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Catar, el Mundial que algunos no quieren ver

La Conmebol respalda a Catar como sede del Mundial de Fútbol y pide a los aficionados concentrarse en el deporte. ¿Al hacerlo promociona la indiferencia ante las violaciones a los derechos humanos? ¿Es correcto criticar a Catar, pero ignorar la vieja presencia de los petrodólares en el fútbol mundial?

 

El 2 de diciembre de 2010, un sonriente Joseph Blatter anunciaba sorpresivamente que Catar sería la sede del Mundial de Fútbol 2022. Hoy, 12 años después, un arrepentido Blatter confiesa que fue un error. “Es un país demasiado pequeño. El fútbol y la Copa del Mundo son demasiado grandes para eso”, dijo el expresidente de la FIFA al periódico suizo Tages Anzeiger.

¿Tan grandes como para ignorar el alto precio de Catar? Probablemente sí. No importa cuántas luces se enciendan en la ceremonia inaugural, porque la verdad es que un velo de opacidad ha rodeado desde el primer día a la elección de este país de tres millones de habitantes. La corrupción que tocó de cerca la cúpula de la entidad tras el FIFAgate y la debacle de Blatter y de Michel Platini se mantienen hoy más vivas que nunca, con causas judiciales abiertas y muchas preguntas sin respuestas.

Como es lógico, la FIFA nunca ha bajado los brazos en su respaldo a la sede, e incluso alteró la fecha de competencia para finales de año para evitar las extremas temperaturas del verano catarí. Y ante la proximidad del evento no dudó en emitir un contundente comunicado dirigido a las 32 selecciones para instarles a “concentrarse en el fútbol” porque #NowIsAll. “Por favor, no permitan que el fútbol se vea arrastrado a todas las batallas ideológicas o políticas que existen”, dice la carta firmada por su actual presidente Gianni Infantino. Y en particular la Conmebol, que agrupa a las asociaciones del fútbol sudamericano, dijo que “llegó el momento de dejar atrás las controversias y polémicas, y valorar y disfrutar de una verdadera fiesta ecuménica, esperada con ansias por el planeta entero ¡Que empiece a rodar el balón para llevar alegría y emociones a todo el mundo!”.

Pero esas supuestas “batallas ideológicas y políticas” que parece minimizar la FIFA se pueden enumerar claramente: serios cuestionamientos a los derechos humanos por la falta de respecto a la diversidad y por el trato a las mujeres, restricciones a la libertad de expresión y un polémico sistema laboral sustentado mayormente por inmigrantes. En este último punto, organismos como Amnistía Internacional han denunciado los abusos y explotación de los obreros, mientras la FIFA, sus patrocinadores y las empresas de construcción implicadas “se preparan para obtener ingentes beneficios económicos de la celebración del torneo”.

Bajo el concepto de “Qatar, la Copa Mundial de la vergüenza”, este organismo busca mostrar esa otra cara de la fiesta deportiva con varios testimonios de trabajadores.

 

 

 

En efecto, para huir de la pobreza, migrantes de Nepal, Bangladesh e India pagaron en sus países comisiones de entre 500 y 4.300 dólares a contratistas para que les ayudaran a conseguir empleos en Catar con falsas promesas de salarios. Por ejemplo, les decían que ganarían 300 dólares por mes pero al final recibieron 190 por una sola vez. Así relata a Aministía Internacional Mushfiqur, un jardinero del complejo deportivo Doha Sports City: “El gerente sólo dijo: ‘Me da igual lo que te hayan dicho en Bangladesh. Cobrarás este sueldo y nada más. Si sigues protestando les diré que cancelen tu visado y te manden de vuelta a casa’”.

Aunque algunos medios u organismos han manejado datos sobre las muertes durante la construcción de los estadiosno existe una cifra oficial, pues las estadísticas cataríes no permiten un análisis preciso. Según la FIFA y el Comité de la Copa Mundial de Catar solo tres personas perdieron la vida en relación directa con su trabajo en las obras y otros 37 por casualidad. Sin embargo activistas de derechos humanos han denunciado que el gobierno catarí estaría encubriendo los decesos.

Para el ecuatoriano Fernando Carrión, analista político y deportivo, “la FIFA cerró los ojos respecto a la construcción de los estadios y eso se sigue escondiendo”. Pero más allá de esto se suman otros aspectos, como el trato a las mujeres y la inexistencia de procesos democráticos.

