Casabón: Veranos sórdidos, horteras veranos
Gran parte de los políticos, celebridades y toda esa gente que hoy vive en la famosidad tienen algo en común: pasan sus vacaciones en lugares exóticos. Ya decía Ussía que las cataratas de Iguazú son una horterada frente a la sobriedad de un páramo castellano. Durante las vacaciones ejecutivas, los políticos y nuevos famosos suelen sacar el yate o nadar con sus parejas para entonar impetuosas romanzas de zarzuela, y detrás van los paparazzi de las revistas del corazón y de lo de más abajo. Federico Fellini ha sabido inmortalizar la caza del motorista paparazzi, pero también Woody Allen retrata el famoseo mediático. En ‘A Roma con amor’, el señor Pisanello (Roberto Benigni) es un ciudadano corriente que de la noche a la mañana se convierte en la ‘celebrity’ de Roma. Nadie se pregunta por qué ese hombre común es famoso, todos adoran su falta de talento, de atributos, su mediocridad. Si los presidentes de la cosa no sospechan que mediante este negocio están fomentando las sociedades más estúpidas de todos los tiempos es porque no han visto las críticas del género.
Ahora sucede que un ciudadano español está protagonizado uno de los crímenes más mediáticos y estúpidos del mundo. La famosidad se les ha ido de las manos y solo se entiende porque es agosto y hay que entretener al personal. Los famosos de salsa rosa se componen de señores que enseñan la pechuga, chicos malos y, como invitado perdurable algún psicópata. Lo de la pechuga es para figurar en la crónica visual de la época, las costumbres y la Historia feminista, aunque ya no escandalice a ningún hombre hetero y occidental. Es más, por fin las feministas y los camioneros se ponen de acuerdo. Pero al menos Amaral canta, vende discos. Paco Umbral le decía a Lola Flores que tenía que ser como aquel símbolo de la Revolución Francesa, Marianne de Delacroix, y sacarse un pecho. Nos aclaraba Lola que además los suyos son bonitos, lo cual es un detalle para todos los espectadores. Y hablando de desnudeces, le preguntaba ella: «¿Oyes, tu crees que algún cortesano ha subido demasiao y está en un puesto que no debería estar? Los que están en la corte pero no han hecho nada positivo para estar dentro. Yo no se como desirte, tu me vas entendiendo».
Se refería Lola a que unos tienen la inteligencia, otros el talento y otros la fama por llamar la atención. Ahora, a ver como paramos de hacer famosos a todos los estúpidos, malvados y mediocres, a los analfabetos ilustrados, los tontos con novia, las hembrazas que se trasplantan el culo, los que agreden a sus parejas…Quizás el público necesita un vector nauseabundo para ventilar un poco lo suyo, con lo que a lo mejor la tele está cumpliendo una saludable función higiénica y social. Pero no es este el lugar ni la hora solemne de matar al paparazzi, porque si dejásemos de hacer famosos a toda esa gente no habría noticias en agosto. La industria del corazón no la han inventado los periodistas, sino que la sirven y con mucha bizarría.