Cine y TeatroCultura y Artes

Cannes 2025: el otro cine

Tres películas que señalan caminos más audaces que muchas de las presentadas en la sección oficial del festival más influyente del mundo.

 

 

Escribo estas líneas en los primeros días del Festival de Cannes 2025, así que no puedo decir gran cosa de la selección oficial de este año. A bote pronto, todo parece indicar que el más reciente filme de Lynne Ramsay, Die, my love (2025), basado en la provocadora novela de Ariana Harwicz Matate, amor (2012), ha recibido los suficientes elogios como para imaginar que la película, su directora o su protagonista, Jennifer Lawrence, podrían recibir algún reconocimiento, pero la experiencia nos dice que, para bien y para mal, todo puede esperarse del jurado de cualquier festival, incluyendo el más influyente del orbe, como lo es Cannes –y si lo duda, basta recordar el nefasto botón de muestra del año pasado, cuando el jurado encabezado por Greta Gerwig premió el impresentable bodriazo Emilia Pérez (Audiard, 2024).

Mientras sabemos más de la competencia oficial y de las decisiones del jurado de este año, encabezado por Juliette Binoche (que San Kieslowski y San Kiarostami la iluminen), he podido revisar lo que se exhibe en las secciones paralelas de Cannes, que es donde se suele encontrar un cine más original y propositivo. Por ejemplo, el año pasado se pudieron ver cintas de la talla de Simón de la montaña (Luis, 2024) en la Semana de la Crítica, L’histoire de Souleymane (lojkine, 2024) en Una cierta mirada y Lenguaje universal (Rankin, 2024) en La quincena de los realizadores.

Por lo que he podido ver hasta el momento, algo similar sucede este año con algunas de las cintas seleccionadas en las secciones paralelas que, más allá del resultado obtenido por cada cineasta –es decir, lo exitoso o malogrado de cada filme–, señalan caminos más audaces de lo que podemos encontrar en buena parte de las películas presentadas en la sección oficial.

 

Tómese el caso de O riso e a faca (Portugal – Francia – Brasil – Rumania, 2025), quinto largometraje del veterano cineasta reaparecido Pedro Pinho (su cinta previa, La fábrica de nada, de 2017, fue ganadora del FIPRESCI en Cannes ese mismo año, y vista en México en el FICUNAM 2018). Puede que la cinta –presentada en la sección Una cierta mirada– parezca a veces un exasperante eternometraje –tres horas y media son demasiadas para una historia repleta de digresiones, con varios callejones sin salida y un desenlace anticlimático–, pero lo cierto es que, tanto en la forma como en el fondo, no deja de resultar absorbente hasta su final en puntos suspensivos.

Sérgio (Sérgio Coragem) es un joven ingeniero portugués que llega a Guinea-Bissau a prestar sus servicios en una ONG europea encargada de revisar el impacto ambiental de un ambicioso proyecto carretero que va a realizarse en el interior del país. El idealista y concienzudo Sérgio se topa de inmediato no con los resabios del antiguo colonialismo europeo sino con un colonialismo actual, vivito, coleando y criminal –no por nada el predecesor de Sérgio desapareció sin dejar rastro alguno. Mientras hace su trabajo, el ingeniero hace migas y algo más con una ingobernable jovencita empelucada llamada Diara (Cléo Diara) y con un gozoso travesti brasileño llamado Gui (Jonathan Guilherme), quienes le moverán el piso en más de un sentido.

En la forma, la cámara de Ivo Lopes Araujo cambia caprichosamente de formato a lo largo del filme –de uno académico y con los bordes redondeados, cual fotografía antigua, a un widescreen clásico de filme épico–, siguiendo al deambulante Sérgio en la comprensión del terreno social, político, económico y cultural que está pisando, mientras resuelve –o deja sin resolver– su propia identidad sexual y existencial. Ese cambio constante de formato es equivalente al cambio de piel de la historia, que pasa del drama social al thriller al cine erótico al documental entre una escena y otra. Fascina y desconcierta en partes iguales, pero el interés no decae jamás.

