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Carmen Posadas: Abrazando vacas

This California Farm Is Offering 'Cow Hugging' Therapy Sessions | iHeart

 

Hace unas semanas les contaba que, para escapar de la realidad que cada día nos sorprende con algún nuevo horror y/o disparate, me había dado por sumergirme en la orgía perpetua de la frivolidad y les hablaba de mi nueva ‘ídola’ Georgina, la pareja de Cristiano Ronaldo. Ahora ando un poco cansada de las tontunas de las Georginas, de las Meghan Markle y de otros especímenes similares, así que creo que me voy a dedicar al cow cuddling.

Ah, ¿que no saben lo que es? Yo tampoco, hasta que leí la noticia en The Guardian. Por lo visto, lo ultimísimo para combatir el estrés, conjurar el estruendo del mundanal ruido y abstraerse de lo que está pasando a nuestro alrededor es… abrazar vacas. Emma Beddington, la colaboradora del Guardian que probó dicho método en una granja de Yorkshire, dice que ha sido una experiencia cuasi religiosa y una bendición. Ella iba con reparos porque, según explica, aunque no es una persona antivaca, confiesa que no invitaría a una «a quedarse en su casa con un vodka-tonic y un baño de espuma».

Los devotos de la vida sana se caen ahora de un guindo al descubrir que los animales y toda la naturaleza son la mayor fuente de bienestar

Me reconfortó saberlo porque, aunque yo tampoco soy una persona antivaca (a ver quién es el guapo que se atreve a confesar que lo es en estos tiempos hipercorrectos en que vivimos), lo cierto es que me inspiran bastante respeto. No hace mucho, en La Vera, cerca de la casa de campo de mi hermana Dolores, nos encontramos una, grande como un armario de dos puertas, y del susto casi me tiro a una charca infestada de renacuajos que por allí había.

Sea como sea, el caso es que en Inglaterra abrazar vacas se considera la experiencia wellness del momento y está demandadísima, pese a que cuesta cerca de sesenta euros por persona y hay lista de espera de meses. De hecho, la gente peregrina desde lugares tan remotos como Hawái para conocer la Granja Dumble, que es donde han puesto de moda el invento. Por lo visto, sus dueños –Will, su mujer, Fiona, y su hermano James– se dieron cuenta de que su hasta entonces próspero negocio lechero iba cada día peor. Decidieron, por tanto, vender las vacas, pero a cinco de ellas les tenían tanto cariño que se les partía el corazón y decidieron conservarlas: así nació el cow cuddling.

Lo primero que tuvieron que hacer fue someterlas a un proceso de entrenamiento de cara a su nueva función. Había que acostumbrar a Nube, a Carita Suave y al resto de las ‘terapistas’ a no asustarse de extraños; también a dejarse achuchar y a no respingar cuando sus pacientes les tironearan de las orejas o de las ubres. El efecto benéfico de los animales en niños o adultos con diversos tipos de carencias o patologías es más que conocido. Desde siempre se sabe que caballos, perros, gatos y hasta delfines son terapistas muy eficaces. Trastornos del espectro autista, niños hiperactivos, adultos con problemas de agresividad, etcétera; todos se ven beneficiados por estas terapias. De hecho, en Uruguay, por ejemplo, la hipoterapia, o «tratamiento que usa los movimientos de un caballo para lograr respuestas deseadas en una persona en función de su discapacidad», se usa desde hace años y con gran éxito y beneficia por igual a pacientes con capacidades diferentes, no solo psicológicas, también físicas y motrices.

Por eso, no crean que me estoy riendo de los abrazadores de vacas, todo lo contrario. Lo que me hace gracia es que se haya convertido en el último grito entre los devotos de la vida sana. Parece que se caen ahora de un guindo descubriendo que los animales y toda la naturaleza en su deslumbrante esplendor son la mayor fuente de bienestar que existe. Y no hace falta abrazar vacas. Basta con sentarse bajo un árbol, ver correr un riachuelo, observar nubes y deslumbrarse con el volar sincronizado de una bandada de estorninos para sentirse bien. Sin tener que viajar de Hawái a Yorkshire; sin hacer una cola de meses para achuchar a Nube o darle un terrón de azúcar a Carita Suave. Porque la mejor terapia que existe está al alcance de cualquiera y, además, es baratísima.  Esta idea de que la naturaleza es la mejor terapeuta que existe me recuerda una de mis máximas de vida favoritas y es aquel proverbio chino que dice: «Si quieres ser feliz un día, emborráchate; si quieres ser feliz una semana, cásate; y, si quieres ser feliz toda la vida, planta un jardín».

 

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