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Chabacano, la lengua criolla derivada del castellano que hablan los últimos de Filipinas

Nacida durante la colonización española, en Zamboanga y Cavite se sigue hablando una lengua criolla derivada del castellano que se resiste a extinguirse arrollada por el inglés

 

Los más de tres siglos de presencia española en Filipinas dejaron un monumental patrimonio histórico, entre el que destaca la primera universidad de Asia, una fuerte devoción católica, los nombres propios y miles de palabras. Pero, al contrario que en América Latina, no dejaron la lengua, ya que el castellano fue desplazado por el inglés durante las décadas posteriores a la independencia en 1898, sobre todo tras la II Guerra Mundial.

ANTES DE QUE EL INGLÉS LO INUNDARA TODO

En 1940 hablaban español seis de los 17 millones de filipinos. Entonces Se publicaban hasta 40 periódicos y revistas en castellano

Incluso después de la época colonial, el español fue lengua cooficial en Filipinas, junto al tagalo y al inglés, hasta la Constitución de 1987. Durante las primeras décadas del siglo XX, el castellano se empleaba comúnmente en las ciudades, la Administración, los tribunales, la prensa y la literatura, que vivió su edad de oro precisamente durante la ocupación americana. Buena prueba de su implantación es que, incluso años después de la independencia, un monumento a sus héroes erigido en Cavite está en español.

En 1940, cuando eran hispanoparlantes seis de los 17 millones de filipinos que había entonces, se publicaban hasta 40 periódicos y revistas en castellano, pero su progresiva eliminación de los estudios y su sustitución por el inglés lo abocaron a su extinción.

Como último vestigio, lo que sí pervive hoy es una lengua criolla derivada del castellano, llamada chabacano, que se resiste a desaparecer como su hermano mayor. Sus orígenes se remontan al siglo XVII en la base naval de Cavite, cerca de Manila, donde coincidieron los españoles, filipinos y mexicanos que construían los galeones que luego hacían la ruta de las Américas.

Para entenderse entre ellos, se comunicaban mediante una lengua común, el castellano antiguo, que los analfabetos obreros filipinos hablaban a su manera. Por sus frecuentes incorrecciones gramaticales, los españoles lo llamaron de forma despectiva chabacano, pero este dialecto se ha perpetuado con el paso del tiempo y continúa siendo hablado en la península de Zamboanga y de forma más residual en otras partes de Filipinas, como Cebú y Cavite, además de en algunos lugares de Malasia y en la isla de Guam.

Entre sus muchas peculiaridades destacan que no hay género para las formas del plural y singular y todos los sustantivos van precedidas por el artículo ‘el’. Por su parte, los tiempos verbales se construyen con partículas: ‘yo ya come’ (ya he comido), ‘yo ta canta’ (estoy cantando) o ‘yo ai canta’ (cantaré).Mientras la variedad de Zamboanga, en la isla meridional de Mindanao, es la lengua oficial de esta ciudad de un millón de habitantes y se usa en los medios y algunos colegios, se han perdido otras como el ermiteño, que se hablaba en el barrio de la Ermita en Manila.

Clases en las escuelas

En su cuna, la ciudad costera de Cavite, el chabacano está en peligro de extinción y lucha por su supervivencia debido a su gran valor histórico, ya que tiene cuatro siglos de antigüedad y es el único idioma criollo de Filipinas que no pertenece a la familia de las lenguas austronesias. En las últimas elecciones, celebradas en mayo, el concejal Renan Montoya lideró una plataforma que abogaba por incluir las clases de chabacano en las escuelas locales. Elegido en las urnas, está por ver si puede cumplir su promesa.

Para extenderlo entre los jóvenes y que no sea solo un recuerdo de los abuelos, la ONG Chabacano Siempre, regentaba una tienda de recuerdos, pero tuvo que cerrarla en 2020 por la pandemia. Con la vuelta a la normalidad en Filipinas, sus miembros intentan reabrirla y recuperar la enseñanza del chabacano con un libro de texto para los niños. «En realidad es una tesis universitaria, pero creemos que es un material magnífico para promocionar nuestra lengua y estamos buscando ayuda para que se publique», explica a ABC Louie Chin, cofundador de Chabacano Siempre.