Militantropos (Ucrania – Francia – Austria, 2025), presentada en La quincena de los realizadores, es mucho más disciplinada, en la forma y en el fondo, debido, en gran medida, a su temática.

 

 

 

 

Este documental, dirigido a seis manos por Alina Gorlova, Yelizaveta Smith y Simon Mozgovyi, nos presenta la vida cotidiana y la vida bélica –que es básicamente la misma– en la Ucrania contemporánea en guerra. El neologismo creado para titular al filme nos explica el sentido del mismo desde el inicio: en la pantalla se nos informa que “milit” es soldado mientras que “antropos” significa ser humano. En otras palabras, un “militantropos” es el tipo de ser humano que aparece cuando hay un estado constante de guerra. Se trata de un nuevo ser humano, acostumbrado a vivir –y a morir– en medio de la guerra.

Formado por dos decenas de viñetas que cubren todos los aspectos de la guerra –desde el entrenamiento de voluntarios civiles a la despedida de las familias de combatientes que huyen hacia Occidente, pasando por la visión de unos soldados viendo un juego de fútbol en la televisión, un par de ancianas cantando canciones tradicionales, un apicultor haciendo su trabajo como si nada estuviera sucediendo y muchas otras escenas más–, Militantropos crea un mosaico de existencias en el límite que, sin embargo, no pueden renunciar a cantar villancicos navideños en un centro comercial, por más que luego tengan que ir a enterrar a uno de sus combatientes. Como dice una de tantas leyendas que aparecen a lo largo del filme, “un militantropos elige la guerra como la única opción para existir”. Así es la vida, cuando se quiere seguir viviendo.

Otro tipo de apocalipsis es el que sucede al inicio de Planètes (Francia-Bélgica, 2025), ópera prima de la japonesa avecindada en Francia Momoko Seto, cinta animada presentada en competencia en la Semana de la crítica y que, además, opta de manera automática por el premio de la Cámara de Oro, pues se trata del primer largometraje de la directora.

 

 

 

Sin diálogos ni explicación en pantalla de ningún tipo, con la música y el diseño sonoro de Nicolas Becker y Quentin Sirjacq como único y perfecto acompañante de esta emocionante odisea floral (Dandelion’s odyssey es el título en inglés de la cinta), he aquí la historia de cuatro semillas de diente de león que salen volando de la atmósfera terrestre después de una explosión nuclear que, se entiende, ha destruido nuestro planeta.

A lo largo de los 75 minutos de duración de este fascinante filme casi abstracto, vemos cómo las cuatro semillas terminan viajando a otro planeta, en donde buscarán asentarse para enterrarse, crecer, florecer y seguir el ciclo natural de la vida. La premisa suena muy similar a la exitosísima y oscareada Flow (Zilbalondis, 2024), que también fue presentada en Cannes el año pasado, en la sección Una cierta mirada, para luego arrasar, semanas después, en Annecy, el festival de cine animado más importante del mundo.

Este es el camino que seguirá también Planètes, pues está programado para competir en el festival de Annecy de este año. Veremos si repite la gracia de Flow, porque tiene con qué, pues la realización –que mezcla la animación  digital con fotografías reales en time lapse– es muy imaginativa. Más aún: Seto y su equipo de producción logran transmitir las “emociones” de las cuatro semillas protagónicas –sus miedos, sus alegrías– en la medida que pasan por cada prueba de supervivencia en ese extraño planeta en el que se topan con flora y fauna desconocidas.

Hacia el final de este extraordinario ejercicio animado/fotográfico/narrativo, la directora nos presenta el listado de todos los animales y las plantas que aparecen en el filme: 75 seres vivos con nombre y apellido –o sea, con su nombre científico de género y especie– que sirvieron de inspiración para crear y recrear a las plantas y animales con los que se encuentran nuestras cuatro semillas heroicas. No hay, por cierto, como en Flow, ningún homo sapiens a la vista, a no ser los responsables que lanzaron el ataque nuclear que sucede al inicio. Así como en Flow, en Planètes queda claro que las plantas y animales no nos necesitan para sobrevivir. Más bien, les estorbamos. ~

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba