‘Cachita’ y ‘Paquito’
El actual papa llega cuando parece que se cumplirá el vaticinio de Karol Wojtyła de que Cuba se abriría al mundo y el mundo a Cuba
Él es argentino y ella cubana. Los separan esos miles de kilómetros que se interponen entre el Vaticano y el Santuario del Cobre. El próximo mes de septiembre estarán muy cerca, cuando el papa Francisco I visite esta isla donde la Virgen de la Caridad es adorada como la patrona de todos los cubanos. Cachita lleva décadas escuchando las plegarias que brotan por doquier, unas súplicas que pronto conocerá –de primera mano– ese a quien ya llamamos cariñosamente Paquito.
La visita a Cuba del jefe de Estado del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio, podría marcar el comienzo de una nueva etapa para el país. Si el anuncio de diciembre pasado sobre el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos le abrió la puerta a la esperanza de un cambio sustancial, la llegada del papa quizás le otorgue a la actual negociación un carácter que trascienda el acuerdo entre los dos gobiernos.
Como mediador de las conversaciones secretas que sostuvieron la Casa Blanca y la Plaza de la Revolución, Francisco sabe que el proceso estará plagado de obstáculos. Tal vez crea que el mayor de los peligros radica en que alguna de las partes decida abandonar las negociaciones, pero el riesgo se ubica en otra parte. Lo más alarmante sería que esa voluntad de entendimiento no llegue a completarse con el diálogo, tan necesario, entre las autoridades de la Isla y la sociedad civil.
El pequeño David de esta historia lo personifica el pueblo cubano, mientras el gran Goliat está representado por un gobierno autoritario que lo controla y acalla
Como en un escenario bíblico, el papa hallará que el pequeño David de esta historia lo personifica el pueblo cubano, mientras el gran Goliat está representado por un gobierno autoritario que lo controla y acalla. La mediación que apremia es la encaminada a hacer ver a ese gigante intolerante y agresivo que no debe seguir censurando a su propia población, que se impone un nuevo tiempo de libertad y de convivencia con respeto. ¿Tendrá la posibilidad Paquito de ayudarnos a elevar esos anhelos?
Esperamos también que durante su estancia entre nosotros Francisco vaya más allá de pedir la liberación de activistas, como sucedió con la visita de anteriores pontífices. Esas cuotas de prisioneros entregados al «pastor» y en muchos casos forzados a abandonar el país, no resultarían de alivio suficiente en estos momentos. Los cubanos necesitamos que se ponga fin al presidio político. Apura cerrar una etapa de la historia nacional durante la que tantas personas han ido tras las rejas por pensar diferente al partido gobernante.
Francisco puede auxiliarnos a dar por terminado el capítulo de la penalización de la discrepancia y sugerirle a las autoridades de la Isla que hagan un compromiso público de aceptación del prójimo, sea cual sea su tendencia política. Devolver a los compatriotas de la diáspora su derecho a entrar, radicarse o salir libremente del país, sería otro acto histórico de justicia que eliminaría la dolorosa y artificial separación entre «cubanos de dentro» y «cubanos de fuera».
La nación de ‘Cachita’ está necesitada de un nuevo proyecto de futuro que incluya un alivio económico y devuelva a los ciudadanos el derecho a la libre asociación y a la libre expresión
Nada más tocar suelo cubano, el papa se percatará de que la nación de Cachita está necesitada de un nuevo proyecto de futuro que incluya un alivio económico y devuelva a los ciudadanos el derecho a la libre asociación y a la libre expresión. En las circunstancias que vive Cuba, urge además un proceso de entendimiento que haga saber a los cubanos que hay vida después del autoritarismo. Que es posible tener un país próspero sin fingir una filiación política, doblegarse a un partido ni ofrendar a los propios hijos en el altar del adoctrinamiento ideológico. Es hora de terminar este absurdo y entrar de lleno en el siglo XXI, con todas las ventajas y los riesgos que eso significa.
Tampoco debe esperarse más para liquidar los oprobiosos actos de repudio que enfrentan a cubanos con cubanos. Esos piquetes que usan el grito, el insulto y el odio para intimidar a personas indefensas deben ser condenados al pasado de nuestras vidas. Que el báculo y la mitra contribuyan a impulsar un proceso de sanación nacional, donde las víctimas y los victimarios reconozcan su papel de simples piezas en un tablero de polarización que ha servido para que el miedo no deje paso a la conciencia cívica.
Será difícil para Francisco superar aquel enero de 1998 en que Juan Pablo II insufló fe en los católicos de esta Isla y esperanzas en quienes no abrazamos ningún credo religioso. Ahora, el actual papa llega cuando parece que se cumplirá el vaticinio de Karol Wojtyła de que Cuba se abriría al mundo y el mundo a Cuba. Paquito, por su parte, podría pasar a nuestra historia nacional por alentar una nueva meta: «Que Cuba se abra a Cuba». Solo entonces Cachita dejará de escuchar tantas historias de separación y dolor, para ser la patrona de un país que mira hacia el futuro.