China vuelve a tener emperador
Un poster del líder comunista Mao Zedong junto a uno del presidente chino, Xi Jinping, en un mercado de Beijing. GREG BAKER AFP
La modificación de la Constitución que permitiría al presidente Xi Jinping perpetuarse en el poder es, según los editorialistas, un retroceso sin precedentes y un desafío a Occidente
China está entrando en una nueva era. La del emperador Xi. Los editoriales de la prensa internacional ven con temor la posibilidad de tener a un presidente de por vida al mando de la primera potencia económica mundial. Sin embargo, no sorprende la ambición del presidente y primer secretario del gobernante Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping, cuyo «Pensamiento sobre Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era» fue inscrita en la Constitución al igual que la del fundador de la República Popular, Mao Zedong.
Apenas nombrado en 2013, su campaña anticorrupción, caracterizada por la detención de sus principales rivales políticos, había dado el tono. Su decisión de no presentar sucesor, el pasado otoño, durante el XIX Congreso del PCCh, rompiendo con la regla tácita de la formación política, sonó como un aviso más del afán del líder chino por concentrar siempre más poder. La proposición del PCCh de suprimir el límite de dos mandatos consecutivos establecido por la Constitución de 1949 —el segundo mandato de Xi terminará en 2023— para «garantizar la estabilidad del país» es, según los analistas, el punto culminante de la estrategia del mandatario. Una medida que, si es aprobada como todo lo indica por la Asamblea Nacional Popular el próximo 4 de marzo, no solo constituye un retroceso sin precedentes en la China post Mao, sino también una amenaza para Occidente y en particular para Estados Unidos, su principal rival en la escena internacional.
Mientras el diario pekinés Global Times, afín al Gobierno chino, hace suya la argumentación oficial y percibe las críticas de los medios occidentales como una enésima expresión del deseo occidental de ver a China derrotada, la gran mayoría de los comentaristas de la prensa internacional coincide en calificar el giro dado por Xi de “dictatorial”. La maniobra del líder chino “aniquila cuatro decenios de un equilibrio delicado entre el poder del Estado chino y el país” escribe en su editorial Financial Times, mientras The New York Times la califica de “experimento dictatorial”. “Seguir llamándola República, y además Popular, será difícil”, analiza en su columna Angelo Aquaro de La Repubblica.
The Guardian considera que la proposición del PCCh es una derrota para las élites que sobrevivieron a la “desastrosa era maoísta” —entre las cuales figura el padre de Xi Jinping— ya que juraron impedir el surgimiento de otro hombre fuerte y buscaron colectivizar e institucionalizar la política con medidas que limitaran la permanencia en el poder. “Parece que sus sucesores no anticiparon la rapidez y la fuerza de la consolidación del poder de Xi”, zanja el diario. En su intento de volver a una dictadura personalista, que no se había visto en China desde Mao, el presidente está “construyendo un modelo de totalitarismo del siglo XXI para venderlo al resto del mundo”, advierte The Washington Post. Una nueva versión del totalitarismo sustentada en las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial en la que el régimen está invirtiendo masivamente. “Cada ciudadano tendrá un ‘crédito social’, cuyos puntos irán bajando según cometa actos reprensibles que las autoridades detectarán gracias a un arsenal de cyber vigilancia con cameras dotadas de reconocimiento facial”, pronostica.
Ese modelo alternativo a la democracia occidental que, asegura The New York Times, ya adoptaron países como Ruanda, Camboya o Tailandia, representa una amenaza mucho más grande para “el orden liberal” que la del Kremlin. Para Evan Osnos, columnista de The New Yorker, Putin utiliza en materia diplomática y bélica, “principalmente las armas de los débiles. Su arsenal (hackers, milicias en Ucrania, obstruccionismo en las Naciones Unidas) es el de un poder en declive. El poder de Xi es el de una fuerza ascendiente”, recalca el periodista. Por lo tanto, su arsenal económico y militar convierte a China en el mayor desafío al que se enfrenta EE UU y Occidente desde el fin de la Guerra Fría. El italiano Angelo Aquaro recuerda que la China de Xi, que en el último foro de Davos se presentó “como la campeona de la globalización en oposición al proteccionismo de Donald Trump”, y cuyo presupuesto militar aumenta anualmente de un 6-7%, está a punto de igualar el poder de fuego estadounidense. También crece la presencia militar de la República Popular, recalca The New York Times, refiriéndose al creciente número de bases militares chinas en el Pacífico Oeste y en África.
“Los dirigente occidentales deberían darse cuenta de que China no tiene ninguna intención de integrar un mundo creado bajo la Pax Americana”, advierte Financial Times. El país más poblado del mundo quiere establecer sus propias reglas y promover una filosofía de desarrollo distinta, como lo demuestra el programa de Nueva Ruta de la Seda caracterizado por millonarias inversiones en infraestructuras para conectar el país con Eurasia (y que concierne más de 80 países).
La respuesta al desafío chino, y a la guerra comercial que se anuncia, tendrá que basarse en una estrategia coherente que privilegie los intereses fundamentales como la reciprocidad en las inversiones transfronterizas, la protección de los derechos de propiedad intelectual y la defensa de sistemas políticos estadounidenses y europeos, preconiza Financial Times. Aunque la defensa del orden liberal difícilmente podrá contar con los EE UU de Donald Trump.