Calvo I de Moncloa, contra Roma
El mundo, en la cabeza de la señora Carmen Calvo, es como el de Enrique VIII. Cismático. Esto o aquello. La Moncloa de Sánchez se parece a la Inglaterra de la Reina Virgen no sólo en la imprudencia de sus ministros y la ‘persecución a los católicos’, sino por su apoyo a Flandes
La reunión de esta semana entre el Secretario de Estado del Vaticano y la vicepresidenta de Gobierno Carmen Calvo fue cordial. Tanto como las que sostendrían alguna vez Isabel I de Inglaterra y su hermana María Tudor, a la que detestaba por histérica y de cuyos embarazos imaginarios se reía a carcajada limpia. Pese a las exageraciones de Moncloa sobre la posibilidad de que la Iglesia impida que los restos de Franco acaben en la catedral de La Almudena y aunque el Gobierno intentara sacar pecho con lo de la pederastia, a Carmen Calvo le fue mal en Roma.
La vicepresidenta llegó a San Pedro –y salió de ahí- luciendo la diadema del mal humor que la acompaña a donde quiera que va. Anda beligerante la señora Calvo. Llegó así a la Moncloa. Con ese tono de institutriz estreñida por su propia superioridad moral. Comenzó advirtiéndonos la vicepresidenta de que el suyo se trataba de un gobierno feminista, de izquierdas y progresista. Desde entonces no ha parado de repetirlo, como si el resto de los ciudadanos que la escucháramos estuviéramos recogiendo firmas para recuperar el garrote vil o subastáramos a nuestras madres y hermanas por cinco chelines a la manera del alcalde de Casterbridge. El mundo, en la cabeza de la señora Calvo, es como el de Enrique VIII. Cismático. Esto o aquello.
Hay un tufillo a lo Isabel I en la señora Calvo y no porque podamos apodarla una Gloriana cordobesa, ni mucho menos…
El gobierno de Pedro Sánchez es, digámoslo, un gineceo de gallináceas institutrices. Mujeres severas y con aires de preceptoras, que regañan a los españoles al mismo tiempo que se reprenden entre ellas como las madres superioras a las novicias –de Margarita Robles a Dolores Delgado hemos visto no pocos episodios-. Pero hay algo todavía más llamativo de este gobierno, y no es sólo su perpetua tendencia a la rectificación y el entremés, sino un rasgo antipático que cobra en la señora Calvo su condición más evidente: un tic moral que esta semana ha salido a relucir no sólo en su reunión vaticana, sino en la fotografía de conjunto del gabinete que ella coordina.
Hay un tufillo a lo Isabel I en la señora Calvo y no porque podamos apodarla una Gloriana cordobesa ni porque sus años como ministra de Cultura de Zapatero vayan a convertirla en el equivalente al motor del esplendor isabelino –por mucho que quisiéramos, ni Almudena Grandes es Shakespeare ni Luis García Montero, Marlowe-. La Moncloa de Sánchez se parece a la Inglaterra de la Reina Virgen no sólo en la imprudencia de sus ministros y la persecución a los católicos, sino en su actitud conspiratoria hacia España.
De reina doña Carmen tiene más bien poco, aunque vaya por Moncloa poniendo firmes a los alabarderos y mandando a las mazmorras a los que se carcajean de Sánchez
En aquel entonces la reina Isabel I, empujada por su patriotismo y siendo la cabeza de la iglesia anglicana, fue contra la España de Felipe II. Los ingleses se dedicaban entonces a hundir las naves españolas que venían de las Indias y torpedeaban cualquier empresa próspera. Pero había algo más. Una acción que, cinco siglos después, repiten con mayor notoriedad Calvo, que se comporta cual regina. Como la Inglaterra de Gloriana, el gobierno de Sánchez ayuda a Flandes en detrimento del orden español. Isabel I lo hacía dándole armas y dinero a los díscolos nobles que ya urdían su leyenda negra, mientras que Calvo I de Moncloa lo hace dándole cuerda al mecate del agravio a Cataluña. Medra ahí donde puede rascar votos republicanos, dar cuartelillo a secesionistas y gusto a Podemos.
La Reina Virgen, como solían llamar a Isabel I, gobernó sola hasta su muerte. Su reinado trajo esplendor y barrió con mano de hierro anglicana la influencia política del catolicismo en Occidente. No será ése el caso de la señora Calvo. Ella de reina tiene más bien poco, aunque vaya por Moncloa poniendo firme a los alabarderos y mandando a las mazmorras a los que se carcajean de Pedro Sánchez, que en relación a ella más parece un hijo poco aventajado, un mozalbete cobardón y frívolo que se acerca a las líneas rojas como quien salta la comba.