EconomíaEleccionesPolítica

Carmen Posadas: “Es la economía, estúpido”

Poco antes de que se celebraran las elecciones en la Comunidad de Madrid, se hicieron públicas unas interesantes declaraciones de Iván Redondo efectuadas tiempo atrás. En ellas, el spin doctor de la Moncloa recordaba una frase que se hizo famosa en la campaña electoral de 1992. Por aquel entonces, un bisoño Bill Clinton se presentaba como candidato contra un George Bush (padre) en el apogeo de su popularidad. Un noventa por ciento de los norteamericanos apoyaba su gestión, que contaba en su haber fulgurantes éxitos en política exterior, como el fin de la Guerra Fría y la guerra del Golfo. Siguiendo el consejo de sus asesores, Clinton centró la estrategia a seguir en varios puntos, el primero de los cuales se haría célebre. «Es la economía, estúpido». Aunque la frase estaba pensada para consumo interno, pronto se convirtió en   eslogan informal de campaña y acabó siendo decisiva a la hora de cambiar las tornas y derrotar a Bush. Según Iván Redondo, esa consigna, adaptada al mundo actual, se ha convertido en «son las emociones, estúpido». «Son tres las emociones con las que se puede jugar en una campaña electoral», explicaba él a la audiencia. «La primera es el miedo; la segunda, el rechazo; y la tercera, la esperanza. Es obvio que los tiempos han cambiado y que ahora lo que cuenta son los sentimientos. ¿Por qué? Porque yo primero me emociono y luego pienso».

 

No se puede decir que el estratega de la Moncloa sea inconsecuente con sus postulados, y su táctica le ha dado considerables réditos hasta el momento. Producto de ella son, por ejemplo, los mensajes apocalípticos de «que vienen los fascistas»; la polarización deliberada de la sociedad y todos los lodos que trajeron aquellos polvos. En cuanto a la afirmación de que lo que prima ahora son los sentimientos por encima de la razón y de la inteligencia, también me parece evidente el diagnóstico de Redondo. Fenómenos como el independentismo catalán o el triunfo de Trump en el 2016 no se pueden explicar de otro modo. Y, sin embargo, de pronto se convocan elecciones en Madrid y el resultado que arrojan hace pensar que tal vez el «son las emociones, estúpido» ya no es tan indiscutible como antes.

 

Isabel Díaz Ayuso

 

Es cierto que Isabel Díaz Ayuso también ha intentado apelar a los sentimientos de los votantes. Sin ir más lejos, su lema de «Socialismo o libertad» va en esa línea. Pero, si uno baja al detalle de los resultados de las elecciones, es fácil comprobar que el voto de los madrileños ha sido más pragmático que emocional. Así lo corrobora el hecho de que el PP haya ganado en todos los feudos de la izquierda, excepto en dos. ¿Se han vuelto de derechas –o fascistas, según la terminología actual– enclaves como Vallecas, Moratalaz y todo el llamado ‘cinturón rojo’ de Madrid? ¿Son repugnantes capitalistas los propietarios de pymes, de pequeños comercios, también los artistas, así como todos los que trabajan en el sector del ocio, el turismo y la restauración? ¿Se han vendido los madrileños por un plato de berberechos, como apuntó la vicepresidenta Calvo, o se les ha reblandecido el cerebro a aquellos que ganan novecientos euros al mes, como opina Juan Carlos Monedero?

 

Las explicaciones de lo sucedido que oigo por ahí apuntan unas a la particular personalidad de Isabel Díaz Ayuso;  otras a la polarización propiciada por extremistas; unas terceras a un deseo de los votantes de demostrar su rechazo al Gobierno de Sánchez, sus embustes y manipulaciones; mientras que unos cuantos apuntan a la desaparición de Ciudadanos del espectro político. Todos estos fenómenos han contribuido, y mucho, qué duda cabe, pero existe otro que a mí me parece fundamental. En el mundo feliz de la era prepandemia, los sentimientos jugaban un papel central, se podía uno preocupar por pavadas, regirse por pulsiones. Pero se produce entonces un cataclismo como el que estamos viviendo y hete aquí que la realidad se impone y lo importante pasan a ser los problemas reales: qué ocurrirá con mi negocio, con mi trabajo, con mi futuro. Por eso no es de extrañar que hayamos pasado de pronto de «son los sentimientos, estúpido» a «es la economía, tonto de remate». No sé qué estará cavilando ahora Iván Redondo, pero me da a mí que, cuando las habichuelas mandan, a los vendedores de humo se les complica un poquito la vida.

 

 

 

Botón volver arriba