Democracia y Política

Boric: La renuncia a gobernar para todos los chilenos

Ha quedado claro que Boric ya no cambiará su estrategia de complacer a su 30% duro, aunque deje de representar los intereses y necesidades de la mayoría.

 

 

Al tercer año de su mandato, está clarísimo que el Presidente Boric renunció a gobernar para el 100% de los chilenos. Su foco está puesto en su núcleo duro, que oscila por lo general entre un mínimo de 24% y algo sobre el 30%.

Y su estrategia no ha sido equivocada. Hoy gobernar no es tarea fácil y menos con el sistema electoral que logró aprobar Bachelet en 2015. El Mandatario promedia una aprobación en su tercer año de administración del 31%, que es mejor que la que obtuvieron en el mismo período, Bachelet 2 (22%) y Piñera 2 (20%), según Cadem.

Si lo que importa son las tendencias, no esperemos que cambie la manera en que ha “habitado” La Moneda, buscando complacer a su núcleo duro, antes que al 67% de los chilenos que desaprobaba su gestión en la última encuesta de Cadem. A esa decisión obedecieron al inicio los indultos a delincuentes del 18-O, que se convirtiera en el vocero del texto constitucional que rechazó el 62%, o, en su último año, el empeño en destruir el CAE (en vez de mejorarlo), insistir en una reforma tributaria o reinstalar el aborto libre.

Por eso no es extraño que en menos de un año haya echado pie atrás en la convicción que dijo tener de que había que reformar el sistema político. Es más, en Enade, el 25 de abril del año pasado, contrajo el “compromiso” de hacerlo. Considerándolo necesario, dijo, “desde el Gobierno promoveremos un acuerdo entre las diferentes fuerzas políticas que incluya a la gran mayoría de ellas, ojalá a todas”.

Este mes reiteró la necesidad de hacer la reforma, valorando lo acordado transversalmente en el Parlamento por el PS, PPD, RN, UDI y Evópoli, que recogieron, a su vez, la propuesta que hizo el Comité de Expertos del proceso constitucional. Hay acuerdo que el umbral mínimo para asignar los escaños es el “desde” para disminuir la fragmentación. Sin perjuicio que se puedan hacer otras cosas, con el mismo objeto, como reducir el número de parlamentarios o eliminar los pactos. La prueba al canto son lo 24 partidos que existen hoy en el Congreso, lo que permite a los diputados asumir sus cargos, aunque sus tiendas no superen el umbral del 5%. Cuando ello ocurre, sólo se disuelven sus partidos, pero vuelven a surgir con la rapidez de callampas y de la mano del generoso financiamiento estatal, garantizado por el solo hecho de constituirse.

A pesar de tanta convicción de hacer el bien por la gobernabilidad del país, muchos dudaban que el Ejecutivo diera el paso de empujar la reforma aprobada en general en la sala del Senado. Y ocurrió, porque en vez de presentar una indicación al proyecto en enero, resolvió hacerlo días atrás, al fragor del debate electoral sobre primarias y alianzas electorales. Y ojo, que la indicación sustitutiva que presentó no se refirió al umbral, lo omitió, sino incluyó medidas que apuntan a fortalecer a los partidos políticos, estableciendo la cesación en el cargo de quienes renuncien a sus colectividades o incumplan las órdenes de partido.

Claro, si se aplicara el umbral mínimo del 5% para asignar los escaños (aunque será gradual) y según los votos que cada partido obtuvo en última elección de concejales, hoy quedarían fuera del Congreso 10 conglomerados de izquierda que sí pudieron elegir concejales. En simple, en la simulación hecha por la U. Andrés Bello, sólo cuatro de las tiendas oficialistas superan ese umbral: el FA, el PR, el PC y el PS, en ese orden. Y si los partidos del Frente Amplio no se hubieran fusionado también habrían quedado excluidos. Es más, como en su origen fueron una multiplicidad de movimientos chicos, nunca habrían llegado a diputados si no es por la reforma de Bachelet que amplió los distritos y el número de representantes. Algunos eligen ocho, lo que permite barrer hacia los extremos. Cuando eran dos, y en distritos más pequeños, se favorecía las posturas más moderadas y centristas.

Boric antepuso al bien común el interés de sus aliados. Como también lo hizo cuando decidió comprar la casa que pertenecía a Salvador Allende, aunque para ello tuviera que quebrantar la Constitución y disponer de mil millones de pesos que escasean para prioridades como la seguridad o las listas de espera en Salud. Otros han pagado los costos. Ya van en siete los funcionarios despedidos.

Pero actuó con esa tozudez temeraria porque ese también era un gesto para prodigar a su 30%.

Mejorar el sistema político, en cambio, para hacer gobernable este país, no.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba