Borrón y cuentas viejas
En los próximos 40 días y antes de que concluya el año, el Partido Comunista de Cuba debe realizar su segundo Pleno del Comité Central y aprobar la versión definitiva de los documentos emitidos en su más reciente congreso. Se espera también la realización de un Consejo de ministros y la tercera sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular de 2016. Estos tres eventos marcarán el inicio del último año de Gobierno de Raúl Castro y el fin del plazo para el cumplimiento de sus cuentas pendientes.
Sin incluir en esa lista detalles como el vaso de leche que reclamó para cada cubano en julio de 2007 o la erradicación del marabú de los campos de Cuba, los irresueltos problemas de su administración incluyen dar por terminada la dualidad monetaria, eliminar el sistema de racionamiento, ratificar los pactos de derechos humanos y alcanzar la eficiencia de la empresa estatal socialista.
La lista de sus cuentas pendientes incluye también colocar la producción de alimentos al alcance de los bolsillos, conseguir el necesario volumen de inversión extranjera, la promulgación de una nueva Ley electoral y lograr que el salario se convierta en la principal fuente de ingresos, además de dejar listos la conceptualización y un programa viable del modelo económico, político y social para las futuras generaciones.
De esta relación, solo los compromisos teóricos parecen estar en vías de cumplirse, mientras que las deudas inconclusas del mandato raulista son justo aquellas que podrían repercutir de manera directa en la vida de los ciudadanos. Aunque la conceptualización no pasa de ser un ejercicio intelectual, el programa hasta el 2030 se queda en conjeturas y promesas por las que Castro no tendrá oportunidad de responder.
¿Llevará a cabo tan exigente agenda el general presidente o pretende dejar tales tareas a su relevo?
En los próximos meses tendría que surgir la mediana empresa privada y abrir sus puertas el tan necesario mercado mayorista que satisfaga las demandas de los trabajadores del sector privado. La cuenta regresiva para que se acaben las gratuidades indebidas y las plantillas infladas entra en sus minutos finales.
Antes de que concluya su tiempo en la silla presidencial, Raúl Castro tiene la responsabilidad de adoptar medidas que aminoren la hemorragia migratoria, estructurar un plan efectivo para el problema demográfico y llevar finalmente al parlamento una ley que regularice las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo.
Antes de entregar el poder, el hermano menor de Fidel Castro debería despenalizar la discrepancia política y proponer un diálogo para que las diferentes tendencias que ganan fuerza en el país busquen consensos que eviten enfrentamientos más dramáticos.
¿Llevará a cabo tan exigente agenda el general presidente o pretende dejar tales tareas a su relevo?
En los más de 400 días que le quedan como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro se verá obligado a acelerar el paso. El tiempo, el implacable, se le acaba. En la recta final que le resta a su mandato ya no contará con espacio para experimentos ni acciones paulatinas. No habrá pausa, pero sí mucha prisa.