Cultura y Artes

Carmen Posadas: Los extremos se tocan

Al menos esta vez no la han ‘cancelado’ ni colgado por los pulgares en las redes. Al contrario, con uno de sus tuits ha conseguido que una de las grandes universidades norteamericanas se avenga a modificar su glosario LGBTQ. Hablo de J. K. Rowling y su meritoria cruzada contra el lenguaje políticamente correcto.

Dirán ustedes que estoy poniéndome muy pesada con el tema, pero, por favor, escuchen esta: resulta que la Oficina de Diversidad de la Universidad Johns Hopkins decidió dar hace un par de semanas una nueva definición del término ‘lesbiana’. «Lesbiana –rezaba el glosario– es un no-hombre que se siente atraído por otros no-hombres». A renglón seguido venía la siguiente explicación: «Mientras anteriores definiciones de lesbiana se referían a una mujer que emocional y románticamente sentía atracción hacia otras mujeres, nuestra propuesta, más acorde con el sentir de los tiempos, engloba a personas no-binarias que pueden identificarse con esta tendencia».

La nueva definición de la universidad Johns Hopkins sobre lo que es una mujer es casi idéntica a las más antiguas y casposas

En cuanto al concepto ‘hombre gay’, esta es la definición  que figura en el mismo glosario: «Se trata de un hombre que emocional, romántica o sexualmente se siente atraído por otros hombres». Al leer ambas entradas, la autora de Harry Potter (a la que hace un par de años casi linchan por decir que a quienes ahora definen como «personas que menstrúan» antes solía llamárselas, simplemente, ‘mujeres’), jugándose el bigote –calculo que tal como está el mundo también nosotras podemos reivindicar nuestro derecho a tener bigote–, tuiteó: «’Hombre’: no requiere definición. ‘No-hombre’ (antiguamente conocido como ‘mujer’) es ahora un ser definible únicamente en referencia al varón. Una ausencia, un vacío carente de masculinidad».

Lo que señala Rowling me parece interesante y a la vez sintomático. Como los extremos –o en este caso los extremosos– siempre se tocan, resulta que la definición políticamente correcta de la Johns Hopkins es casi idéntica a las más antiguas y casposas de lo que es una mujer. Una que concuerda, por ejemplo, con esta tomada de uno de los pasajes menos afortunados del Génesis: «Será llamada varona porque del varón fue tomada». O esta otra que corresponde a la cultura anglosajona: «Wo-man, tomado del inglés antiguo ‘wifman’, que infiere que la mujer está al servicio del hombre».

Total y resumiendo: qué manera de hacer un pan con unas tortas la de los biempensantes de la Johns Hopkins, y para ese viaje no hacían falta alforjas. Me encantaría saber qué opinan de todo esto Irene Montero, Ione Belarra y, muy especialmente, Lilith Verstrynge, que tiene un nombre tan paradigmático, y me explico: sucede que en la Biblia coexisten dos relatos de la creación del hombre y la mujer.

En el primero (Génesis 1:26-28) se dice: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, hombre y mujer los creó e insufló en ellos su espíritu». Más adelante, en Génesis 2:23-25, viene otra versión del mismo hecho. En esta se dice que Dios creó a Adán y, para que no estuviera solo, de su costilla extrajo a Eva. Bien, pues, basándose en este doble relato y según cierta tradición hebraica, Adán tuvo dos mujeres. La segunda, Eva, la tomada de la costilla del hombre, es la ‘varona’ de la que antes hablamos. La primera, en cambio, creada a la par que Adán, y a la que Dios insufló su aliento divino, es Lilith, la mujer libre que se negó a someterse a la obediencia del hombre y que, por tanto, fue expulsada del paraíso. Obviamente Lilith Verstrynge conoce el origen de su nombre y por eso me interesaría saber qué opina de la nueva definición de mujer promulgada por la Johns Hopkins. Me pregunto si, tal como ha hecho días atrás Martina Navratilova (defensora –y también parte– del colectivo LGBTQ), optará por mostrar públicamente su apoyo a J. K. Rowling en la controversia. O si, por el contrario, estará más en la línea de apuntarse a la moda de ‘no-hombre’ para denominar a las mujeres que se sienten atraídas por otras mujeres. Aunque, ahora que lo pienso mejor, esta Lilith de tan bello nombre no debe de estar para monsergas y controversias semánticas, por  feministas que sean, sino ocupadísima en asuntos más perentorios. Como evitar su eclipse total junto con las demás estrellas fugaces de Juntas Podemos, por ejemplo.

 


Botón volver arriba