Carmen Posadas: Cuando a la realidad le da por imitar pelis malas
Si creen que lo habían oído todo en materia de dislates, esperen a oír este. Y no, esta vez no voy a hablar de política patria, aunque lo que voy a contarles bien serviría de metáfora. Leo en The Guardian el siguiente titular: «Auge de los ‘tours de ratas’ en Nueva York infestada de roedores». A esta ciudad nunca le han faltado atractivos turísticos, pero el no va más del momento es este: ratas y más ratas que chillan y se pelean a la puerta de un par de restaurantes mientras un grupo de turistas las jalean, las animan. Algunos de estos roedores les corren incluso entre las piernas –¡qué subidón, qué chute de adrenalina!– mientras ellos inmortalizan la experiencia con sus móviles, felices de pensar en los miles de likes que cosecharán en las redes.
En eso consiste lo que ahora llaman ‘turismo de ratas’, y a mí, que tengo fobia a todos los roedores y verdadero pavor a las ratas, no se me ocurre peor pesadilla. Una que me hace revivir Las ratas de las paredes, un aterrador cuento de Lovecraft que de niña me tuvo semanas sin dormir. Y, sin embargo, ya ven, desfasada que es una, ahora lo chic es ir a codearse con ellas en las calles más mugrientas y apartadas. O en las más céntricas también, pues, por lo visto, la plaga en Nueva York es de tal magnitud que las ratas ya no se toman la molestia de ocultarse, como han hecho toda la vida, sino que se exhiben como prima donnas. Kenny Bollwerk, que previamente ya era una estrella de TikTok, decidió convertirse en guía de roedores después de darse cuenta de que sus retransmisiones en vivo de ratas corriendo aquí y allá en los más emblemáticos barrios de Nueva York cosechaban cada vez más seguidores.
Ratas y más ratas que chillan y se pelean a la puerta de un par de restaurantes mientras un grupo de turistas las jalean
Bollwerk (que, según confiesa, tiene miedo a las ratas, cosa que me permito poner en duda) dice que comenzó a ver el filón comercial cuando, al colgar peleas de roedores, empezó a recibir multitud de mensajes de turistas que solicitaban acompañarle. «Entre mis clientes he tenido parejas, grupos de amigos, hombres de negocios, familias con niños y grupos venidos de otros estados y de otros países. Es increíble cuánto ayuda una iniciativa así a unir a las personas», asegura Bollwerk, que, según dice a continuación, lo hace para «poner en evidencia la plaga de ratas y tratar de ayudar a los vecinos de zonas tomadas por los roedores», aunque reconoce que su iniciativa le ha permitido conocer a «gente muy cool que no habría conocido de otro modo». Así que ya saben, si quieren ser chic y conocer gente cool no dejen de apuntarse a un rat tour, que es lo último de lo último. Yo no voy a Nueva York desde antes de la pandemia, pero, entre el turismo roedor y los zombis del fentanilo, sospecho que al menos parte de la ciudad debe parecer un tráiler de Hood Rat.
En lo que se refiere al fentanilo, me temo que aún no hemos visto más que el comienzo de los estragos de esta droga inmisericorde que amenaza con convertir no solo Nueva York, sino todas las grandes urbes del mundo occidental, en nuevas versiones de La noche de los muertos vivientes o Invasión zombie. ¿Qué está pasando con la realidad? ¿Por qué se parece cada vez más a las pesadillas imaginadas tanto por escritores como por guionistas de cine, sobre todo los de películas de serie B? Incluso sin tener que hablar de la tan traída y llevada inteligencia artificial o la manipulación genética, cada vez son más los acontecimientos que alertan de que algo, y no precisamente deseable, está pasando en las sociedades avanzadas. Los amantes de las conspiraciones dirán que detrás de todos estos hechos está la negra mano del Grupo Bilderberg. O los chinos. O Elon Musk, o cualquier otro megamultimillonario grillado y caprichoso.
Como yo no creo en las conjuras, me inclino a pensar, simplemente, que los sueños de la razón (también los del progreso y los avances médicos, unidos al tedio y egotismo de las sociedades avanzadas y satisfechas) crean monstruos. Ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia. Después de que una civilización alcanza su apogeo, viene la decadencia, la relajación de la ética y de las costumbres y el auge de los disparates. Está en nuestra naturaleza. Somos así y siempre hemos tropezado con la misma piedra. ¿Pero no deberíamos haber aprendido algo a estas alturas de la película?