay, Cliff Lee y Tyler Glasnow.

Los checos solo tienen tres jugadores que no crecieron allí. Jake Rabinowitz, un lanzador diestro, es de Nueva York y jugó en la Universidad de Fordham. Tiene 10 años viviendo en la República Checa y tiene un pasaporte checo. Eric Sogard, un veterano jugador de cuadro de las grandes ligas que recientemente jugó con los Cachorros de Chicago, fue invitado a unirse a la selección porque su madre es checa. Lo mismo ocurre con Willie Escala, un jugador checo y cubanoestadounidense de la pelota profesional independiente, cuya madre, Iva Escala, salió de la República Checa durante la era comunista en la década de 1980 y se estableció en Miami.

Iva Escala ha visitado su país natal varias veces, y su reciente viaje a Praga el mes pasado fue el primero con Willie, que llegó a la capital en febrero para entrenarse con sus nuevos compañeros de equipo.

“Para mí es increíble que estemos aquí y que él esté representando a mi país”, dijo Iva Escala el mes pasado a las puertas del Castillo de Praga, cerca de donde su hijo se reunía con un grupo de compañeros de equipo para cenar. “Ojalá mi padre estuviera aquí para verlo. Se habría sentido muy orgulloso”.

Iva Escala creció en Praga y solía ver varios deportes junto a su padre y su hermana. El béisbol nunca estuvo en la agenda, en parte porque el gobierno comunista despreciaba y calificaba al deporte como demasiado estadounidense y capitalista. Esa postura ignoraba el hecho de que existía un equipo de béisbol en Praga desde 1919 y otro en Brno desde 1927, y que ningún país adora más el béisbol que Cuba, uno de los Estados comunistas más fervientes del mundo.

El softbol era un poco más aceptado para los comunistas que gobernaron Checoslovaquia desde 1948 hasta 1989. En su mayoría, los juegos se realizaban de forma clandestina, tolerados con el nombre de “Deportes de bateo”, y la mayoría del equipamiento era suministrado por Batos, una empresa cubana.

Pavel Chadim, el mánager de la selección nacional checa, cuya profesión principal es la neurología, se inició en el béisbol siendo adolescente en 1986 y jugó durante 24 años, hasta los 40. Contó que usaba guantes y bates Batos, vestía botines de fútbol y jugaba en canchas de fútbol que eran modificadas con tierra negra para marcar el cuadro.

“Podías detectar a quiénes jugaban béisbol porque sus botines y pantalones estaban negros por la tierra”, contó Chadim el mes pasado en su consultorio de neurología en Brno, donde ni siquiera sus pacientes sabían que dirigía la selección nacional.

Sin embargo, el béisbol ha crecido desde aquellos días enlodados, en especial en los últimos años. Hoy en día existen instalaciones de béisbol y sóftbol en muchas ciudades, con impecables campos al aire libre y jaulas bajo techo, así como una liga nacional de 10 equipos que celebra partidos los fines de semana para que los jugadores también puedan trabajar. Con la ayuda de algunos entrenadores estadounidenses, canadienses y australianos en las últimas décadas, el deporte logró labrarse un nicho.

Mike Griffin, un entrenador de la isla de Vancouver en Canadá, quien en la actualidad dirige la Academia de Béisbol PRO5 en las afueras de Raleigh, Carolina del Norte, fue entrenador en la República Checa. Dirigió la selección nacional durante ocho años y fue crucial para que el país subiera 12 puestos en la clasificación internacional.

“Sin Mike Griffin, no estaríamos aquí”, dijo Jakub Ondracek, un veterano jugador checo, en un entrenamiento reciente del equipo nacional.

Griffin contrató a los mejores entrenadores, entre ellos el exjardinero de los Red Sox Trot Nixon, para aumentar el nivel de profesionalidad, y trasladó ese enfoque a los niños en edad escolar. Muchos jóvenes juegan después del colegio en los clubes que dirigen los equipos de la Extraliga, como el club Tempo de Praga. Algunos son principiantes con dificultades para atrapar y lanzar, mientras que otros demuestran un talento precoz.

