“La vida humana representa, la mayor parte de las veces, una ecuación entre el pasado y el futuro.” José Ingenieros
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Un lector ocasional me reprochaba pensar y escribir sobre otra cosa distinta a la salida de Maduro y le respondí que no solo había que referirse a eso, lo cual hago regularmente, por cierto, sino también, a cómo superaríamos los efectos perniciosos del “chavomadurismomilitarismo” y su filosofía administrativa que nos arruinaron y nos siguen hundiendo en el mar de los fracasos.
Al pensar en lo que fuimos o hicimos y, lo que pudimos ser y hacer, en estas últimas décadas, como nación digo, me asombro de nuestro pendular entre la torpeza y la estupidez.
Entre los yerros que nos encallaron y que aún nos hacen zozobrar, es menester resaltar el más grande quizá; hacer de PDVSA una caja a la que se le metió la mano no solo para financiar el desorden, la demagogia, el dispendio concupiscente, sino para escapar de los naturales controles propios de un estado regido y sometido al derecho.
El paralelismo que talló Chávez en su afán de gastar a placer y a capricho, financiar las misiones, el saqueo impúdico de las arcas de la empresa, fueron los polvos que nos trajeron hasta estas arenas movedizas en que ahora yacemos paralizados e incapaces de hacer lo conducente para superar la crisis.
El Fonden fue denunciado como inconstitucional, ilegal y disparatado ante el Ministerio Público en escrito que presentamos Jesús Rangel Rachadell y yo mismo, sin que se examinara o se hiciera al menos una investigación y, por esa vena, se nos fueron decenas de miles de millones de dólares sin ningún control.
Empero, cabe un señalamiento que es solo una confirmación de lo dicho en el párrafo anterior, es no obstante inaudito que vuelva a repetirse el robo de la empresa petrolera sin que la dirección de las finanzas del país se percate sino cuando ya es irreparable. Es imperdonable el descuido por decir lo menos de la vicepresidente Delcy Rodríguez, del presidente de PDVSA Asdrúbal Chávez y peor aún, la desidia del Contralor General de la República.
El desastre que nos empobreció no solo como pueblo sino como país se pudo evitar si se hubiera controlado el ejercicio de los poderes públicos, pero ni la sociedad, ni el Estado, ni los electores pensaron o actuaron, como era de rigor constitucional y legal.
Esa falencia estratégica, es propia y está claro de los autoritarismos y de los populismos que no solo eligen y respaldan al candidato carismático, sino que le delegan la soberanía. Cuidado con enamorarse del aspirante a dirigir el país; hay que evaluar si es quien haría lo que hay que hacer en toda su complejidad.
Regreso sin embargo al objeto liminar de estas cavilaciones. El legado “chavomaduristamilitarista” es una economía estanflacionaria que ha de abordarse con imaginación y creatividad de un lado y, del otro, el liderazgo consistente de aquel que resulte electo para conducir ese cambio indispensable, crucial, vital.
Negociar la deuda y conseguir recursos para la reanimación del postrado aparato productivo nacional no será fácil y aunque se puede abrir, de par en par, las puertas a la inversión extranjera en los campos de petróleo, minería y turismo, por citar lo más protuberante, ganar y ofrecer confianza será una tarea de proporciones titánicas.
Crear empleos no es un acto de magia, domeñar la inflación que para gastar el mismo estado ha creado, estructurándose como política el déficit fiscal, exige una reeducación del sistema todo de administración financiera pública.
Coexisten varias monedas o divisas en esa economía que reúne a formas y maneras diversas, desigualitarias, y esa es otra faena para ofrecer, en el camino de la recuperación de la salud económica de un país.
Lo apremiante en ese paisaje más que dramático es la gente, esa que entendería que el cambio lo alcanza, lo pone en la agenda más allá que la bolsa Clap y los bonos que edulcoran su miseria. Interrogantes y expectativas calentarán el cada día desde el primer día. ¿Y la pobreza que nos descompone a todos? ¿Y los salarios más bajos del continente y tal vez del mundo? ¿Y los servicios públicos de agua, electricidad, gas doméstico? ¿Y el transporte?
¿Y la planta física de los centros de salud, de los colegios y liceos, de las universidades? Podría seguir enumerando las carencias y debilidades que nos deja el deletéreo pasaje de una revolución que malogró al antes bendito Estado venezolano que tenía mucho de todo y por lo que no tenía, se lanzó por un barranco demagógico, antipolítico y populista.
Empero, hay que comenzar por el comienzo, cambiar las cosas supone querer y saber hacerlo. Cualquiera no es quién.
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@gmail.com, @nelson_chitty