Cataluña: Cambio de escenario
Convèrgencia, pese a su victoria, ha dejado de ser el pivote de la política española, un papel que ha pasado a Ciudadanos
Creo que subestimé el resultado de las elecciones catalanas. Las califiqué de «cambio de corriente», cuando han sido un cambio de escenario, actores incluidos. De entrada, Convergència, pese a su victoria, ha dejado de ser el pivote de la política española, que daba al PP o PSOE el poder. Un papel que ha pasado a Ciudadanos. Mas tiene problemas incluso para gobernar. Intentará convertirse en mártir del catalanismo, pero el TS de Cataluña le imputa delito.
Tampoco el triunfo de Ciudadanos es tan rotundo como parece. Se ha convertido, sí, en la segunda fuerza en Cataluña. Pero su arraigo en el resto de España, donde atrae por su «inocencia», no es ni de lejos tan grande, y cuando especifique su programa, sobre todo en la cuestión territorial, puede encontrarse con que muchos de los votos que ha arrebatado al PP vuelven a su casa madre. El bipartidismo en España es más fuerte de lo que parece y Rivera puede aspirar a ser árbitro entre PP y PSOE, no a sustituirlos.
En cuanto al PSOE, todos sus apologistas presentan como un triunfo que «haya salvado los muebles». Pocos, en cambio, dicen que ha tenido los peores resultados de su historia, viniendo desde mucho más alto que un PP poco relevante en Cataluña, mientras el PSOE llegó a ser partido hegemónico. Un batacazo. Únase que sigue sin ofrecernos otra salida que el federalismo y la reforma de la Constitución, sin concretarnos de qué clase ni en qué puntos, pero dando a entender que reconocerían la «singularidad de Cataluña» y un nuevo pacto fiscal. ¡Menudos izquierdistas son esos, dispuestos a admitir diferencias económicas y sociales entre los españoles! Antes de presentarse como el líder que unirá España, Sánchez, tendría que demostrarnos que lidera un partido que presume de socialista y español pero pacta con los independentistas.
Por último, el PP. Ha sido, una vez más, vapuleado en Cataluña, con aplauso de los mismos que negaban la recuperación económica. Sin que ninguno diga que el objetivo de Rajoy, anunciado una y otra vez, «Cataluña no se separará», se ha cumplido. Eso era lo realmente importante. En efecto, Cataluña no va a separarse. Y no va a separarse porque Rajoy se mantuvo firme ante las demandas secesionistas, porque no les concedió lo que pedían, como hicieron presidentes anteriores, porque se atuvo a la ley, porque sabía que a los nacionalistas no les convencen las razones, sino la realidad que les puso delante, y porque confiaba más en el buen sentido de los catalanes que sus presuntos líderes. A eso, sus enemigos le llaman «inmovilismo». Yo le llamaría sentido de Estado. Nada de extraño que esos enemigos, dentro y fuera de su partido, estén furiosos. El desastre que vaticinaban en Cataluña no ha tenido lugar. Ahora pretenden descabalgarle, unos, para ver si un nuevo gobierno acepta doblar la ley. Otros, para continuar con el diálogo y el chantaje. Alguno incluso, para ver de sustituirle. Ya lo decía aquel gallego fino que era Pío Cabanillas: «¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!».