Cayó el Muro del Caribe
Más allá de la imposibilidad de saber cuáles serán las consecuencias definitivas del histórico paso dado por los gobiernos de Cuba y Estados Unidos en el camino de normalizar sus relaciones después de más de medio siglo de conflicto, es ya un hecho que la accidentada historia de ambos países, de la cuenca del Caribe, e incluso de América Latina, está cambiando para siempre.
Están por verse, por supuesto, la dirección, velocidad y características centrales de los cambios que se avizoran y anuncian. Las declaraciones iniciales, no obstante, dan espacio para un cauto optimismo. Es que después de tanto tiempo, lo que prevalecía era un inmovilismo sin sentido, sin cauces de esperanza. Los defensores del embargo ya no tenían ningún argumento para justificar una medida que sólo era útil para el régimen totalitario. Como ha afirmado el presidente Obama: “cincuenta años de aislamiento no han funcionado en Cuba.”
Alan Gross, liberado después de unos duros años de cárcel, que incluso habían puesto en peligro su vida, declaró que “dos desaciertos no equivalen a un acierto. Espero realmente que podamos dejar atrás estas políticas beligerantes.”
Esta victoria del pueblo cubano tiene, eso sí, muchos enemigos: por ejemplo, los gobiernos latinoamericanos gobernados bajo la sombra del socialismo del siglo XXI, en especial el gobierno de Nicolás Maduro, sorprendido sin duda alguna por las secretas conversaciones entre cubanos y norteamericanos. El diálogo que él se ha negado a implementar con la oposición democrática venezolana, lo están comenzado a hacer los dos gobiernos más irreconciliables de América. Los corruptos del gobierno chavista, que seguramente creían poder contar con un refugio seguro en La Habana, ¿adónde irán cuando la democracia retorne a Venezuela? Se están quedando cada día más solos, con un Maduro abrumado por sus desaciertos.
El aislamiento de Cuba sólo ha servido para justificar la represión gubernamental. El embargo ha sido un gran fiasco histórico. Lamentablemente, eso no lo terminan de entender los defensores del sinsentido, los fundamentalistas de siempre. Los abogados de un status quo estéril, que no conducía a nada, y que sólo servía a las fuerzas de la opresión, a los creyentes en una Guerra Fría afortunadamente ya desaparecida del resto del planeta.
¿Cómo queda asimismo esa izquierda latinoamericana, encerrada en sus mitos del siglo pasado, negada a ver la realidad, nostálgica y viuda de la Guerra Fría? Además, ¿qué pasó con su líder máximo, Fidel? En la URSS cualquier cambio era impensable con Stalin vivo; lo mismo en la China de Mao. Pero Raúl Castro, buscando superar el inevitable derrumbe del fracasado modelo comunista, ha tenido que ir contra las posturas inconmovibles de su propio hermano.
Hay que ser, sin embargo, realistas. Ahora comenzarán nuevas tensiones, nuevas luchas para encauzar, limitar o controlar los inevitables cambios. Es por ello necesaria una urgente redefinición del papel de la oposición democrática interna y externa. Pero es de esperar que el fin del viejo y ajado Muro del Caribe ayude al ciudadano cubano común; que le sirva para depender menos del gobierno, a ganar poco a poco en autonomía, en conducción y manejo de las decisiones sobre su vida; a dejar de ser un átomo más y a crecer en ciudadanía. Si algo ha tenido el pueblo cubano es que, más allá de las incertidumbres y desgracias, su gente es fraterna, generosa en la amistad, presta a tender brazos abiertos al mundo. Frente al discurso de la confrontación, está comenzando a imponerse el discurso de la reconciliación.
Queda mucho camino por recorrer, nadie lo puede negar. Se necesita dar el paso de superación de la antipolítica basada en la confrontación y continuar hacia la política del diálogo que permita avances en los caminos de la democracia. El diálogo real nos permite identificarnos más allá de los límites de la política. Sirve para interrogarnos sobre nuestra cultura, nuestras instituciones, nuestros modos de convivencia (o carencia de ellos), nuestras formas de expresión artística, social, nuestra vida económica. Sirve para rescatar a Cuba, entre los escombros, con nuestros muertos, y nuestras heridas históricas, pero de forma serena y segura.
El objetivo es unificar, en libertad y democracia, de nuevo al pueblo cubano. Lo fundamental es que seamos de nuevo un solo pueblo, una sola nación, dispuestos todos a aceptar intereses diversos, pero sobre todo, valores compartidos. No será fruto de la labor de un día, o de un año. Pero es una lucha hermosa, y el 2015 amanecerá con la seguridad de que estamos más cerca de la victoria, y de que la lucha que mantenemos posee, como señalara Albert Camus durante la lucha de su patria contra el yugo nazi, “la certeza de la victoria porque tiene la obstinación de la primavera.”
Queda finalmente solo agradecer a todos los actores de buena voluntad, como Su Santidad el papa Francisco, y el gobierno de Canadá, que facilitaron el logro de estos primeros acuerdos que abren por fin un posible cauce de futuro a la querida patria cubana.
Dado que en ´política cada día es mas y mas cierto que las ideologías extremas suenan a funeral ,nada puede afirmarse respecto de lo que va a significar este acuerdo histórico en la practica , toda vez que aunque las ideologías ya no funcionan como antes,quienes se forjaron bajo su égida siguen viviendo. Lo que si puede escribirse es que este paso es inteligente,no el embargo que jamas surtió efecto ,salvo en contra del pueblo cubano cada día mas flaco ,mientras los gringos siguen engordando y nada tiene de extraño que lo primero que se abra en Cuba sean las ventas de comida chatarra…no sus cárceles….