Castro, otro miembro de la Junta Militar Argentina
Fidel Castro fue un oportunista de ley. Un fundamentalista del poder y evidentemente un sujeto sin escrúpulos. Su talento indiscutible lo orientó a la conquista del Poder y su conservación, en ambas proyecciones tuvo un rotundo éxito. Fue el decano de los dictadores latinoamericanos y el que más años ha gobernado en el mundo: 49 años y 8 días, según una reciente exposición.
Por otra parte, aunque Castro procuró presentarse siempre como un dirigente civilista y atacaba incesantemente a los gobiernos castrenses del hemisferio, gustaba calificarlos de regímenes gorilas, sostuvo con varios caciques uniformados, estrechas relaciones.
Uno de los primeros fue el general Juan Domingo Perón, sobre quien Castro escribió. “Nosotros le estamos muy agradecidos al general Perón, fue el primero que nos reconoció. Nos vendió esos automóviles que todavía tenemos, esos Ford, que andan por ahí, todavía. Nos vendió vagones para nuestros ferrocarriles. Le estamos muy agradecidos. Nosotros siempre hemos sido amigos de los Peronistas. Perón la hirió gravemente a la culebra (por EEUU lo dice) aunque no llegó a matarla”.
Este fue el origen de los más de $2700 millones que Cuba debe a Argentina y la base, tal vez, para la estrecha relación de la Junta Militar de ese país con el dictador cubano, a pesar de que los defensores del régimen cubano en ese país acusan a los militares de miles de desaparecidos. La mala memoria está en todas partes y quienes mejor la representaron fue el matrimonio Fernández-Kirchner.
Argentina fue un objetivo de la subversión castrista; sin embargo, hace varios años se descubrieron los secretos vínculos que existieron entre la Junta Militar Argentina y el dictador cubano Fidel Castro, relación que fue negada por los partidarios del castrismo. No obstante, el ex prisionero político de la Primavera Negra de Cuba (2003), Alfredo Felipe Fuentes, ha publicado un libro, el cual no pretendo comentar, en el que demuestra gráficamente que esas relaciones existieron y fueron provechosas para ambos.
El libro presenta testimonios gráficos de la insólita relación, no excepcional, si recordamos el Pacto Ribbentrop-Molotov, suscrito en Moscú 7 días antes de la invasión nazi a Polonia que tuvo como resultado la partición de ese país entre Berlín y el Kremlin. En otras palabras, el oportunismo del caudillo caribeño se inspiró en el ejemplo de dos de sus maestros, José Stalin y Adolfo Hitler.
Entre los bendecidos por Castro se encuentra el general peruano Juan Velasco Alvarado, quien protagonizó un golpe militar contra el presidente Fernando Belaunde Terry e instauró una férrea dictadura militar que Castro distinguió con su visita, al extremo que meses más tarde, una nutrida delegación de militares peruanos de alta graduación, asistieron a las maniobras militares cubanas llamadas “Ayacucho 150” en las que el dictador Castro dijo, “¡Y en el Perú hoy, como en Cuba, ya no domina el imperialismo yanqui!”.
A Velasco Alvarado le siguieron dos militares panameños, Omar Torrijos y Manuel Antonio Noriega, que para Castro eran dictadores buenos por las estrechas relaciones que sostuvo con ambos. Estos gobernantes, al igual que su mentor, no dudaron en aplastar a la oposición; particularmente, el narcotraficante y colaborador de la CIA, el general Noriega, de muy triste recuerdo los dos para el pueblo istmeño. Entre otros uniformados que Castro respaldó contamos al general uruguayo Líber Seregni y el coronel dominicano, Francisco Caamaño Deño.
Sin embargo, el militar más productivo para el castrismo fue Hugo Chávez Frías. El golpista venezolano, afirma el periodista Alexis Ortiz, fue el puente de salvación del totalitarismo cubano cuando perdió el subsidio multimillonarios de la extinta Unión Soviética. El estado castrista, chupóptero por naturaleza, encontró en Chávez y en Venezuela el necesario cuerno de la abundancia para sobrevivir, a pesar de que el modelo ya estaba agotado en esa época.
No obstante, en mi opinión, la relación más aberrante fue la de la Junta Militar Argentina con Castro, como demuestra el libro de Felipe-Fuentes. Supuestos enemigos ideológicos se aliaron para evitar ser condenados en instancias internacionales por su sistemática violación de los derechos humanos; pero más monstruoso aun, es que los familiares de los que le atribuyen a esa Junta millares de desaparecidos y asesinados, defiendan el legado del castrismo.