Casabón: Amnistía para opinar
Lo que queremos las mujeres es que nos proteja la ley, no pasearnos sin sujetador
Cuidado con los pezones erectos. Los de Belarra, concretamente, son un arma de doble filo, y las ‘feministras’ ahora pretenden crear un nuevo delito de «violencia política» para blindarse frente a las críticas de la opinión pública. El caso es que pocos nos hemos enterado de lo que nos contaban en su acto de campaña. El gentío, a primera vista, lo que caza es que estamos en un Gobierno donde la ministra anda todo el día con los pezones duros o erectos. «Basta de avergonzar a las mujeres, basta de violencias», dijo en esa prosa de funcionaria que alarma al personal y suena a viernes negro. Activado el protocolo de violencias (en plural), ahora nos multan por opinar que tiene que haber libertad para opinar.
El español opina sobre una ministra como opina sobre un ministro, así que ya somos todos unos delincuentes en potencia. Opinamos en el café, en la cama y en la sobremesa. La mujer española es la que más opina y se casa para opinar en familia, para tener una autoridad opinante al menos dentro de su casa. Así se consolidan los matrimonios y también a veces se rompen. Opinar es la gran pasión del español. Por eso yo pido, amablemente, amnistía para los nuevos delitos de opinión y las nuevas violencias. La paradoja es que vayamos a caer en consensos falsos o desviarnos de lo importante, que es la chapuza de la ‘ley Sisi’, por esta manía de opinar. En este país de 47 millones de opinantes nos han puesto en frente los pezones desafiantes de la ministra para desviarnos la atención. Lo que me inquieta no es solo la violencia opinante, de la que quizá el Gobierno quiere ser monopolista; lo grave es que han aprobado esta chapuza de ley y aun así ellas siguen siendo las víctimas, las primerizas y las monjas. ¿De dónde han sacado a esta gente?
El español se ha metido toda la vida de Dios con el ministro. Este talento innato nos ha dado los versos más divertidos, las columnas de opinión más mordaces, las viñetas más morbosas y malintencionadas. Como los ministros de ahora no conocen su propia cultura, tendremos que hacer como que no vemos los pezones de la ministra, apuntándonos como una pistola. Y así, este antiguo oficio irá poco a poco, ay, desapareciendo por las nuevas leyes imperantes de la Agenda 2030. Mi frustración literaria es que nadie me tentará para que le escriba un discurso a una ministra. Para mí está tirado, y lo difícil es hacer algo ingenioso. Sepan ustedes que dentro de poco el pensamiento también será un delito e incluso la mirada, sobre todo en las playas nudistas.
Pero antes de desviarnos, y ya que nos olvidamos de lo importante y urgente por la manía de opinar: las ‘feministras’ no pueden ser intocables sino que deben corregir una ley que ha beneficiado a 400 delincuentes, y reformarla de arriba a abajo. Eso es lo que queremos las mujeres, que nos proteja la ley y no pasearnos sin sujetador. Pero el ‘Free the nipple’ es una moda tan cantosa que, con algo de suerte, borrará el asunto de quién beneficia a los verdaderos delincuentes.