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Carmen Posadas: La oscuridad que antecede al alba

«Todo troca, agora los mansevos son primero turcos y después judíos». Eso me dijo en español del siglo XV Raquel, dueña de una tienda de marroquinería en el Gran Bazar de Estambul, justo antes de añadir: «Muy triste, pero quién sabe, dicen que kuando mucho eskurese es para amanecer». Siempre me ha producido gran fascinación la historia de los sefardíes y de cómo, más de quinientos años después de abandonar España, conservan el idioma, también sus costumbres, e incluso algunos la llave de su casa de Toledo o de Sevilla.

Por eso, en mi última visita a Estambul, me apenó enterarme por Raquel, uno de los 15.000 descendientes de los judíos expulsados de la Península en 1492 que habitan en Turquía, que todo este bagaje cultural, que ha sobrevivido a exilios, pogromos, holocaustos y mil adversidades, está ahora a punto de desaparecer. Las razones son varias, pero la más obvia es que, en la era de Internet, teléfonos inteligentes, etcétera, se ha interrumpido la transmisión oral de padres a hijos. A través de esta cadena de conocimiento, y durante siglos, no solo el idioma, sino también leyendas, cuentos, sucedidos se han mantenido vivos. En la actualidad, en cambio, la última generación que habla ladino tiene alrededor de sesenta años y, a pesar de un muy meritorio esfuerzo por preservar su acervo, la globalización, la modernidad y las prisas a punto están de convertirlo en poco más que pieza de museo.

A través de mis nietos, descubrí que a los niños de hoy les aburren las repeticiones, esa pieza fundamental en la transmisión del conocimiento

Fue hablando con Raquel cuando me dio por reflexionar que lo que ocurre con el patrimonio cultural sefardí de alguna manera se puede extrapolar también al nuestro. Obviamente no hablo del idioma –el español goza de espléndida salud en el mundo entero–, pero sí del resto del bagaje cultural que compartimos con el de Occidente, como la mitología griega o las historias bíblicas, por ejemplo. ¿Cuántos niños de hoy saben quiénes son Hércules, Abraham o Espartaco? Y mucho me temo que los pocos que los conocen tienen de ellos las versiones Hollywood o Disney, en las que todo parecido con el mito ancestral es pura coincidencia.

Otro síntoma que descubrí a través de mis nietos es que a los niños de hoy les aburren las repeticiones. Hasta mi generación, o incluso hasta la de mis hijas, a los pequeños les encantaba que les contaran mil veces el mismo cuento. Tanto es así que, si al padre o madre se le ocurría introducir una ínfima innovación, de inmediato varias y muy disgustadas voces infantiles protestaban: «¡No, papá, no fue así!» o «¡Te has equivocado, mami! Pulgarcito (o Ulises o Jacob) nunca dijo tal cosa, sino tal otra». Habrá quien piense que contar el mismo cuento es muy cansino, pero lo cierto es que la repetición es pieza fundamental en la transmisión del conocimiento. En los albores de la civilización lo era, porque pocos sabían leer, y más adelante continuó siéndolo porque, además de grabar para siempre una historia, configura un ritual, una suerte de comunión entre quien narra y quien escucha.

Ahora, en cambio, esta cadena de conocimiento que va desde la noche de los tiempos hasta nuestros días parece haber perdido todo sentido. Porque ¿para qué tomarse la molestia de contar un viejo cuento de viva voz cuando existe Disney Channel? ¿Y a quién le importan las simplezas de Pulgarcito o los ardides de Ulises cuando lo que a los niños les pirra son las frenéticas aventuras de Spiderman o Batman? Que un niño prefiera a Batman antes que a Ulises y a Spiderman antes que a Jacob o Goliat no tendría mayor importancia si sustituir a unos por otros no significase perder todos los referentes culturales sobre los que, a lo largo de milenios, se han construido el arte, la filosofía, la literatura, la música. ¿Se puede entender a Botticelli, a Goya o a Velázquez sin tener idea de quiénes son Venus, Saturno o Vulcano? ¿Y comprender a Freud o Camus sin la mitología griega o a Thomas Mann y a Emmanuel Carrère sin conocer a los más elementales personajes bíblicos?

No quiero ponerme demasiado alarmista con esto de que estamos sustituyendo mitos ancestrales por héroes de Marvel, de modo que volveré al comienzo de estas líneas para tomar prestada la frase que mencionó Raquel al explicarme que las nuevas generaciones ya no se interesan por su acervo. «Kuando mucho eskurese es para amanecer», fue el retazo de sabiduría al que recurrió para expresar su esperanza. Un viejo proverbio castellano que los sefardíes han transmitido de padres a hijos desde 1492 hasta el presente y que confío  siga siendo certero.

 

 

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