Carlos Malo de Molina: “Los chavistas sienten pánico porque saben que no tienen salida”
El analista político español, que trabajó estrechamente con la oposición venezolana en la diagramación de una hoja de ruta para una transición democrática, sostuvo que “no falta tanto” para que se produzca un cambio en el país
A diez meses de que la Asamblea Nacional declarara ilegítimo al gobierno de Nicolás Maduro y nombrara presidente encargado a Juan Guaidó —reconocido por más de 50 países—, la salida de la crisis venezolana parece estancada. A pesar del agravamiento del desastre humanitario y de la acumulación de sanciones para ahogarlo financieramente, el régimen chavista continúa aferrado al poder.
Carlos Malo de Molina es analista político y asesor en distintos países de América Latina. Desde hace tres años trabaja con diferentes sectores de la oposición en la elaboración de un plan para lograr una transición ordenada hacia la democracia en Venezuela.
En ese contexto desarrolló una “hoja de ruta para la democracia”, que fue consensuada por los distintos grupos que participaron del proceso. El proyecto original tenía 25 puntos, que fueron luego resumidos en diez. Contempla la concesión de una amnistía a los miembros del régimen que cooperen con la salida, la constitución de un gobierno de transición —integrado por ocho miembros de la oposición y cuatro del chavismo— y la celebración de elecciones libres en un plazo de nueve a doce meses, de las que no podría participar el presidente provisional.
A pesar de los pocos avances que se produjeron en los últimos meses, Malo de Molina se mostró optimista en esta entrevista con Infobae. “Creo que no estamos tan lejos”, dijo. Si bien vaticinó que habrá un gobierno democrático a esta altura del año que viene, dejó en claro que será imperioso pagar algunos costos para que eso suceda. “El precio es dar una amnistía”, sostuvo.
—El año comenzó con el impacto que generó la irrupción de Juan Guaidó en la escena política venezolana y el desconocimiento de muchos países a la administración de Nicolás Maduro, pero termina con menos cambios de los esperados. ¿Cómo diría que está hoy el proceso de transición en Venezuela?
—En cualquier momento se puede desencadenar la solución o se puede enquistar como ahora. Pero soy optimista y creo que no falta tanto. Hacen falta algunos movimientos, pero hay mucha confusión de intereses cruzados de todo tipo a nivel internacional.
—Cuando surgió la figura de Guaidó, con todo el apoyo interno y externo que recibió, parecía inminente la salida de Maduro. Hoy, varios meses después, algunos analistas piensan que ya pasó su momento. ¿Cree que está en condiciones de recuperar la iniciativa?
—La iniciativa no es sólo de Guaidó. Él es parte importante y está haciendo un magnífico trabajo, pero es una operación de largo alcance. El 90% de la población está a favor de un cambio, el sistema está colapsado, es dictatorial y se han cometido crímenes de lesa humanidad. La economía no funciona y está estrangulada a niveles llamativos. En el mundo hay pocos países en los que hay hambre de verdad y en Venezuela hay, hambre profunda. Hay gente que puede morir de hambre o que está en situación de desnutrición grave.
El 90% de la población está a favor de un cambio, el sistema está colapsado, es dictatorial y se han cometido crímenes de lesa humanidad
—Hay un testimonio muy claro de la crisis humanitaria que es la impactante ola de emigrantes. Ya son más de cuatro millones y se estima que van a ser más. ¿Cómo influye esto políticamente? Porque en cierta medida funciona como una válvula de escape, porque quienes no aguantan más la situación no protestan, se van.
—Esto se produce en 15 días, en un mes, en tres meses o tarda mucho. Pero la situación es totalmente insostenible. Es verdad que la gente que sale de allí y luego manda dinero genera una entrada de divisas. Pero no funciona nada, está todo colapsado y sigue la delincuencia a límites insospechados. Así no creo que pueda aguantar nadie. Los que gobiernan tienen pánico más que miedo, porque son conscientes de la realidad de los problemas, saben que no tienen solución y que cada día que pasa es peor. Lo único que hay que ver es cuál es la fórmula de salida. Tiene que haber una transición. ¿Por qué? La cuestión es darle una salida al régimen y además estructurar, a partir de esa salida, una democracia. Una transición con control de la oposición, pero con la participación de parte de los actuales gobernantes, para ir levantando la situación, buscando recursos económicos y preparando las elecciones. Incluso con una reforma exprés de la Constitución que posibilite la doble vuelta, para no exigir que haya una unidad total de la oposición, porque eso facilitaría una situación de emergencia que no sería buena para el desarrollo democrático.
—Para que haya una transición en estas condiciones tendría que haber cierto tipo de negociación con algunos elementos del régimen. Esa instancia parece obturada en este momento. Hubo un intento de diálogo en Barbados, pero no dio frutos. ¿Cómo se puede llegar a esa negociación?
—Lo de Noruega y Barbados no era una buena vía. No se necesita un diálogo, sino algo de negociación. Creo que estamos cerca de llegar a un acuerdo sobre eso. Pero esa salida tiene que garantizar algunas cosas que son complejas. En caso de que acepten una salida inmediata, tiene que haber una amnistía, no puede ser de otra manera, desgraciadamente. Pero con un control y con algo de castigo a los culpables.