Cada año, Griffin invita a jugadores a su academia para que jueguen contra equipos universitarios como Duke y Carolina del Norte. El primer año, los checos quedaron 2-7 contra los equipos universitarios. Tres años más tarde terminaron 7-3. Griffin también orienta a jóvenes jugadores checos en programas de instituto y universitarios, y presiona para que la selección nacional y los equipos de clubes nacionales aumenten las primas económicas y mejoren las condiciones de entrenamiento y de viaje.

“Los jugadores tienen que sacrificar mucho tiempo libre porque están en sus empleos regulares todo el día”, afirmó Griffin en una entrevista telefónica desde su academia. “Pero el béisbol checo llegó para quedarse. El sistema es saludable y ha habido un salto enorme en materia de confianza”.

Un sábado por la tarde a finales del mes pasado, una caravana de dos vehículos repletos de jugadores de la selección nacional hizo el viaje de tres horas desde Praga a Brno para un entrenamiento integral de toda la selección nacional en el club Cardion Hrosi. En el camino, los jugadores, muchos de los cuales han jugado y viajado juntos desde el bachillerato, se detuvieron en un McDonald’s al borde de la carretera, donde hablaron principalmente en checo además de hacerlo en inglés, para incluir a Willie Escala. Comieron, rieron y compartieron sus alimentos como un grupo de amigos íntimos que se conocen desde hace mucho tiempo, mientras los demás comensales, al parecer sin tener idea de que su selección nacional estaba junto a ellos, apenas los miraban.

Lukas Ercoli, un astuto lanzador zurdo, formaba parte del equipo viajero aquel día. Empezó a jugar béisbol hace 20 años, cuando tenía 6. También fue director de publicidad del equipo hasta la semana pasada, cuando la selección llegó a Japón. Era el momento de concentrarse en lanzar béisbol, no en ideas para historias.

“Quizá una ventaja que tenemos es que estamos muy cerca”, dijo Ercoli. “Crecimos jugando juntos. Nos encanta jugar el uno para el otro. Somos como una familia”.

Eso convertiría a Chadim, mánager y neurólogo, en su figura paterna. En su despacho de Brno, explicó el reto al que se enfrentan en una serie de partidos contra los mejores jugadores de China, Japón, Corea del Sur y Australia. Pero no siente miedo. Incluso ha llegado a un acuerdo con uno de sus jugadores. Schneider, el bombero diestro de 37 años, probablemente lanzará contra China en el primer partido, y luego hará una entrada contra Japón, o solo entrará para enfrentarse a Ohtani.

“Espero que, después de Tokio, todos nuestros jugadores se sientan orgullosos de nuestros partidos, del torneo y del viaje”, declaró Chadim. “Estoy muy orgulloso, pero como un padre, tengo un poco de miedo y espero que nadie se sienta decepcionado”.

Chadim está haciendo todo lo posible para preparar a sus jugadores. Durante la congregación de la selección desde todas partes de la República Checa ese sábado por la noche, con la mayor parte del equipo dedicado a las jaulas de bateo bajo techo, el mánager reprodujo una grabación en bucle del ruido de la multitud del Tokyo Dome a través de un altavoz portátil: gritos, cantos y tambores. Los jugadores tuvieron que soportar el estruendo durante más de tres horas seguidas.

“Se quejaron tras los primeros 40 segundos”, afirmó Chadim, riendo en medio del escándalo. “Pero así será en Tokio. Debemos estar preparados”.

Durante meses, los jugadores de béisbol checos se han estado preparando para el momento más grande y ruidoso de sus vidas. El resto del mundo del béisbol, que probablemente se enfoque en su estatus no profesional, quizás deba comenzar a prepararse para el béisbol checo.

“La gente nos ve como un grupo de tipos con empleos externos”, afirmó Cervenka. “Pero conozco a estos muchachos y siento mucho orgullo, no solo por este equipo, sino también por el béisbol checo. Competiremos contra los mejores en el CMB, y lo haremos juntos”.

Pavel Chadim, a neurologist, sits at a desk while talking with a patient.
Muchos pacientes de la consulta neurológica de Pavel Chadim no saben que los atiende el entrenador de la selección nacional de béisbol. 

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