 

2012, los profesores Bert Torres y Ali T. Yacub elaboraron en Zamboanga el primer alfabeto y diccionario del chabacano, que recopilaba 3.000 palabras. De ellas, un 60 por ciento se basaban en el castellano y un 40 por ciento en lenguas nativas de Filipinas – PABLO M. DÍEZ

 

En el colegio católico de San José, junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad de Porta Vaga, Ambatte Espina Muncal enseña el chabacano a un grupo de niños. «Puedo hablarlo porque me lo enseñó mi abuela cuando era pequeño. Cuando ella quería contarme algún secreto, lo hacía en chabacano», bromea Ambatte, que tiene 66 años y también se defiende con un poco de castellano. «Cuando yo estaba en la escuela secundaria, teníamos varias asignaturas en español hasta los 18 años», recuerda antes de indicar que, al igual que él, la mayoría de los chabacanoparlantes son «personas mayores». «Pero también tenemos aquí una criatura de cinco años que sabe bien chabacano», explica para referirse a uno de sus alumnos de menor edad.

Imagen - «Cuando mi abuela quería contarme un secreto, lo hacía en chabacano»

«Cuando mi abuela quería contarme un secreto, lo hacía en chabacano», Ambatte Espina Muncal, profesor de chabacano en el colegio católico de San José, en Cavite

Algo más mayor, con 18 años, Roi Christian Francisco Enríquez también lo habla pese a que ya no se estudia en el colegio. «A mí me lo enseñó mi abuela cuando era pequeño y aquí en la casa hablamos chabacano, pero en Cavite ya no se platica tanto como antes», cuenta en el salón de su domicilio.

Rodeado de estatuas y cuadros de la Virgen, nos relata en chabacano ‘El Ienda del Cavite’ (‘La leyenda de Cavite’), escrita por el doctor Ike Escalante: «Un día, chelimá (un par de) muchacho jugaban al tatching (especie de petanca con monedas). Justo en ese momento a pasau un soldao español, que le pregunta al muchacho dónde está eli, cosa del nombre de este lugar. Como el muchacho no saben platicar español, no entienden al soldao y continúan jugando. «Kabit, ¡eh! Kabit, ¡eh!» (Se tocan, se tocan, ¡eh!), dice un muchacho –refiriéndose a las monedas del juego de petanca –, pero pensaba el soldao que ta contestao por eli. Por eso, y hablá eli: «¡Ah, Cavite palá el nombre de este lugar!. El Kavite ya queda así porque no hay letra ‘ka’ en el alfabeto español y el ‘be’ queda ‘uve¡. Por eso, el Kavite ya queda Cavite»».

Además de recitar esta historia y entonar una canción en chabacano que le enseñó su abuela, Roy nos muestra en su tableta el cómic que ha dibujado para un trabajo escolar, titulado ‘Educacion na medio de la pandemia’. Como comprobará el lector, resulta fácil de entender: «Un día, ya despierta yo mu y alegre por casa, di prepara yo para na mi primero día de clase. Pero, por casa tiene ahora Pandemya, el sistema de niso educacion ya quida nuevo», escribe el muchacho para referirse a las clases por internet que se impartieron en Filipinas durante el Covid. «Distance learning, e si el llamando na nuevo sistema de niso educacion», escribe Roi con la ya habitual mezcla con el inglés que suele presentar el chabacano.

Un tiempo que perdura

En Zamboanga, donde se habla el chabacano desde que en 1635 se erigió el Fuerte de San José, rebautizado en 1719 como Real Fortaleza de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, el profesor Bert Torres elaboró hace una década el primer alfabeto de esta lengua y publicó su primer diccionario. Junto al profesor Ali T. Yacub, Torres recopiló 3.000 palabras, de las cuales un 60 por ciento se basaban en el castellano y un 40 por ciento en lenguas nativas. La primera de ellas era la letra A, seguida de la interjección ‘abá’, el término ‘abacá’ (hecho a mano) y el verbo ‘abajá’ (bajar).

 

Una de las páginas de un libro de texto para aprender la lengua criolla chabacano, derivada del castellano. PABLO M. DÍEZ

 

Como pudo comprobar este corresponsal en un viaje a Zamboanga en noviembre de 2013, allí la huella española es imborrable. La Virgen del Pilar, patrona local, corona el altar levantado en uno de los muros de su fortaleza y la ciudad está hermanada con Zaragoza.

En un perfecto castellano aprendido en su familia porque era el idioma de la élite hasta la II Guerra Mundial, la entonces alcaldesa de Zamboanga, María Isabel Climaco Salazar, explicaba que el español y el chabacano habían sido «eclipsados por el inglés, que es más internacional y se estudia desde el jardín de infancia hasta la universidad». Sin ser lengua vehicular, el chabacano se impartía en algunas clases de la guardería y hasta los diez años, pero se aprendía fundamentalmente en la familia.

Con sus préstamos del tagalo y del inglés, el chabacano sigue luchando por su supervivencia. Una lengua que se resiste a desaparecer es como un tiempo que perdura: el de España en Filipinas. Los chabacanoparlantes son los últimos de Filipinas que hablan castellano…o algo parecido.

 

 

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