Charlie tenía que morir
Charlie Gard fue condenado a muerte por orden de un juez contra el criterio de sus padres.
Si el universo no tiene un sentido; y los hombres no somos más que átomos organizados por la mera casualidad, Charlie tiene la misma dignidad que una piedra. La muerte del bebé tiene mucho que ver con el ateismo cultural que impregna Occidente.
‘Lebensunwertes Leben’, vida indigna de ser vivida. Así llamaban en el régimen nacionalsocialista alemán a todos aquellos cuyas minusvalías o sufrimientos hacía aconsejable eliminar.
No tengo que decir que la expresión quedó ocupando un lugar de honor en el museo de la infamia histórica, esa idea de que el Poder decida qué vidas merecen vivirse y cuáles no.
Pero el hombre olvida, y volvemos a las mismas. Charlie Gard tenía que morir. Tras el desafío de sus padres y el revuelo mediático, era imperativo que el niño muriese, y que lo hiciese, además, en un hospicio, ni siquiera en la casa de quienes le dieron la vida.
Había que hacer un ejemplo con el pequeño Charlie, una de esas vidas que nuestros muy democráticos y progresistas poderes han decidido que no merecen vivirse; era necesario dejar claro que la decisión depende del Estado, de los poderes públicos, que los hijos no son de sus padres y que no podemos tener otra lealtad que la que nos impone el Poder.
La muerte en un hospicio del pequeño Charlie coincide con la publicación de una macroencuesta de Gallup de la que se ha hecho eco Actuall, ‘Cuatro de cada diez personas en el mundo se consideran ‘no-religiosas’.
Si Dios no existe, todo está permitido, hace decir Fiodor Dostoyevski a uno de sus personajes en Los Hermanos Karamazov
Por supuesto, se puede ver el vaso medio lleno, pero la tendencia es alarmante: nunca, que se sepa, había sido tan bajo en el planeta el nivel de creencia. Y esto tiene todo que ver con la fría muerte de Charlie o con los disparates de la Teoría de Género.
Si Dios no existe, todo está permitido, hace decir Fiodor Dostoyevski a uno de sus personajes en Los Hermanos Karamazov, y es, a mi juicio, incontestable.
Los ejércitos de Mahoma
Si el universo no tiene un sentido, una finalidad; si es el resultado todo del ciego azar y los hombres no somos más que átomos organizados de un modo concreto por la mera casualidad, Charlie tiene la misma dignidad intrínseca que una piedra. Y usted. Y yo.
Y cuando cualquier opinión vale tanto como cualquier otra, cuando los sistemas éticos son construcciones arbitrarias sin un valor consensuado, el que acaba imponiéndose es el de quien tiene la fuerza para hacerlo, es decir, el Poder.
Un cristiano, sin embargo, puede estar tranquilo a largo plazo. Para él, en un sentido muy real, la Historia ha concluido y Cristo ha vencido, y lo que nos toca por vivir es solo el espacio de la elección personal.
Por otra parte, el viejo refrán de que donde una puerta se cierra, una ventana se abre se ha cumplido a lo largo de la historia desde la Encarnación.
Debió de parecer el apocalipsis cuando los ejércitos de Mahoma se hicieron con las áreas más cristianizadas del viejo Imperio Romano, quedándose con cuatro de los cinco patriarcados de la Iglesia, incluyendo la ciudad donde por primera vez surgió el nombre de ‘cristiano’.
Y, sin embargo, en el momento en que se perdían las orillas sur y este del Mediterráneo, se ganaban para la fe las tribus bárbaras del Norte y nacía la Cristiandad y el concepto de Europa.
Otro terremoto fue la herejía protestante, que abrió una terrible herida en la Iglesia e inició el proceso que desembocaría en el laicismo ilustrado. Pero coincidió con el descubrimiento de un Nuevo Mundo que fue rápidamente evangelizado e incorporado a la grey.
Esta proporción de incrédulos no puede prevalecer. En primer lugar, se debe en muy buena medida a la imposición de regímenes comunistas, confesionalmente ateos, que formaron a varias generaciones en la ‘fe’ en la Nueva Humanidad.
El más férreo ateísmo
De hecho, el país menos religioso de Europa es la República Checa, y el país del mundo con menos creyentes es la enorme China.
En el otro lado, el llamado Mundo Libre, ha sido la prosperidad la que ha debilitado la fe, unida a un incansable esfuerzo de las élites por erradicar a Dios de las conciencias.
En China la presencia cristiana se multiplica a un ritmo que alarma a las autoridades chinas y Rusia está redescubriendo su vieja fe ortodoxa
Pero en China, la aún despreciable presencia cristiana está multiplicándose a un ritmo que alarma a las autoridades chinas, Rusia está redescubriendo su vieja fe ortodoxa y, en general, las generaciones educadas en el más férreo ateísmo mueren para dejar paso a otras que ven en Cristo, como poco, una intrigante opción de vida.
En nuestro mundo, mientras, los menos religiosos tienen menos hijos; la increencia no tiene crecimiento vegetativo, mientras que los más prolíficos tienden a ser las parejas con una fe vivida y practicada.
Estoy convencida de que hemos alcanzado -o estamos alcanzando- la cota máxima de increencia en el mundo, y que la marea está a punto de cambiar. Aunque, desde luego, a los seguidores de una fe que empezó con doce pescadores de un oscuro rincón del Imperio no deben preocuparles los números ni mucho ni poco.