Carmen Posadas: «Todos tenemos un idiota en el currículum sentimental»
En su nueva novela —una historia detectivesca en torno al Titanic— hay amor, crímenes, engaños y un brindis por Emilia Pardo Bazán. Nos habla de todo eso, y de política, de la jet set, de la muerte de Mariano Rubio, de la maternidad, la edad (tiene 71 años), la literatura y también de sus 'venganzas' con enorme generosidad.
Nos recibe en su casa, un piso de largos pasillos y techos altos, situado a la espalda del Congreso de los Diputados. Está adornado con tapices, muebles antiguos, varios iconos rusos y un bureau precioso que se trajo de Rusia –su padre fue embajador allí– a cambio de unos pantalones vaqueros. Hay también una colección de binoculares de teatro, cuadros… y libros, claro. Publica El misterioso caso del impostor del Titanic (Espasa), donde Emilia Pardo Bazán resuelve un misterio relacionado con el hundimiento del Titanic al más puro estilo Sherlock Holmes. Carmen Posadas nos habla de su afición a la crónica negra, de literatura y también del paso de los años, los ligues, los nietos…
XLSemanal. ¿De dónde arranca la idea de este libro?
Carmen Posadas. En una cena, el juez Marchena me contó la anécdota del moscardón: la historia de una señora que tuvo la premonición de que su hijo se había embarcado en el Titanic porque una mosca cayó en su sopa. Parecía imposible porque recibía postales de él enviadas desde París tras el hundimiento del barco. Pero era cierto que se había embarcado. Por ahí empiezo a tirar del hilo. Después leí el libro Los españoles del Titanic (eran diez y sobrevivieron siete) y me enteré de que había gente que compró cadáveres de víctimas del Titanic para acceder a las herencias o volverse a casar.
XL. Y coloca a Emilia Pardo Bazán de detective protagonista.
C.P. Me fascina. Es una mujer brillante, a la altura de Galdós; es extraordinaria, tiene mucho sentido del humor, escribe muy fácil, pero al mismo tiempo muy profundo. Es justo el tipo de escritora que me gustaría ser. Ella adoraba la crónica negra, escribió una novela policiaca, La gota de sangre.
«Yo me fío poquísimo del corazón. Esto queda muy mal decirlo, pero el corazón se equivoca mucho. Y el amor ahora es mucho mejor. He aprendido mucho»
XL. ¿Por qué atraen los libros de crímenes?
C.P. Es una gran fascinación; yo la siento, adoro la crónica negra. Cuando llegué a España, en 1965, descubrí El Caso y lo compraba todas las semanas. La crónica negra habla de la parte de nuestra personalidad que ocultamos. A mí siempre me ha gustado mirar detrás de las máscaras.
XL. En el libro le da mucho peso a la intuición.
C.P. A mí me ha funcionado. Con los novios sin ir más lejos.
XL. ¿Ha tenido muchos flechazos?
C.P. Los flechazos engañan porque pueden ser por la persona equivocada. Puedes tener un flechazo y decir «me tiro por el barranco», y luego lo piensas y dices: «Además, es riquísimo y, además, me adora y, además… es perfecto, ¿verdad?». Pero algo aquí [se señala el estómago] te dice ‘no’. La mayoría de gente no le hace caso porque confía en la cabeza y en el corazón. Pero las que no te engañan nunca son las tripas.
XL. No le han fallado con los novios.
C.P. Con los novios, con decisiones y con muchas cosas. El que siempre tiene razón es el estómago.
XL. ¿Tiene novio?
C.P. Tengo una relación bastante curiosa porque cada uno vive en su casa y Dios en la de todos, pero dura casi veinte años ya. Tengo lo mejor de dos mundos.
XL. ¿Los años ayudan a manejarse mejor en el amor?
C.P. La vida te va pasando lecciones todo el tiempo. Aprendes. En las relaciones personales, por ejemplo, ya sé lo que puede funcionar y lo que no, y yo me fío poquísimo del corazón. Esto queda muy mal decirlo, pero el corazón se equivoca mucho. Para comprobarlo, no hay más que mirar el currículum sentimental de cualquiera. ¿Pero cómo me enamoré de fulano? Todos tenemos un idiota en el currículum sentimental, alguien por el que matabas. Y luego te das cuenta de que era un espanto.
