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Bulgaria, sumida en un caos de protestas que exigen la dimisión del gobierno conservador

Los organizadores de las protestas han anunciado que procederán al bloqueo de la Asamblea Nacional, donde habrá debates sobre la moción de censura presentada hace días por la oposición socialista

El aparentemente tranquilo comienzo del verano en Bulgaria, sólo inquietado por el azote del coronavirus, que en los primeros meses no parecía preocupar mucho en parte a las eficientes medidas de las autoridades, repentinamente se ha convertido en una turbulencia de protestas que se expanden con vertiginosa rapidez por todo el país.

Hace once días un nutrido grupo de personas se manifestaban ante la sede de la Presidencia pidiendo la dimisión del primer ministro, Boiko Borisov, líder del partido de centro derecha GERB y del gobierno; también la del fiscal general, Iván Gueshev. La del ejecutivo, por la corrupción que, según los manifestantes, cunde en el país, pero no ha quedado muy claro cuál es el motivo para que se exija también el cese del Fiscal General, que en los pocos meses desde que resultó elegido, ha promovido una serie de actuaciones contra los oligarcas nacionales que hasta ahora permanecían en una cómoda situación de intocables.

La voz cantante que dio inicio a estas protestas fue el propio Jefe de Estado, Rumen Radev -nominado en su momento al cargo por los socialistas-, que saliendo de la sede de la Presidencia y antes de hablar ante la multitud, apareció con el puño alzado, al estilo de los partizans (guerrilleros) de los años cuarenta. Radev llegó al extremo de calificar a los intregrantes de la Fiscalía de mafia: «Echemos a la mafia de la Fiscalía», afirmaba nuevamente con el puño alzado.

El día en que Borisov anunciaba emocionado que Bulgaria había sido admitida en el mecanismo monetario conocido como ERM II, o como se le suele denominar aquí «la antesala de la eurozona», uno de los requisitos para adoptar el euro en un plazo de dos o tres años, afirmó, asimismo, con un rostro en que se percibía claramente la amargura: «En un día como éste, de tan gran importancia para Bulgaria, aquí deberíamos estar todos juntos: el gobierno y GERB, toda la oposición, y nos debía acompañar el presidente Rumen Radev». Pero Radev era el gran ausente, y en ningún momento llegó a manifestar ni el menor atisbo de complacencia ante tan gratificante noticia.

Ya se suman once días de protestas multitudinarias. Por su parte, el primer ministro, en presencia de los miembros de su gabinete, manifestaba claramente que no tenía la menor intención de dimitir, ya que a Bulgaria la esperan meses de serias dificultades económicas agravadas por el paro y el rebrote del coronavirus. Ayer, los organizadores de las protestas han anunciado que hoy, lunes, procederán al bloqueo de la Asamblea Nacional, donde habrá debates sobre la moción de censura presentada hace días por la oposición socialista, moción que no tiene ninguna posibilidad de prosperar. También intentarán bloquear los edificios municipales y toda propiedad pública, las vías de ferrocarril, estaciones de trenes y carreteras.

Visto con perspectiva, lo que realmente está en juego es el futuro de Bulgaria: continuar su desarrollo como país miembro de pleno derecho de la UE o cambiar su orientación geopolítica hacia Eurasia, algo que agradaría mucho al rusófilo Radev.

 

 

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