Carlos Granés: Las elecciones y el bloquismo
«Para las presidenciales ni quien lidera el pelotón, el PP, ni mucho menos el perseguidor, el PSOE, podrá gobernar en solitario»
Es verdad que resulta mucho más fácil enfrentarse a los problemas nacionales con sensatez y racionalidad cuando no se aspira a conquistar el poder o a retener un cargo público, pero aún así tiene mérito, y mucho, lo que ha hecho Felipe González. Como viejo zorro que es, observador de la debacle socialdemócrata en países como Francia e Italia, sabe perfectamente que un partido no desaparece cuando pierde el poder sino cuando pierde el norte, cuando traiciona las ideas que lo estructuran, los principios y valores que lo fundamentan. Y seguramente también sabe o sospecha o intuye que un político como Pedro Sánchez, a quien no lo definen sus aciertos sino sus mentiras, el cruce constante y desvergonzado de las líneas rojas que él mismo se ha impuesto, puede no ser un peligro para España pero sí para el PSOE.
Por eso ha salido en público a decir lo evidente. Que aquí lo que nos está envileciendo no es la discrepancia entre la derecha y la izquierda, Sánchez o Feijóo, PSOE o PP, sino las alianzas que ambos partidos están forzados a sellar cuando ganan unas elecciones sin mayoría absoluta. Y, según todas las encuestas disponibles, para las presidenciales ni quien lidera el pelotón, el PP, ni mucho menos el perseguidor, el PSOE, podrá gobernar en solitario. Eso es lo más parecido a la realidad, la roca contra la que se estrella la pala. Si el PSOE tiene una buena jornada en las urnas y logra gobernar, inevitablemente tendrá que hacerlo con la venia de Bildu y sus exterroristas, y con la de ERC y sus nacionalistas cerriles, confesos y orgullosos enemigos de las instituciones democráticas españolas. Y si el ganador es el PP, como pronostican las encuestas, su investidura dependerá del sí de los niños (terribles) de Vox, es decir, de la ultraderechita performática a la que le va la marcha y le gusta transgredir valores establecidos y escandalizar pisoteando los derechos de las minorías.
Eso es lo que nos espera. Otra legislatura con un Sánchez diciendo que no va a traspasar nuevas líneas rojas y traspasándolas con cara de palo cuando su cargo dependa de ello, un Gabriel Rufián y un Arnaldo Otegui desatados, ansiosos de poner sobre la mesa un referéndum de autodeterminación para Cataluña y el País Vasco, y una Yolanda Díaz en babas delante de los populistas y autócratas latinoamericanos, promoviendo un wokismo ibérico que fragmente aún más la ciudadanía en archipiélagos de identidades victimizadas.
«Con ello sólo han conseguido que la política vaya para ningún lado, y que el arte vaya para el basurero de la historia»
Eso o un PP cogobernando con un Vox hambriento, que sabe que el efecto del Viagra dura poco y debe aprovecharlo mientras esté en la cama con el PP, por supuesto a costa de Feijóo. De su moderación y del poco interés que el gallego tiene en calzarse una armadura para salir al patio de recreo a batirse en una guerra cultural, niñoterribilistas contra wokistas, pañal va, pañal viene, como si los asuntos de Estado se hubieran confundido con los problemas culturales y ahora, convertidos en infantes rebeldes, los políticos prefirieran transgredir los valores de la transición que la sociedad ha asimilado, y los artistas, mutados en curas moralistas, tuvieran como misión salvar el mundo de sus vicios y desgracias. Con ello sólo han conseguido que la política vaya para ningún lado, y que el arte vaya para el basurero de la historia.
Por eso tiene mérito lo que dijo Felipe González. La manera obvia de evitarnos este espectáculo, que por momentos es infantil –no en vano las elecciones se las juegan los candidatos ante hormigas de peluche- y por momentos enfermizo, es dejar que gobierne la lista más votada y que el ganador se vea forzado a negociar con la oposición las leyes y los presupuestos. No sólo el Congreso volverá a ser, de ocurrir esto, un escenario de debates parlamentarios adultos, sino que perderán relevancia y peso los partidos antisistema que se mueven bien y medran cuando el PSOE y el PP pierden la centralidad y se les olvida que son partidos de Estado. Mientras esta lógica absurda siga prevaleciendo, se frotarán las manos todos los radicales, de izquierda y de derecha, que han echado panza con sueldos oficiales y cobrado un protagonismo inmerecido en esta España infantilizada.