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Carmen Posadas: Mejor seguir en la inopia

Sí, yo también la he visto. Me refiero a No mires arriba, la película de Adam McKay de la que todos hablan estos días. Cierto que la cinta es un poco larga, cierto también que flojea, sobre todo hacia la mitad, pero salvo estos detalles me pareció brillante. Para mi estupor, estoy descubriendo que soy de las pocas personas a las que le ha gustado.

Digo ‘estupor’ porque, a pesar de que estoy muy acostumbrada a que lo que a mí me gusta no le gusta a casi nadie, y lo que no me gusta chifla a todo el mundo, en este caso no me esperaba estar en minoría. No lo esperaba, primero, porque las pelis que levantan mucha polvareda tienden a tener furiosos defensores y furiosos detractores, y eso ayuda a la taquilla y logra que más gente desee ir a verla, aunque solo sea para hablar mal de ellas. En este caso, sin embargo, si vemos la valoración que los espectadores hacen de la obra de McKay, observamos un curioso fenómeno. Son escasas las personas que le dan cinco estrellas, pero son igualmente escasas las que le otorgan una o cero. En otras palabras, para la mayoría el veredicto es ni fu ni fa, mediocridad aplastante.

Hay un asteroide que tanto la NASA como la Casa Blanca saben que se estrellará contra la Tierra, pero da igual

Este dato me parece revelador porque las cintas que obtienen una clasificación intermedia acaban pasando sin pena ni gloria y desaparecen. Es pronto para decir si, después de un estreno tan auspicioso, No mires arriba pasará a engrosar el triste batallón de los superestrenos fallidos, pero de ser así, a mi modo de ver significaría que el título que McKay eligió para esta metáfora de nuestro tiempo no puede ser más profético.

Cuenta él que la idea se le ocurrió hablando con un amigo periodista. Este le comentó lo frustrante que resultaba informar sobre el cambio climático porque, a pesar de que casi todo el mundo reconoce que estamos viviendo una emergencia, nadie hace nada al respecto. «Es como advertir que un asteroide está a punto de impactar contra la Tierra y descubrir que a nadie le importa una mierda», fue el comentario de su amigo. Tal es el germen de No mires arriba.

En la peli, en efecto, hay un asteroide que tanto la NASA como la Casa Blanca saben que se estrellará contra la Tierra, pero da igual. Después de este comienzo, que puede recordar a otras tantísimas (y en su mayoría malísimas) cintas apocalípticas, empieza lo que McKay de verdad quiere denunciar: que nadie quiere mirar hacia arriba. Ni la presidenta de los Estados Unidos, una Meryl Streep convertida en hilarante trasunto femenino de Trump, con todos sus tics e incluso su melena. Tampoco los militares ni los científicos, demasiado ocupados en nadar y guardar la ropa; ni los periodistas, que no quieren que una realidad tan fea estropee el share de ese día; ni las redes sociales, donde solo importa el inminente divorcio de dos megaestrellas; ni, mucho menos, los multimillonarios dueños de las grandes corporaciones al estilo Musk o Zuckerberg, que lo que pretenden es sacar tajada del asteroide.

¿Grotesca, inverosímil, exagerada y apocalíptica astracanada? Eso es lo que argumentan aquellos a quienes no les ha gustado la peli. También se rasgan las vestiduras por el pastón que han cobrado Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Cate Blanchett y todos los demás. O se carcajean de que todos los actores tengan los dientes «inverosímilmente blancos» (sic). O denuncian que se trata de una peli machista porque el personaje de Meryl Streep resulta ser una corrupta y una imbécil; asimismo, hay quien la tacha de homófoba, racista, trumpista o, por el contrario, de gauchista, antisistema, irreverente… y no sigo porque la lista es interminable.

Mientras tanto yo, viendo tal despliegue de pegas y quejas de signo tan diverso, me hago un par de preguntas. La primera: si una película disgusta a tantos colectivos antagónicos, ¿no será que es ecuánime y denuncia todo lo que le parece absurdo, sea del color, ideología o perfil que sea? Y la segunda y más inquietante: ¿no será también que, tal como sugiere el título de la película, ante los problemas más acuciantes y reales, en vez de mirar hacia arriba y ver lo que se nos viene encima, todos –usted, yo y el de la boina– preferimos seguir en la inopia?

 

 

 

 

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