César Pérez Vivas: El antiparlamento
El parlamento es, en toda sociedad democrática, una institución fundamental de su régimen político. Trátese de una república o de un reino, la representación de la ciudadanía constituye el cuerpo político y legislativo por excelencia, depositario de la soberanía popular y fuente de legitimidad de los poderes de él surgidos. Es una institución antiquísima que ha ido evolucionando desde los tiempos de la antigua Grecia, hasta los modernos congresos o asambleas legislativas del siglo XXI.
Hoy el parlamento constituye la más genuina expresión de la democracia y el foro por excelencia para el debate de los asuntos públicos de interés de una sociedad, bien de origen nacional o internacional.
Cómo su nombre lo indica parlamento deriva de parlamentar, es decir de hablar, debatir, dialogar. Es el sitio donde la palabra se hace discurso, y hecha discurso se transforma en acto legislativo en forma de ley o de acuerdos.
El parlamento es democrático o no es parlamento. Vale decir es el centro de un debate plural donde tienen o deben tener cabida las diversas ideas y visiones de una sociedad. En Venezuela existe un parlamento, definido en la Constitución de la República como Asamblea Nacional. Su estructura orgánico-jurídica y el conjunto de sus atribuciones, comparado con otros parlamentos en la región, y con nuestra propia historia constitucional, resulta extremadamente débil. Llega al punto de permitir que, por un acto legislativo, la institución renuncie a una de sus funciones esenciales como es la de legislar.
Para abundar en su debilidad institucional le han dictado un reglamento que cercena y limita, de forma severa, el derecho de sus integrantes a expresar sus ideas y a participar en los debates políticos y, en los relacionados al proceso de formación de las leyes. Igualmente crea límites, antes que facilitar, la función de control de los demás poderes, y sobre todo del gobierno, propia de un cuerpo de esa dimensión
De modo que el diseño legal del actual parlamento abona a una severa limitación de la naturaleza de una institución de su tradición y significación en la arquitectura institucional del Estado.
Además de las limitaciones estructurales, constitucionales y reglamentarias establecidas, esta Asamblea Nacional de Venezuela tiene una composición y una conducción que la hacen la anti institución. Pero la misma en manos de un personaje, como el psiquiatra Jorge Rodríguez, es la negación de su esencia, es decir con ese ciudadano, investido de la función parlamentaria, ese parlamento es el antiparlamento.
Si usted, amigo lector, tiene dudas de mi tesis, solo tiene que buscar en las redes sociales el evento ocurrido en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional, en funciones, del pasado martes, 21 de mayo del 2024, cuando el ciudadano presidente de la corporación legislativa, Dr. Jorge Rodríguez, entró en cólera por la intervención del diputado Bruno Gallo, con la cual rendía homenaje a las mujeres víctimas de la discriminación y opresión del régimen autoritario de Irán. El mencionado diputado aprovechó la ventana que significaba un proyecto de acuerdo de la cúpula roja, expresando sus condolencias por el trágico fallecimiento, en un accidente aéreo, del presidente de ese país, para recordar que en el mismo se violan derechos humanos fundamentales de las mujeres.
Le reacción del presidente del cuerpo para nada guarda relación con la mesurada y contundente declaración del diputado Gallo. Le produjo indignación el poner de relieve un hecho público, notorio y comunicacional que el mundo conoce.
Rodríguez mostró su talante arbitrario, soberbio y antidemocrático con la forma como ordenó censurar la citada declaración, pero aún más grave, es la clara amenaza que le profiere, que conociendo su modus operandi, no se limita a una de por sí ya gravosa censura en los debates parlamentarios, sino que puede llegar a otros niveles.
En un cuerpo, como la actual Asamblea Nacional, en funciones, en la sede de nuestro Capitolio, donde son contados con los dedos de la mano los integrantes que se atreven a ofrecer un discurso disidente o crítico, la intervención de Bruno Gallo llama la atención y merece nuestro reconocimiento, porque sabemos que allí existe un sistema de intimidación y castigos, no reglamentarios, que hacen que ese cuerpo se parezca más a un cuartel que a un parlamento democrático.
Examine usted, amigo lector, las palabras del diputado citado y la respuesta del presidente de la AN.
Bruno Gallo: “Desde el punto de vista humano, lamentamos la muerte de cualquier persona, sin embargo, yo en este momento quisiera rendir un homenaje solidario a las mujeres que no se tapan la cabeza, a las mujeres que no bajan la mirada, a las mujeres que quieren estudiar, a las mujeres que quieren ser iguales”.
Jorge Rodríguez: “Yo voy a solicitar por groseras, por inoportunas, por inadecuadas, por absolutamente ausentes de solidaridad hacia una tragedia ocurrida a un pueblo hermano que ha sido solidario y generoso y compasivo con Venezuela, que se retire del acta correspondiente la grosera intervención del diputado Bruno Gallo. Y esta junta directiva se reserva tal cual como está establecido en el Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional sanciones correspondientes a los derechos de palabra del citado diputado.”
¿Cuál fue la grosería? ¿Acaso lo afirmado no es un hecho cierto? ¿Cuál es la inoportunidad? ¿Acaso un debate que tiene que ver con ese país, Irán, no es oportunidad suficiente para insistir en la defensa del derecho a la vida y otros derechos derivado de este?¿Cuál insolidaridad? ¿Acaso el fallecimiento de un gobernante es causal para callar los crímenes por él cometidos?
Definitivamente esta cúpula roja, detentadora de todos los poderes del Estado venezolano, muestra a cada rato su talante autoritario, su intolerancia, arrogancia y prepotencia. De ahí la urgencia de desplazarlos, con el voto ciudadano, de todas las instancias del poder público, de modo que nuestra Venezuela vuelva a ser una sociedad que pueda vivir en cada espacio y momento la vida democrática y, deje de ser aliviadero de terroristas y cómplice de las peores dictaduras del planeta.