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Carmen Posadas: Unos juegan al póker; otros, al parchís

 

La importancia del farol en el poker: aprende a engañar a tus rivales > Deportes

Alguien debería enseñar a Feijóo a jugar al póker. Urgente. En el póker gana quien mejor engaña, de eso va el juego, de mentir (o, como ahora lo llaman, ‘construir un relato’ y hacerlo con cara de póker). Sobre el origen del juego existen diversas teorías.

Unos dicen que es francés y que a su vez desciende del alemán pochen, que significa ‘golpear’. Los anglosajones, por su parte, se lo atribuyen, argumentando que su nombre hace referencia a un atizador de chimenea que en inglés se llama precisamente así, poker. Por extensión, ‘poner cara de póker’ no solo alude a tenerla dura, durísima, sino también a mentir sin que a uno se le mueva un músculo.

Sánchez y Puigdemont practican con soltura las dos premisas fundamentales del juego: mentir con cara de póker e ir de farol. ¿Y Feijóo? Juega al parchís

Por fin, una última teoría remonta los orígenes del juego a Persia y el nombre que los persas le daban remitía a la idea de engañar o ir de farol. Que la vida es una partida de cartas en la que a todos se nos reparten determinados naipes (a algunos muy buenos, a otros pésimos) y todo depende de cómo se jueguen es algo que ya hemos comentado alguna vez. Si ahora retomo la metáfora para hablar de política es porque las similitudes entre esta y el antes mencionado juego de cartas nunca ha sido tan evidente.

En España tenemos sentados ante el tapete verde a tres jugadores: Sánchez, Feijóo y Puigdemont. En realidad hay otros dos jugadores más, Yolanda Díaz y Abascal, pero, a pesar de que al póker no se juega por parejas, a los efectos, tanto Díaz como Abascal son en este caso acólitos de su tahúr afín, de modo que centrémonos en los tres antes mencionados. De ellos, Puigdemont juega con las cartas marcadas, mientras que Sánchez ha descubierto lo útil que es parafrasear la célebre máxima de Groucho Marx para decir: «Estas son mis reglas (leyes, normas, líneas rojas); si a usted, amigo Carles, no le gustan, tengo otras». Tanto un tahúr como otro practican con soltura las dos particularidades fundamentales del juego: mentir con cara de póker e ir de farol.

¿Y qué hace Feijóo mientras tanto? Feijóo juega al parchís. Piensa que, puesto que los dados (es decir, las elecciones) le han dado un seis, que es el número máximo en este juego, puede mover ficha. También piensa que las reglas están para cumplirlas y que en un Estado de derecho ciertas cosas no pueden ocurrir y, si no, ahí está la opinión pública para ponerle coto. Lo malo es que Feijóo no sabe que los otros dos tahúres han descubierto que si las reglas se rompen no pasa nada, de modo que, mientras él juega al parchís, ellos, encantados de que haga el panoli, suben la apuesta. Para colmo, Feijóo tiene una forma de ser timorata y dubitativa que hace que, en vez de ‘elaborar un relato’ como sus contrincantes y poner cara de póker a la hora de tomar decisiones difíciles de explicar, él recula, titubea, no se moja. Tampoco ha comprendido que lo peor que puede hacer un jugador de póker es asumir y hacer suyas las mentiras del adversario o, dicho de otro modo, comprar su relato. Si el tahúr Sánchez tiene como estrategia decir y repetir hasta la náusea que pactar con Vox es pactar con el fascismo, ¿qué hace el jugador de parchís? Darle la razón y ponerse con respecto a su único socio posible en plan: «Contigo sí pero no, no pero sí, me ajunto pero no me ajunto…».

Alguien debería decirle también a Feijóo que conviene aprender de sus adversarios, al menos, esta premisa básica: cuando uno tiene que pactar con una formación política que no le gusta o no es aceptable, lo primero y primordial es no demonizar, sino blanquear dicha formación. ¿No lo hace Sánchez cuando con cara de póker afirma que pactar con un prófugo es «apostar por la reconciliación y la normalidad democrática»? ¿No ha elegido Yolanda Díaz la misma blusa blanca inmaculada que usó el día que la recibió el Papa Francisco para peregrinar a Bruselas e inmortalizarse, todo sonrisas, junto a Puigdemont? Algo se puede aprender de tan consumados (y tramposos) tahúres, digo yo. Y conste que no estoy abogando por que también Feijóo abrace la mentira, el farol y la marrullería. Lo único que pido es que sepa al menos a qué se juega, quiénes son sus contrincantes y, por tanto,  deje de regalarles bazas un día sí y otro también.

 

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