Carlos Malamud: “Ortega es neosomocista, su izquierdismo es una falacia”
Es un régimen autoritario que no se define por buscar el bienestar del pueblo, sino por atornillarse en el poder, valora investigador argentino
El sandinismo como una extensión disfrazada de un socialismo que carga con todos los vicios y pecados de la dictadura somocista. Así define el modelo de Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, Carlos Malamud, investigador argentino del prestigioso centro de pensamiento Real Instituto Elcano, radicado en Madrid, y catedrático universitario.
Malamud advierte del peligroso avance del autoritarismo en Latinoamérica, y cuestiona la efectividad de la Carta Democrática Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA) para frenar estos procesos autoritarios.
En esta entrevista con CONFIDENCIAL, Malamud señala las particularidades del modelo autoritario de Gobierno impuesto por el orteguismo y como manipula su supuesta ideología izquierdista para asemejarse más a la dictadura somocista que el mismo Frente Sandinista combatió.
¿Cómo definiría al régimen nicaragüense? Hay quienes señalan que es una copia al carbón del modelo cubano o incluso al modelo de Corea del Norte…
Yo definiría al régimen nicaragüense como un régimen neosomocista. Evidentemente, tanto con la definición del modelo cubano, como la definición del modelo norcoreano, pues de alguna manera se intenta jugar con un lugar común al entorno del régimen nicaragüense, que es su cercanía o proximidad con el socialismo. Me parece que esto es algo que está bastante lejano de la realidad y de ahí, que para un régimen lentocrático como este, la definición de neosomocista me parece mucho más acertada. Sí, es verdad que desde la perspectiva del papel de la familia, como la familia Kim en Corea del Norte, la familia de Ortega Murillo tiene un papel preponderante en el Gobierno, pero también lo tenía la familia de Somoza. En ese sentido lo que cabría preguntarse para profundizar en esa vertiente socialista del régimen, es cómo funcionan las relaciones con los empresarios, cómo funcionan sus relaciones con las Iglesias, tanto la católica como las evangélicas, es decir, cómo funciona su relación con los distintos centros de poder y en ese sentido, cuál es el papel de las prácticas clientelistas que utilizan.
Este es un Gobierno que se denomina de izquierda, socialista, pero usted lo caracteriza como una extensión de una dictadura derechista, como fue el somocismo.
El izquierdismo de Ortega es una falacia por llamarlo de alguna manera. ¿Se puede definir como izquierdista, como socialista, a un régimen que vulnera sistemáticamente los derechos humanos, que atenta permanentemente contra la libertad de prensa? Me parece que lo que queda de izquierda o de socialismo en este régimen que se autoproclama sandinista es poco, casi nulo. Basta preguntar con antiguos aliados de Ortega, como Dora María Téllez o Sergio Ramírez u otros excomandantes sandinistas, qué tanto se puede encontrar en el régimen Ortega Murillo de izquierda o socialismo.
¿Si no hay izquierda o socialismo en el régimen orteguista, cuál sería entonces su base ideológica?
Es un Gobierno que se escuda en la bandera del socialismo para simplemente buscar una permanencia en el poder. Es un Gobierno que se define más por ser un régimen autoritario, que por buscar el bienestar del pueblo nicaragüense. Es la única manera de comprender que busque permanentemente, y no de ahora, sino de hace bastante tiempo, la mejor manera de atornillarse en el poder. Los mecanismos para hacerlo vienen primero de los pactos de Ortega con (Arnoldo) Alemán que le permite tener una legislación electoral hecha a su medida y semejanza, la reforma constitucional, la argumentación de que no permitírsele la reelección vulnera sus derechos humanos, eso me parece una falacia brutal, pero más brutal fue la acción represiva contra el pueblo nicaragüense en 2018.
En su columna publicada en Clarín usted mencionaba el papel relevante de los hijos de Ortega y Murillo en las estructuras de poder. Esto también puede significar que los preparan para continuar con el legado familiar, siempre manteniéndose en el poder…
Sí, pero esto no es algo que viene de ahora. La implicación de los hijos, tanto en las tareas de Gobierno como en negocios vinculados al Estado, es algo que no es nuevo. Si uno repasa, por ejemplo, con ese fallido perfecto de construcción del canal interoceánico de la mano de un inversor chino, pues ahí también veíamos a uno de los hijos presentes (Laureano Ortega Murillo).
¿Cómo vislumbra el proceso electoral de Nicaragua, con siete precandidatos presidenciales en la cárcel, entre ellos aquellos que gozaban de más simpatía, con solamente partidos políticos colaboracionistas participando? ¿Cuál es el futuro político de estos comicios?
