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Carmen Posadas: ‘Resurrection now’

Agatha Christie on Writing | Full Trailer | BBC Maestro

 

 

Ami hermano Gervasio y a mí nos ha salido una competidora a nuestro taller de escritura por Internet. Una competidora imbatible, porque viene del mundo de los muertos y se llama Agatha Christie. Resulta que, con inteligencia artificial, BBC Maestro ha logrado resucitar a la autora de Muerte  en el Nilo, de modo que, con la ayuda de la actriz Vivien Keene, sobre cuyo rostro se ha mapeado el de Christie, los aspirantes a escritores pueden hacerle toda clase de preguntas a la reina del crimen: ¿cuál es la mejor manera de esconder una pista?, por ejemplo. O ¿qué tipo de veneno conviene usar en tal y cual circunstancia? La idea me parece brillante y seguro que tendrá éxito, pero también me ha dado que pensar.

 

Por la misma regla, muy pronto ustedes y yo podremos apuntarnos a una clase magistral impartida por Heráclito de Éfeso, que podría llamarse ‘Controla el río de tu vida’

 

Hasta la irrupción de la IA, esto de resucitar muertos con fines comerciales se circunscribía más o menos al ámbito de la publicidad y el mundo del espectáculo. A nadie le sorprende ya ver a Marilyn Monroe, Steve McQueen, Bruce Lee y otros varios difuntos anunciar colonias, cosméticos o refrescos. Tampoco es novedad que Michael Jackson, Elvis Presley o Whitney Houston  resuciten en forma de holograma para emocionarnos (casi) tanto como antes. Tengo entendido también que gracias a los hologramas se puede devolver a la vida a un ser querido para consuelo de sus allegados, algo que desde luego parece muy emotivo. Y, en caso de que se haya preparado previamente, un difunto puede hablar en su propio funeral, algo que, qué quieren que les diga, me da mucho ‘yuyu’, pero seguro tiene sus adeptos.

Todo eso ocurre ya y se irá perfeccionando con el tiempo. Pero me da a mí que eso de convertir a Agatha Christie en profe de autores noveles va un paso más allá. Por la misma regla de tres, muy pronto ustedes y yo podremos apuntarnos a una clase magistral impartida por Heráclito de Éfeso, que podría llamarse ‘Controla el río de tu vida’. U otra de autoayuda, a cargo de Empédocles, en la que instruya de lo peligrosísimo que es asomarse a la boca de un volcán, como dice la leyenda que hizo él minutos antes de convertirse en torrezno. ¿Y por qué no unas clases de violín a cargo de Mozart? ¿O de alpinismo con Edmund Hillary? ¿O de claqué con Fred Astaire y Ginger Rogers?

La idea abre un abanico inmenso de posibilidades, tantas que da vértigo porque, entre tanto muerto famoso vuelto a la vida, bien podríamos ver la resurrección de otros bastante menos deseables. Ahora que está tan de moda el revisionismo histórico por el que los personajes buenos se convierten en malvados y los malvados en angelicales, bien podremos encontrarnos con Hitler en carne (casi) mortal justificando cómo y por qué tuvo que poner en práctica la solución final. ¿Y se imaginan a Stalin resucitando para defender las ventajas de su programa de colectivización, que produjo más de cuatro millones de muertos por una hambruna en la que la gente desesperada incluso recurría al canibalismo? Absurdo, pensarán muchos: este tipo de reapariciones espectrales servirían en todo caso para explicar aún mejor los errores criminales de semejantes individuos. Y así debería ser, pero tal como está el mundo yo no estaría tan segura.

En Rusia, por ejemplo, la figura de Stalin, preterida desde los tiempos de Kruschev, está siendo reivindicada y resucitada en el afecto de los seguidores de Putin, que son –por la cuenta que les trae– legión. Mientras tanto, en Alemania, quién nos lo iba a decir, la formación de ultraderecha AfD es la segunda fuerza más votada del país. Si los vivos ya están volviendo a las andadas, no sé qué pasará cuando  acudan en su ayuda los muertos.

Dirán ustedes que suena a distopía impensable que la técnica ayude a traer de nuevo a la vida a sátrapas del pasado y que bastante tenemos con los autócratas del presente. Cierto. Pero cierto es también que el mundo está tan loco que la gente tiene cada vez más dificultades para discernir. Porque no solo se están desdibujando las fronteras entre lo real y lo ficticio, lo verídico y lo falso, lo disparatado y lo sensato. Ocurre también, no sé por qué, y es algo que me tiene ojiplática, que la gente desconfía de lo normal y lo razonable mientras que está dispuesta a abrazar las imbecilidades más grandes. Y lo único que nos faltaba es que resuciten los muertos para añadir una distorsión más a la ceremonia de nuestras confusiones.

 

 

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