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Casabón: 40 grados

Hoy mismo, en España es imposible abrirse paso entre la maleza de las trincheras culturales, debatir con matices

El otro día hablábamos aquí del tiempo, que no es lo mismo que el cambio climático. Decían en el periódico que este no está siendo el verano más caluroso de la historia, sino que es más fresco que el anterior. Quiero decir que igual ya no es noticia el tiempo de siempre, el que nos traen los hombres del tiempo, que siempre es malo, porque si es bueno nadie lo comenta. O quizás ya todo esto ha ido creando una continua sucesión de alarmas medioambientales imparable. Estos meteorólogos se han hecho ya expertos en alarmismo climático y gracias a eso sobreviven. Estamos ya a 40 grados, según esos señores, lo mismo que hace treinta años. Somos los metafísicos del clima y sólo nosotros sabemos el tiempo de hace mucho tiempo, los antiguos veranos tórridos. Cada año vivimos la ola de calor más intensa desde que el planeta se caldea. Este asunto del clima parece un entretenimiento que se añade al telediario, pero ahora da más miedo que el terrorismo.

Hace muy mal tiempo en el norte de Europa, que estos vientos y nubarrones sí que me parecen de cambio climático. Podrían llegar a las olas de calor del sur, al final de la semana, pero si luego resulta que el buen tiempo es excesivo, todos callan. Ahora se acerca un viento fresco, no es noticia. Yo me preocupo por lo de los 40 grados, que viene siendo cada año una barbaridad. El clima ya se ha convertido en un artículo de la guerra cultural, el último que nos quedaba por comercializar. Dicen que para ganar las guerras culturales, mejor dejar actuar al tiempo, y que el escándalo por cualquier vaina cultural se acabará disolviendo, como un azucarillo. Hoy mismo, en España es imposible abrirse paso entre la maleza de las trincheras culturales, debatir con matices. Y la del cambio climático puede que sea la trinchera cultural más polémica.

Antes el calor se combatía con una sandía, una limonada. Ahora le echamos más importancia al tema y hasta los periódicos dan como noticia que ha salido un negacionista nuevo del armario. El último cancelado (técnicamente su charla ha sido pospuesta) es el Nobel de Física Dr. John Clauser. Lo del negacionismo se les da fatal a algunos, hubiera sido más fácil dedicarse a la física. Clauser ha dicho que no cree que exista verdaderamente una «crisis climática». Entonces oídos sordos y todos tiramos de relato: la tierra se abrasa, y este agosto no se despacha la cosa con una manguera en la terraza.

Los 40 grados de este año se anuncian como otro terrorismo, y quizá lo sean porque espantan al turismo vacacional. A Sánchez, que lo controla todo, sólo le faltó añadir en sus propagandas electorales esta nota: «Y además hará fresco en agosto». Los meteorólogos de la nostalgia saben ya cuándo y dónde va a llover y anunciaban una ola de bochorno tras la contienda electoral. En España se está haciendo una política un poco bochornosa, más si contamos con que en este verano hemos vuelto a alcanzar los 40 grados.

 

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