Literatura y Lengua

Carmen Posadas: Malos de antes y malos de ahora

 

Gene Tierney, en «Leave her to Heaven» (1945, Que el cielo la juzgue)

 

En los demorados días del verano dedicados a mi deporte favorito, el dolce far niente (en el que soy campeona olímpica), dedico horas y horas a ver películas antiguas. Sobre todo el repertorio completo de Bette Davis u otras como Que el cielo la juzgue, en la que las protagonistas son malas malísimas. Los que me conocen me lo han oído comentar mil veces: me encantan los personajes malvados. En esto, como en tantas otras cosas, a contracorriente, porque lo que gusta ahora son los héroes, los buenos buenííísimos, también las víctimas, sobre todo si pertenecen a minorías oprimidas y discriminadas. A mí, en cambio, me postran.

La buena literatura sirve para vapulear, para confrontar, para fomentar la introspección y la autocrítica

Cierto que hay grandes películas y novelas en las que el personaje central es alguien colmado de virtudes a quien el destino somete a toda clase de dificultades e injusticias como Oliver Twist, Los miserables El idiota. Pero, como decía André Gide, solo con buenos sentimientos no se escriben buenas obras, de modo que la mayoría de los autores de esas pelis y libros chorreantes de buenismo no son más que manipuladores de sentimientos que se parecen a Dickens, Hugo o Dostoievski como un huevo a una castaña. Ocurre también, y es curioso de señalar, que buena parte de los más célebres personajes de ficción son individuos muy poco recomendables. Otelo es un maltratador y un asesino; Humbert Humbert, el protagonista de Lolita, un pederasta; Madame Bovary, una egoísta redomada; Scarlett O’Hara una frívola caprichosa; mientras que Heathcliff y Catherine, los protagonistas de Cumbres borrascosas, dos neuróticos autodestructivos que, si te tocan en el piso de al lado, acaba uno llamando a la pasma para que se los lleve cuanto antes a un psiquiátrico. ¿Cómo entonces han llegado a convertirse en personajes universales? ¿Cuál es el atractivo de los malos en la ficción y qué diferencia hay entre los de antes y los de ahora? A mi modo de ver, los malos de ahora no son malos, sino supuestas víctimas del sistema. Personas bondadosas a las que el cruel mundo ha convertido en malvados. Como el Joker de Batman, al que su madre maltrataba atándolo a un radiador. Pero hete aquí que su madre tampoco era mala. Si actuaba de ese modo, era porque ella también era una víctima de otras mil injusticias. Y es que (sugiero) una de las creencias más extendidas hoy es que todo el mundo es bueno. Si alguien actúa torcidamente es debido a que su papá le pegaba y su mamá nunca le dio un beso. Como si tener una infancia triste fuera eximente para todo. Como si todas las personas que han tenido una mala experiencia en la infancia acabasen convertidas en asesinos y psicópatas. Esta es la excusa universal hoy en día. Soy malo porque el mundo me ha hecho así, no es mi culpa, la culpa la tienen otros. Por eso, me irritan tanto los malvados de ficción de ahora. Primero porque no me los creo y segundo porque no sirven para lo que servían los malvados de antaño. Por un lado, para recordar a los ingenuos que, contrariamente a lo que nos venden, el mundo está lleno de lobos disfrazados de corderos. Y, por otro, porque los malos de antes cumplían una función psicológica más compleja pero también muy útil: poner al lector o al espectador ante sus propias contradicciones. Para que viéndose en el espejo de la ficción comprenda que todos, hasta el más virtuoso, tenemos rasgos oscuros y pulsiones muy poco recomendables. En realidad, esa ha sido siempre una función fundamental de la buena literatura. No pasarnos la mano por el lomo y reconfortarnos tontamente haciéndonos ver lo buenísimos que somos. Al contrario, sirve para vapulear, para confrontar, para fomentar la introspección y la autocrítica. También para avisar de que proceder de determinada manera tiene sus consecuencias. Los malos de ahora, en cambio, no cumplen ninguna de estas funciones. ¿Qué puede uno aprender del Joker, por ejemplo, o de Cruella, o de Maléfica, reconvertida ahora, abracadabra, en hada buena? Y tampoco parece casual que todos sean personajes del mundo infantil convertidos de pronto en héroes para adultos. Ya ven. Hasta los malos se han infantilizado. Tanto que ni asustan. ¿Pero cómo iban a hacerlo si solo van por ahí diciendo «¡bu!», igual que los fantasmas de pacotilla?

 

El trailer de «Leave her to Heaven» (Que el cielo la juzgue, Gene Tierney en un magnífico papel de villana).

 

 

 

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