“Catar tiene una economía de enclave en torno al petróleo que le da una cantidad de recursos tan grande que ni siquiera cobra impuestos a sus ciudadanos, por tanto la lógica es que como no aportan, tampoco podrían tener derechos. Lo que ha ocurrido es un proceso que busca legitimar un régimen y la FIFA se ha prestado a eso mediante la corrupción”, explica el experto.

¿Un doble rasero?

Pero no todo es tan en blanco y negro. Si bien es cierto que las críticas se han incrementado en los últimos días ante la proximidad del Mundial, también es importante entender el contexto. Por ejemplo, por el gran peso comercial que va ganando Catar por el petróleo y el gas que vende a Occidente, y por que no está del todo desconectado del fútbol a pesar de carecer de esa tradición. De hecho, un emir catarí es el dueño desde hace 11 años del Paris Saint Germain (PSG), uno de los clubes más famosos del mundo.

Por eso, dice el escritor y periodista argentino Andrés Burgo, resulta hasta demagógico el boicot” al que se está uniendo París con el anuncio de no instalar pantallas gigantes para los aficionados argumentando “razones éticas”.

“El PSG es un equipo de Catar que paga a Neymar, Mbappé y Messi. Es un país que compra casi todo lo que puede, compró un mundial de hecho (…) Y por supuesto que no está bien que se trate de hacer la vista gorda porque sucedieron cosas feas y van a seguir pasando, pero al mismo tiempo… ¿cómo es eso?, ¿vos elegís cuándo te indignás y cuándo no?”, cuestiona Burgo.

Sin embargo, algunos prefieren dejar clara su postura respecto a Catar, como la cantante británica Dua Lipa, quien tiene una gran cantidad de fanáticos en la comunidad LGBT. “Estaré animando a Inglaterra desde lejos. Estoy deseando visitar Catar cuando haya cumplido con todos los derechos humanos que prometió cuando ganó el derecho a albergar el Mundial de Fútbol”. Su pronunciamiento surgió luego de los rumores de que participaría en la ceremonia inaugural.

También se conoció que el músico británico Rod Stewart rechazó, por razones éticas, la oferta de un millón de dólares que le hicieron hace 15 meses. “No es correcto ir”, le dijo a The Sunday Times.

Aunque la mayor sorpresa la dio Shakira al seguir este mismo camino y declinar la invitación de los organizadores. La cantante colombiana que ya participó en Alemania (2006), Sudáfrica (2010) y Brasil (2014) y conocida como la “reina de los mundiales” había recibido una lluvia de críticas tras conocerse que estaría en la ceremonia inaugural de Catar.

Después del Mundial, ¿un nuevo Catar?

En medio de esto, hay una verdad innegable: cualquier país que organice un Mundial se convierte en una vitrina, se expone al escrutinio y eso puede significar una oportunidad —aunque sea mínima— de cambio.

“No quiero ser ingenuo”, dice Burgo, “pero sí un poco optimista porque, si bien es evidente que Catar gana con esta organización, hay varias normas que se flexibilizaron a pedido de la FIFA y me da la impresión que esta apertura al mundo, aunque leve, pueda tal vez traer leyes más justas. Recordemos que hay 70 países del mundo que aún consideran  la homosexualidad como un delito. Es Catar, pero pudo haber sido Arabia Saudita”.

Por su parte, el ecuatoriano Carrión considera que este país va a ganar un posicionamiento importante a nivel mundial debido a la visibilidad tan fuerte que tiene el fútbol más allá de lo estrictamente deportivo. Porque no solo se buscan “razones económicas, sino sobre todo políticas y culturales”.

El reclamo y la presión internacional han empujado algunos avances legales en las condiciones laborales, pero aún el sistema denominado “kafala”, el controversial modelo de empleo señalado por la explotación, no ha mostrado mejoras sustanciales.

A solo unos días de que el pequeño país de Oriente Medio se vuelva el gigante de la atención global, estas controversias parecen perder protagonismo porque el 20 de noviembre, cuando el balón comience a rodar, como siempre el mundo se paralizará.

Pero también queda la esperanza de que al terminar los 90 minutos o el alargue de la final, el fútbol sea más que solo fútbol. Tal vez una oportunidad para entender que alrededor de la pasión y los gritos de gol, también se abren oportunidades para hablar o provocar cambios lejos de casa.

 

 

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