—¿Cómo sería esta amnistía?
—Si ellos se van mañana y posibilitan que se forme un nuevo gobierno, los más importantes se irían a un país determinado en el que no estarían en libertad total, sino bajo control de fuerzas internacionales, pero no se los podría tocar ni procesar. Y a las cientos de miles de personas relacionadas con el régimen, que podrían ser juzgadas, habría que amnistiarlas. Pero para que sea efectivo habría que exigir que todo el dinero mal habido que se les encontrara sea embargado y vaya al gobierno venezolano.
—De un modo u otro, esta oferta está sobre la mesa desde hace tiempo. El Departamento de Estado estadounidense ha planteado propuestas en esa línea. ¿Por qué si los miembros del régimen no la aceptaron en los últimos meses accederían ahora?
—Yo he hablado con mucha gente. No puedo decir nada porque estropearía lo avanzado, pero creo sería un modelo aceptable. Algunas de las cosas que he hablado con unos y con otros han salido, como esa posición del Departamento de Estado, que proviene del mismo eje. Llevo muchas conversaciones con distintos interlocutores desde hace años, y veo que esa solución es la más factible y estamos cerca de conseguirla.
—Uno de los factores que explican que Maduro continúe en el poder es que conserva el respaldo de los jefes de la Fuerza Armada…
—Yo no estaría seguro del todo de eso. No puedo decir mucha de la información que tengo y de lo que he hablado, pero creo que en la Fuerza Armada hay un acuerdo de hacer lo que tengan que hacer todos juntos. Ellos tienen clarito que lo que les gustaría es ser un instrumento de la paz y del desarrollo de un buen ejército del futuro, defensor del nuevo modelo democrático, donde no tengan un papel de liderazgo sino el que les corresponde en cualquier país.
—¿Usted dice que Vladimir Padrino López y otros jefes militares apoyan públicamente a Maduro, pero en la intimidad no lo respaldan y preferirían una transición?
—Hay un deseo generalizado de salir de esta situación, porque es invivible e insufrible para todos.
—¿Pero por qué no han dado el paso de decir que reconocen a Guaidó como presidente encargado?
—Porque a lo mejor no se han discutido los elementos clave. Creo que no estamos tan lejos, aunque no se puede pasar toda la vida estando cerca y sin conseguir nada. Pero esto no quiere decir que no se produzca. Sé que casi conseguirlo sería un desastre, sería no conseguirlo. Pero lo estamos rozando y es posible que se consiga. La base del Ejército lo tiene clarísimo. Los mandos intermedios diría que también. Y los mandos de arriba están a favor de una alternativa que sea integradora.
Me han confirmado desde adentro que los chavistas tienen pánico porque no tienen salida.
—Hay sectores de la oposición que plantean como única salida posible una intervención militar extranjera para deponer por la fuerza a Maduro. Otros piensan que sería muy peligroso y que podría terminar en un baño de sangre. ¿Cree que sería una alternativa viable?
—Es una alternativa. En una democracia lo importante es lo que piensan los ciudadanos, y la mayoría está muy a favor de esa alternativa. Pero creo que no es la que se va a producir. La presión sirve. Es bueno que el mundo entero sepa las dificultades del país y que cada día que pasa es peor, y que los protagonistas y responsables reflexionen y sepan que lo pueden tener muy feo. En las conversaciones que he tenido por un lado y por otro me han confirmado, desde adentro, que los chavistas tienen pánico porque no tienen salida. Evidentemente no es justo que se vayan de rositas, pero si es el precio por la puesta en marcha de un gobierno de transición, de las libertades y del comienzo de un proceso económico que se va a producir antes o después con ayuda internacional, pues habrá que pagarlo. Eso no significa que haya una negociación o un diálogo en igualdad. Se trata de imponer. Pero hay que pagar algo y el precio es dar una amnistía, que no se merecen, pero se paga, salimos, miramos para otro lago y nos despedimos todos. Yo siempre hablé de 40 dirigentes, que tendrían que irse a un país, quedando medio recluidos, medio en libertad, pero bajo control, y que nunca puedan volver al país.
—¿Cree que va a haber democracia en Venezuela de acá a un año? ¿Qué debería ocurrir ahora para que eso suceda?
—Creo que sí va a haber. No sé si el pesimismo es de gente pesimista o de personas interesadas en bombardear el sistema, pero creo que va a haber. Evidentemente, los chavistas se tienen que ir del país y tienen que estar controlados, debe hacerse un gobierno de transición, y tiene que haber elecciones en las que se puedan presentar todos los partidos, aunque el presidente del gobierno de transición no debería poder postularse. Para preparar todo están los nueve o doce meses de transición. Para preparar al Ejército para esa nueva etapa, en la que ellos estarían orgullosos de hacer ese papel. Y paciencia, trabajar mucho y que no se crucen intereses como las luchas políticas internacionales.