XL. ¿El amor es ahora mejor?
C.P. Sí. Si has aprendido las lecciones, es mucho mejor. Mucho mejor. Para empezar, duele menos –el amor duele muchísimo– porque aprendes lo que cada uno puede y no puede dar. No le puedes pedir peras al olmo.
XL. ¿Cree que la fórmula de cada uno en su casa se puede prolongar?
C.P. Claro [se ríe]. Yo la pienso prolongar. Cuando tienes 20 años, lo normal es casarte, formar una familia y todo lo demás. Pero a estas alturas de la vida el planteamiento es otro.
XL. ¿Ha sufrido mucho por amor?
C.P. He metido unas patas estrepitosas. He aprendido que el amor tiene muy mal gusto y se enamora una de cada imbécil…
XL. ¿Cómo vive el paso de los años?
C.P. Mejor de lo que esperaba. Yo pensé que iba a ser un desastre porque siempre me ha gustado la sensación de ser joven. De todas maneras, no quiero ser una viejita encantadora ni me interesa ser una vieja durante cuarenta años.
XL. ¿La edad le impide hacer algo que hacía antes?
C.P. Soy muy consciente de mi edad. Tengo 71 años. Eso no lo va a cambiar nadie. Prefiero comportarme como lo que soy. No hacerme trampas en el crucigrama ni creerme que voy a conquistar a un señor de 40 y esas tonterías que hace gente de mi edad.
XL. Tiene nietos.
C.P. Cinco. El mayor, de 17 años: es un señor con bigote. Los nietos se viven de otra manera. Yo puedo maleducar un poquito, aunque no lo hago mucho porque yo tenía una suegra que maleducaba a mis hijas y me daba rabia, así que no lo hago.
XL. ¿Cómo se mantiene así de bien? Practica ejercicio a diario.
C.P. Sí, poquito, pero con mucha constancia: todos los días unos 25 minutos. Luego tiene un poco de truco, porque mi hija Sofía es médica de estética y hace todo tipo de recauchutajes sin bisturí, o sea, bótox, rellenos… todo menos operar.
XL. ¿No se opera por miedo?
C.P. No, porque para una que queda bien hay sesenta momias.
XL. Usted conoció el PSOE en tiempos de Felipe González, ¿cómo ve al PSOE de Pedro Sánchez?
C.P. No se parece en nada al que yo conocí. En nada. El PSOE entonces, como el PP y el resto de los partidos, tenía sentido de Estado, y eso ha desaparecido. Ahora quieren hacernos creer que lo blanco es negro y cosas por el estilo. Lo más asombroso es que nos lo tragamos.
XL. Cree que la época actual…
C.P. Creo que hay una decadencia general de la democracia y es un fenómeno mundial. Maduro, Putin, incluso Cuba convocan elecciones que son simulacros. Los valores de la democracia están desapareciendo, y eso es muy grave.
XL. Le interesa la política.
C.P. Me interesa mucho cómo venden el muñeco, cómo engañan. Muchos de mis artículos en XLSemanal tratan de eso.
XL. ¿Hay algún libro que haya escrito del que se ha arrepentido?
C.P. En su momento me arrepentí mucho de El manual del perfecto arribista. Lo escribí con tan mala suerte que fue justo cuando empecé a salir con Mariano. Y, como era un manual para arribistas, salía con el gobernador del Banco España y soy ‘sudaca’, me convertí en la mayor arribista de este país. Costó bastante quitarme esa etiqueta.
«El PSOE de ahora no se parece en nada al que yo conocí. En nada. Antes, los partidos políticos tenían sentido de Estado»
XL. Hace 25 años que murió Mariano Rubio.
C.P. Es una burrada. Fue muy duro porque, además, yo perdí a mi padre y a Mariano con dos meses de diferencia. Fue brutal.
XL. ¿Se ha reconciliado con los medios?
C.P. Sí, yo no soy nada rencorosa. Prefiero pasar página.
XL. En el libro no salen muy bien parados los periodistas.
C.P. Pero no es porque sea ninguna vendetta, sino porque es el comienzo de ese tipo de prensa.