Usted habla de proceso electoral, yo más bien diría que es una farsa. Si tuviéramos que aplicar un símil futbolista, deberíamos decir que la cancha no está inclinada. Está totalmente vertical. Es decir, aquel que no comulga con los planteamientos del régimen, pues es la ley de la gravedad, lo llevan abajo de una forma inexorable. Para que esto sea así, lo que se hizo desde el régimen no fue cambiar la ley de gravedad, sino moldear la legislación del país de 20 maneras diferentes. La ‘Ley Putin’, la ‘Ley Mordaza’, todas las leyes sancionadas fueron para controlar cualquier tipo o intentos de oposición, ya sea a partir de estructuras políticas o de la misma sociedad civil.
Dado este escenario, ¿cuál es la legitimidad de estas elecciones en Nicaragua ante la comunidad internacional?
Yo creo que muy poca. Evidentemente el concepto de comunidad internacional es muy amplio, hay de todo. Hay países como Venezuela, Cuba o Bolivia, cuyos Gobiernos van a aceptar el resultado de la elección, sea cual sea. Otros Gobiernos como China o el de Rusia, también supongo que aceptarán estos resultados sin cuestionar demasiado el trasfondo de lo ocurrido en el proceso. Pero, van a haber otros Gobiernos: Estados Unidos, por un lado, los de Unión Europea por otro, algunos Gobiernos latinoamericanos, Japón, Australia, Nueva Zelanda, que evidentemente van a cuestionar la validez y por lo tanto la legitimidad de estos comicios. Lo hemos visto, por ejemplo, en las últimas elecciones presidenciales en Venezuela. El régimen de Maduro, sin llegar a los extremos de Ortega, propició unas elecciones fraudulentas, donde las opciones que tenía la oposición de presentarse eran escasas.
¿El proceso emprendido por el orteguismo ha sido mucho más atropellado que lo ocurrido en Venezuela?
Yo creo que lo ocurrido en Nicaragua es más burdo. Es decir, el régimen venezolano no llegó en la última elección presidencial que ganó Maduro a los extremos que está teniendo el régimen nicaragüense en estos comicios.
La Carta Democrática Interamericana en la crisis nicaragüense. ¿Usted cree que en realidad pueda tener alguna incidencia para encontrar un camino a la solución pacífica a la crisis sociopolítica, con la Asamblea de cancilleres de la OEA prevista para octubre?
Desde su aprobación hace 20 años, la Carta Democrática Interamericana ha perdido fuerza, ha perdido vigencia, entre otras cosas, porque a partir de ese principio, que en sus días pudo tener validez, pero que desde mi punto de vista no tiene ninguna, que es la teoría de la no injerencia; que queda a gusto de los países, sobre cuando se habla de derechos humanos, libertades civiles básicas y derechos políticos. Eso hace que muchos países se abstengan de condenar a terceros países, pensando que en algún momento les podría pasar algo similar o por complicidades políticas e ideológicas. Lo cierto, es que yo dudo mucho que, en momentos como este, la OEA pueda llegar a tomar medidas contundentes contra el Gobierno nicaragüense, ni con el Gobierno venezolano.
¿Cuáles son las alternativas entonces que pueden quedar para destrabar la crisis en Nicaragua?
Es complicado, sobre todo teniendo presente que la solución solo va a salir de Nicaragua. Esto ya lo hemos visto en Cuba, en Venezuela y lo estamos viendo en Nicaragua. Es desde el país desde donde va a salir la solución. Evidentemente lo que hemos visto en este proceso, más allá de los excesos represivos del régimen nicaragüense, fue como todo este panorama fue allanado por la desunión de la oposición. Es que las opciones que tiene una posición unida son mucho mayores que las opciones que tiene una posición fragmentada.
Además de Nicaragua, también se ha referido a la situación de El Salvador como otro de los casos preocupantes de camino hacia el totalitarismo en Latinoamérica. ¿Cuáles son las particularidades del proceso del bukelismo en El Salvador?
Lo que podemos ver es que en otros casos semejantes, en la Venezuela de Hugo Chávez, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa, llegaron al poder con mayorías sólidas, ganando las elecciones, pero no por ello esto no implica que no hubiera un régimen autoritario o en camino hacia el autoritarismo, socavando precisamente los principios de las instituciones democráticas, sobre todo, los derechos de la minorías. Es muy curioso cómo todos estos regímenes autoritarios se amparan en decir que la legitimidad que tienen viene dada precisamente porque son la mayoría en la población. En realidad, en la democracia no solamente hay que respetar los derechos de las mayorías, sino también los derechos de las minorías, porque entre otras cosas, las minorías de hoy pueden ser las mayorías de mañana. El hecho de tener una legitimidad de origen por ganar ampliamente una elección, no debe permitir a los gobernantes desarrollar un programa de gobierno de acción que tienda, precisamente, a minar el funcionamiento de las instituciones democráticas y debilitar la separación de poderes.