Che Guevara, el fetiche mercantil
Los murales con el rostro del argentino no pueden escapar al deterioro de una realidad que poco se parece a la que él proyectó. (Silvia Corbelle/14ymedio)
«Fue un hombre rodeado de buenos fotógrafos», así describe a Ernesto Guevara un avispado guía de turismo por cuenta propia, que lleva a sus clientes por las calles de Santa Clara. El hombre vive de mostrar el rostro del argentino y de contar sus hiperbólicas hazañas. Este domingo ha tenido buenas ganancias, aprovechando el 87 cumpleaños de quien hace mucho tiempo ha dejado de ser un héroe, para convertirse en un fetiche.
Con el pasar de los años, en esta isla se ha impuesto la rapiña con la imagen del guerrillero y la comercialización de su figura. «Santa Clara, la ciudad de Marta y del Che», dice el lema de la cabecera provincial, aunque Guevara no nació aquí. La capital villaclareña trata de sacarle rédito a las más estrafalarias gangarrias con su nombre y todo el entramado turístico se nutre con algún trozo de su historia.
Canek Sánchez Guevara, músico y escritor fallecido recientemente y nieto del comandante de la revolución cubana, aborrecía camisetas y efigies de su abuelo. «Hay una que unifica su rostro con el de Cristo que es realmente degradante», le contaba a sus amigos.
Desde su muerte en 1967 y cuando el fotógrafo habanero Korda regaló su imagen a un publicista italiano, la industria internacional ha fomentado una pseudo moda rebelde-guevarista. Aunque las camisetas con su rostro abundan en tiendas de todo el mundo, es en Cuba donde se ha lucrado más con esa imagen de boina y chamarra. Al igual que en otros excesos tan característicos de nuestra idiosincracia, en esto también se nos ha ido la mano.
“Aquí en esta urbe se pueden encontrar casi todas las formas de recordarlo que le hubieran molestado”
En Santa Clara hay hasta una Casa del Mate, hogar de un historiador que colecciona esos aditamentos tradicionales argentinos para consumir el brebaje extraído de la hierba de igual nombre. «Comencé con los primeros mates y, cuando tuve muchos, los coloqué decorativamente, luego puse la imagen de Che Guevara en la puerta», cuenta el hombre, que hizo un negocio redondo a partir de ese momento. «Mi objetivo es coleccionarlos y que la gente venga a ver la muestra y a consumir la yerba», explica así su estrategia publicitaria.
«Cuba comercializa al Che», comenta un turista espabilado. Desde boinas, hasta malas canciones, camisetas alegóricas, bolsas, malos cuadros pintados al óleo y ceniceros donde el tabaco se apaga justo contra ese rostro de mirada mayestática. Todos quieren sacarle partido al argentino. Desde instituciones del Gobierno y artistas hasta jineteros o ancianos que cambian billetes de tres pesos con su imagen por un peso convertible. Che Guevara se ha convertido en una moneda de cambio.
«Santa Clara basa su turismo en los restos del guerrillero», ironiza el guía de turismo. «Aquí en esta urbe se pueden encontrar casi todas las formas de recordarlo que le hubieran molestado».
Otro de sus nietos organiza en su nombre giras en motos por la Isla, nada menos que en Harley-Davidson. «En memoria del viaje por Latinoamérica en La Ponderosa», explica a los clientes interesados. Aunque todos saben que aquel histórico periplo «lo hizo en una Norton 500», recuerda socarronamente un mecánico que tiene su taller a pocos metros del complejo escultórico donde la propaganda oficial asegura que se encuentran los restos del político junto a 29 de sus compañeros.
En Santa Clara su imagen pulula en los locales de Artex como un producto de factura provincial. «No se vende el mito, se recauda con la imagen» asegura un lugareño, harto ya de tropezarse con esa mirada por todos lados.
Vallas, paredes, muros, muestran frases y dibujos que a veces no concuerdan con su rostro o ni fueron pronunciadas por él
Frente al monumento al tren blindado, un quiosco rebosa camisetas, boinas y postales. Un kilómetro más adelante, otra estatua del guerrillero se erige frente a la sede del Comité Provincial del Partido. Allí reciben muchos extranjeros, que con frecuencia colocan ramos de flores a los pies de la escultura, «porque así dice la guía turística», asegura un canadiense con pinta de seguir a pie juntillas todo lo que dicen esos libros de viaje.
Otra línea de rapiña, menos recaudadora pero igual de mezquina, es el uso de la imagen de Guevara con fines ideológicos. Vallas, paredes, muros, muestran frases y dibujos que a veces no concuerdan con su rostro o ni siquiera fueron pronunciadas por él, pero el fin es demostrar que se cree en su mito y su ideario.
Al Che no sólo se le usa en plan exhibición revolucionaria, sino también para esconder algunas cosas. Como en el mausoleo santaclareño, donde una valla gigante frente al monumento evita que los extranjeros vean la marginalidad del barrio que rodea la Plaza de la Revolución. Hacia allí se dirigen los ojos de la escultura principal; así que, como reza un dicho popular, «en Santa Clara, el Che mira a los pobres».