XL. Me gustaría que nos desvelara quién es el tipo al que rechazó y luego hizo una crítica muy dura de sus libros.
C.P. No ha sido uno. Han sido varios. Ese tipo era una persona consagrada y yo estaba empezando. Entonces apliqué el ‘sistema My fair lady’, porque hay un momento en el que ella, harta del maltrato, dice: «Espera y verás, Mr. Higgins». Yo escribí en una cartulina ‘espera y verás’ y el nombre del tipo ese. Con esa cartulina conmigo escribí Pequeñas infamias, con el que gané el Premio Planeta. Depende de cómo te tomes los feos de la gente, te pueden servir de acicate.
XL. Es su caso.
C.P. Sí. Eso me vino bien. Fue uno de muchos porque a mí todo el mundo me miraba por encima del hombro diciendo: «Pero esta qué se habrá creído, se creerá escritora». Me ‘basureaban’ mucho.
XL. ¿Es usted vengativa?
C.P. No, no. Vengativo sería que le hubiera puesto un petardo en su casa a ese señor. No hice ningún daño. Solamente utilicé su maltrato como acicate para conseguir algo que quería.
Publicó su primer libro en 1981. «Yo no era el prototipo de escritora para nada y era difícil que me tomaran en serio, pero poco a poco aquí estoy», cuenta
XL. ¿Le da miedo la inteligencia artificial, su capacidad para la manipulación?
C.P. La inteligencia artificial me gustaría probarla porque es una herramienta. Respecto a la manipulación, eso está pasando ya: la verdad ha desaparecido. Es asombroso porque tenemos acceso a toda la información posible. Y, sin embargo, esa sobredosis de información crea una gran desinformación. Y la gente está dispuesta a creer las cosas más inverosímiles. No es casualidad que ahora existan cada vez más terraplanistas.
XL. ¿Escribiría otra vez de la alta sociedad, del mundillo de la jet?
C.P. No, lo veo desde fuera. Para escribir ese tipo de libros y palpar por dónde va la sociedad, tienes que pertenecer a ese grupo y a esa edad. Y el mundo ha cambiado mucho.
XL. ¿Qué ha cambiado?
C.P. Las costumbres sociales, sexuales… Algunas veces ha ido demasiado rápido y otras hay un movimiento a la inversa.
XL. ¿Sexuales en qué?
C.P. En el poliamor y esas cosas. Pero al mismo tiempo existe una regresión de mujeres que no quieren trabajar y quieren dedicarse en cuerpo y alma a su familia, y hacer tartas de manzana y ser las mejores madres del mundo.
XL. Dice de usted que es pacata y que las escenas de sexo le cuestan. Tampoco las hay en este libro.
C.P. Será que soy una ñoña. Es muy difícil y, además, me da corte.
XL. ¿De niña se imaginó como escritora?
C.P. Jamás. Soy terriblemente insegura y pesimista. Para una persona insegura, afrontar retos es muy difícil porque piensas que no estás a la altura, y más en mi caso, que no fui a la universidad. Cuando empecé a escribir, dije: «Ay, ojalá me publiquen», y luego: «Ojalá alguien me lea». Y, cuando me leyeron, dije: «Ojalá me den un premio». Y, cuando me lo dieron, pues que me traduzcan… así, poquito a poco, aquí estoy.
XL. ¿Sintió rechazo en el mundillo literario al principio?
C.P. Muchísimo. Mi primer libro se publica en 1981. ¡Qué horror, hace ya 43 años! En esa época había un estereotipo de cómo tenían que ser las escritoras. Debían tener un aire intelectual, con unas faldas muy largas, con gafas y una boina, al estilo Carmen Martín Gaite, y yo iba de minifalda y me había casado con el gobernador del Banco de España. Yo no era el prototipo para nada y era muy difícil que me tomaran en serio. Pero, bueno, perseverando…
XL. ¿Va a seguir escribiendo siempre?
C.P. Es lo único que sé hacer. El resto de las cosas se me dan fatal. Así que supongo que seguiré en esto.
FOTOGRAFÍAS: Carlos Carrión