Casado, a enfangarse tocan
El movimiento estratégico de Inés Arrimadas propicia una clara oportunidad para Casado. O su estancamiento definitivo en el territorio de Vox
«Es un ultra, derecha dura como Aznar». «Es un blandengue, tibio y acomodaticio, como Rajoy». ¿Halcón implacable o don melindres maricomplejines? ¿Centrista y liberal o a la vera de Vox? ¿Afán protagónico o mediáticamente irrelevante? Nadie duda de que Pablo Casado sea un tipo honrado, afable, laborioso y muy preparado. Buen orador y excelente dialéctico. Menos certidumbre hay, sin embargo, sobre si es la persona que logrará llevar a la derecha de vuelta a la Moncloa. En especial en su partido, un peligroso estanque plagado de cocodrilos. Convence, pero no arrebata. Agrada, pero no seduce. Le falta ‘punch’, dicen. Como en su día dijeron que a Aznar le faltaba carisma y a Rajoy, tirón. Topicazos de redichos.
De lo que carece más bien es de una estrategia clara y un proyecto concreto. Y saberlo explicar. Es decir, un equipo potente y unos altavoces poderosos. Desde que estalló la pandemia, el líder del PP presentó, allá por los albores de marzo, un decálogo a modo de alternativa de Gobierno y hace un par de semanas, un plan B a la estrategia de la alarma de Sánchez. Dos iniciativas bien cuajadas que no hicieron diana. Pasaron inadvertidas. Pólvora mojada.
El drama es que ni siquiera logra convencer a los suyos. Se queja de eso en privado. Carga la culpa sobre su escasa artillería mediática. Todas las teles en manos de Moncloa. Es el duopolio con el que juguetea Iván Redondo, con el que transforma escándalos como el vídeo de Irene Montero o la injerencia de Grande-Marlaska en anécdotas sin importancia. «Rajoy se lo entregó alegremente al PSOE», se lamentan en en Génova. «No puedes ganar unas generales sólo con la Cope y miniTrece«, añaden, sumidos en el desaliento.
«Rajoy le entregó alegremente las teles al PSOE», se quejan amargamente en su entorno. «No puedes ganar unas generales sólo con la Cope y la miniTrece», añaden, sumidos en el desaliento
«Aunque caminara sobre las aguas, los periodistas dirán que no sé nadar», clamaba L. B. Johnson, el vicepresidente demócrata que sucedió a Kennedy tras el magnicidio de Dallas. Nadie lo quería, nadie le creía, nadie le escuchaba, hasta que acertó con el objetivo, la línea y el discurso. Johnson tenía todo en su contra: feo, mayor, antipático, inhóspito, carca y de Texas. Era el anti-Kennedy. Sin embargo se impuso en las elecciones con la mayor ventaja jamás lograda en la historia de los EEUU.
Durante la crisis de la pandemia, el perfil de Casado ha sido discreto. Gran parlamentario, protagonizó un par de certeras intervenciones en el Congreso, empañadas luego por un trayecto zigzagueante. Del apoyo inicial al controvertido estado de alarma pasó a la abstención, y luego el rotundo ‘no’. Todo ello mal explicado, lo que provocó en sus filas estupefacción y desconcierto.
Toda Europa ya pasea, y hasta baila, y a nosotros nos mantienen en la regional mazmorra. Ciudadanos se ha sumado alegremente al bloque Frankenstein a cambio de un platillo de lentejas
Sánchez, pese a su nefasta gestión de la urgencia sanitaria (50.000 muertos, la cifra de la tragedia, de la vergüenza y quizás del delito), está convencido de que concluirá la legislatura. «Tenemos cuatro años por delante», repite estos días con obstinada insistencia. Soltará lastre, esos Marlaska e Illa que huelen a virus, y seguirá adelante. Cumplidos dos años desde su llegada a La Moncloa, acaba de redondear un apoyo superlativo a la sexta prórroga de su vergonzante alarma. Encarcelados todos otra quincena. Vamos ya por ochenta días. Toda Europa pasea, baila, corre, se baña, va al cole, y a nosotros nos mantienen en la regional mazmorra. Eso sí, con fútbol de Playstation para calmar al rebaño. Ciudadanos se ha sumado alegremente al bloque Frankenstein a cambio de un platillo de lentejas. «Coherencia», dicen. Cierto, siempre votaron a favor. La semana que viene, la mayoría cesarista del presidente será aún más amplia para sacar adelante el salario vital.
Decapitar a los disidentes
No lo tiene fácil Casado. Para empezar, las tempestades internas, con los hirsutos barones regionales empeñados en prodigarse en todo tipo de zancadillas contra la dirección nacional. Mañueco, Moreno Bonilla, Feijóo… no siempre reman a favor. Eso no ocurre en el PSOE. Sánchez, pese a su palmaria oquedad ideológica, tuvo el buen criterio de decapitar a todo bicho disidente que pululaba por Ferraz. Esos detalles de la política que a Casado se le escapan.
Ha de hacer frente ahora a la campaña del ‘golpismo’ lanzada desde los nidos de artillería de La Moncloa, con la pretensión de convertir al PP en pura herencia del franquismo, afanada ahora en consumar una asonada junto a los jueces y la Guardia Civil. Una estratagema tan burda como necia para alimentar el pedestre argumentario de la izquierda más agresiva, feroz, violenta y anticonstitucional que se recuerda en nuestro país desde los tiempos de Largo Caballero.
Malas compañías
El movimiento de Ciudadanos de secundar esporádicamente al Gobierno puede entrañar una oportunidad para Casado. O un riesgo. Inés Arrimadas ha abandonado el bloque del trifachito, ha huido de la foto de Colón (ella nunca estuvo allí, como recordaba con acierto Jorge Sáinz) y ha retornado al centroizquierda de donde surgió su partido, en aras de la ‘utilidad’, ese vago concepto bueno para todo. El problema es que al acercarse a Sánchez se encuentra allí a los de Podemos, el PNV, ERC y demás maleantes de la vida política nacional. Una oportunidad para que Casado recupere la centralidad perdida y refuerce su tirón electoral en ese caladero en el que un millón de papeletas naranja se quedaron en casa en la última cita con las urnas. Lejos de Vox, que por ese costado arisco poco puede ya rascar.
Quizás no haya elecciones el año próximo. Quizás Ciudadanos, luego de la alarma, apoye también los presupuestos de Sánchez. Quizás incluso acuerde con el PSOE la defenestración de Díaz Ayuso en Madrid. Todo eso es posible. Ese escenario, el de Cs pegadito al riñón del PSOE, no sería malo para el PP si sabe jugar sus cartas y se olvida de las cábalas y cavilaciones. Hay encuestas que le anuncian 130 escaños, poca broma. Casado deberá mover ficha, no puede esperar a que el hundimiento económico le lleve tranquilamente a La Moncloa.
Tiene que hacer abstracción de si le consideran más de Aznar que de Rajoy, más de Cuca que de Cayetana, más de Teo que de Feijóo. Es el momento de poner orden en su partido sin titubeos ni melindrosos miramientos. El tiempo de concretar su proyecto, de comunicarlo en condiciones y de consolidar su imagen de auténtica alternativa, de cabeza indiscutible de la oposición. Ya le toca. No hay que olvidar lo de Platón: «Si alguien escapa de la política con los calzones limpios, escapa de milagro». Casado, llegó la hora de enfangarse. Y no olvidar que Almeida está ahí.