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Carlos Alberto Montaner: Las 10 características comunes de los gobernantes populistas de izquierda o derecha

Llamarle “populista” a un político o un funcionario es una manera rápida y segura de descalificarlo.

¿Es “populista” su presidente? Llamarle “populista” a un político o un funcionario es una manera rápida y segura de descalificarlo. ¿Pero qué hace a estos personajes ser “populistas”? La reciente lectura, mucho más ampliada, de este decálogo inspirado en el breve ensayo de Jan-Werner Müller (What is populism), provocó que muchos de los asistentes a mi charla en México en la entrega del Premio Caminos de la Libertad, pensaran que hablaba de López Obrador. No era mi intención, pero si le sirve el sayo, que se lo coloquen. A mi juicio, lo interesante del término es que se aplica a la derecha e izquierda.

PrimeroEl caudillismo. Generalmente, el populismo comienza con la admisión de un líder o caudillo al que se le atribuyen todas las virtudes y se le asigna, de hecho, ser el gran intérprete de la voluntad popular. Alguien que trasciende a las instituciones y cuya palabra se convierte en el dogma sagrado de la patria. Mussolini, Hitler, Franco, Perón, Fidel Castro, Juan Velasco Alvarado, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, cada uno a su manera, son ejemplos de caudillos.

SegundoEl exclusivismo. Sólo “nosotros” somos los auténticos representantes del pueblo. Los “otros” son los enemigos del pueblo. Los “otros”, por lo tanto, son unos seres marginales que no son sujetos de derecho y merecen nuestro mayor desprecio. Chávez calificó de “majunches” a sus adversarios, un venezolanismo que quiere decir “tonto o inútil”.

TerceroEl adanismo. La historia comienza con ellos. De ahí el nombrepor Adán, el primer hombre. El pasado es una sucesión de fracasos, desencuentros y puras traiciones. La historia de la patria se inicia con el movimiento populista que ha llegado al poder para reivindicar a los pobres y desposeídos tras siglos de gobiernos entreguistas, unas veces vendidos a la burguesía local y otras a los imperialistas extranjeros.

CuartoEl nacionalismo. El nacionalismo es una creencia generalmente vinculada a la supuesta identidad nacional. Suele ser excluyente y derivar en racismo u otras formas de exclusión social. En el terreno económico conduce al proteccionismo o a dos reacciones aparentemente contrarias. El aislacionismo para no mezclarnos con los impuros, o el intervencionismo para esparcir nuestro sistema superior de organizarnos. En nuestros días, ese nacionalismo se transforma en “antiglobalismo”.

QuintoEl estatismo. Los populistas, casi siempre son estatistas. Creen que la acción planificada por el estado colmará las necesidades del “pueblo amado”. Tienden a no creer en el crecimiento espontáneo y libre de la sociedad. Los gobernantes populistas esperan la total sumisión de los creadores de riqueza. Intentan convertirlos, y muchas veces lo logran, en “buscadores de rentas”.

Sexto. El clientelismoLos gobernantes populistas no tienen partidarios, sino clientes que les deben cosas. Les encantan los “cazadores de subsidios”. Entienden que la política es para generar millones de estómagos agradecidos que les deben todo al gobernante que les da de comer y acaban por constituir su base de apoyo.

SéptimoLa centralización de todos los poderes. El caudillo controla el sistema judicial y el legislativo, o trata de hacerlo. La separación de poderes y el llamado check and balances son ignorados. En Venezuela cuando “los enemigos del pueblo” ganan unas elecciones, los gobernantes populistas crean un organismo paralelo y le traspasan los presupuestos y funciones.

OctavoLos funcionarios no están al servicio de la sociedad, sino de los populistas. Controlan y manipulan a los agentes económicos, comenzando por el banco nacional o de emisión, que se vuelve una máquina de imprimir billetes al dictado de la presidencia.

NovenoEl doble lenguaje. La semántica se transforma en un campo de batalla y las palabras adquieren una significación diferente. “Libertad” se convierte en obediencia, “lealtad” en sumisión. Patria, nación y caudillo se confunden en el mismo vocablo y se denomina “traición” cualquier discrepancia.

DécimoLa desaparición de cualquier vestigio de cordialidad cívica. Se utiliza un lenguaje de odio que preludia la agresión. El enemigo es siempre un gusano, un vende-patria, una persona entregada a los peores intereses. Ese es el antecedente de la destrucción del otro. Antes de aplastarlo hay que eliminarle cualquier vestigio de humanidad.

Insisto: ¿Es populista su presidente? No necesita adoptar las diez características. Basta con cinco de ellas.

 

*El autor publica muy próximamente Sin ir más lejos, sus memorias personales. Editorial Debate, un sello de Penguin-Random House.

 

 

 

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