Chitty La Roche: De la inmarcesible flor de todos los fracasos
“El trayecto que va desde los trabajos iniciales de los niveles de comprensión del tiempo histórico, hasta los estudios acerca del desarrollo de la conciencia histórica, también marca una preocupación cada vez mayor de cómo una determinada concepción de la temporalidad influye en la educación para la ciudadanía. De hecho, como defiende Freire (1978, 1979), la conciencia ciudadana crítica se forma a partir de una conciencia histórica-temporal. Comprender el tiempo histórico desde una perspectiva crítica y multicultural es una parte imprescindible para formarnos como personas y como ciudadanía democrática.” Antoni Santisteban Fernández (Del tiempo histórico a la conciencia histórica: cambios en la enseñanza y el aprendizaje de la historia en los últimos 25 años, Diálogo andino, núm. 53, pp. 87-99, 2017)
¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos? Cada vez se hace más difícil responder las preguntas propias del análisis estratégico. Cada vez resulta más compleja la dinámica perceptiva y fenomenológica. Cada vez se hace más distante la consideración del momento que vivimos, entre lo que es común a las comunidades y, a cada uno de los individuos que la componen.
Definir el tiempo histórico ya es, de por sí, una ecuación complicada. Va mucho más allá de los denominados conceptos de la temporalidad que, por cierto, nos indica la doctrina arriba citada, son básicos en la formación del pensamiento, la maduración de la personalidad inclusive.
Empero, mi breve reflexión apunta a destacar el proceso metabólico que se va cumpliendo en la Venezuela actual, desde la perspectiva que originan las llamadas narrativas que sirven de presentación racional de lo que ha pasado y de lo que, a partir de esa experiencia, hay que fijar como objetivos y propósitos.
Conversé con mi apreciado fratello y denso interlocutor, Doctor en Ciencias de la Educación, profesor Freddy Millán Borges sobre el tema y nos llamó la atención la forma cómo interpretaron los docentes y universitarios la puja sobre el pago prorrogado del bono vacacional y las distintas reacciones que se encaraban al respecto.
Extraño, luego de que le dejaron hacer en marzo de este año, al gobierno y a sus secuaces encubiertos, el despojo grosero de los distintos componentes del trato salarial por la gente de Onapre, pero, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, se oía decir en casa.
El escenario político es antes y fundamentalmente social. Un régimen que se ha permitido no solo todos los fracasos sino todos los abusos, se lanzó a otro más, confiado en la mansedumbre ostensible del otrora crítico pueblo venezolano, o tal vez en la desciudadanización, el daño antropológico, en la medrosa secuencia que desde 2017 exhibe y lo puso a prueba, pero, esta vez, rezongó, resolló, renegó, imprecó, aunque fue suficiente para que el alto gobierno ofreciera pagar y lo más lamentable fue que, la masa victimizada, cesó su ademan protestatario, sin reclamar como podía y debía, lo que era justo y elemental; el desvalijamiento, robo, saqueo que cometió la Onapre, el primer trimestre del año.
¿Por qué vociferó el mundo magisterial esta vez? Y me preguntaba yo si podría vislumbrarse un movimiento, un gesto, una reacción más consistente del humilde, del fraterno, del modesto, del generoso contingente que se hace cargo de la educación de los vástagos de la patria, mismos que han sido desconocidos, maltratados, irrespetados, agredidos, expoliados a mansalva por los ideologizados ineptos que se nos encimaron, en una mala hora de nuestra historia.
Una cita de Koselleck será útil en la consideración temática, “Nuestro concepto moderno de historia ha producido resultados previos para las determinaciones específicamente temporales de la historia como progreso y retroceso, aceleración y retardamiento. Gracias al concepto de “historia en y para sí”, el ámbito moderno de la experiencia fue investigado como moderno en diversos aspectos: se articuló como plurale tantum que abarca la interdependencia de los acontecimientos y la intersubjetividad de los cursos de acción. Indica la convergencia de Historie e historia, en la que está comprendido lo relevante desde el punto de vista trascendental y de la filosofía de la historia. Finalmente, esa expresión registra el paso de la historia universal concebida como suma de partes, a la historia del mundo pensada como sistema, con que se hizo cargo conceptualmente de la carencia de teoría de la historia y la remitió al mundo entero como campo de acción. (Citado por Marcela Uribe, “Tiempo histórico y representación en la Histórica de Reinhart Koselleck”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 43.1 (2016): 347-373.)
La historia es también y sobre todo, de cada cual. La una esperaba esos centavitos para un tratamiento de su madre; el otro, necesitaba la platica para hacerle reparaciones al carrito que yace parado y él y su familia semiconfinados. Aquel adujo que con esos cobres y lo de su mujer, también licenciada en educación, equiparía a sus muchachos para el año que comienza; uniformes, útiles escolares, zapatos y/o para pagar una operación para su hermano que yacía desde hace años ahorrando para evitar la amputación y salvar su pierna.
En el escenario de la pobreza extrema en que vive la gruesa mayoría de los funcionarios públicos coterráneos todos tienen una herida que suturar, un friso, una tubería, un tumor que extirpar y la suma de tantos, suscitó un encuentro ciudadano; leve, rápido, formal pero, hacía tiempo que cada cual no se miraba con su otro yo y con algunos de ese colectivo comunitario del cual también forma parte y supo del dolor, la pena, la vergüenza que los aflige, en la triste cuasi unanimidad que lo ultraja y lo desnuda, lo aísla cada día, más aún cuando tiene que resolver de todas, todas.
Y la camarilla lo sabe bien; pero, con el cinismo unido a su empalagosa mediocridad, la caterva por boca de una penosamente célebre ministro, sugerían que se buscaran otro trabajo los maestros, fueran al conuco, cuidaran un sembradío o hicieran de trabajadoras de limpieza las docentes, para que mejoraran sus ingresos…
La narrativa del hegemón es un discurso que se pretende afanoso para referirse al pasado que deforma e instrumenta y haciéndolo, administra a su conveniencia, el natural después que no permite fraguar. ¿Es ese el tiempo histórico? A todo evento luce la base de la hegemonía patológica que aún sostiene este tinglado de facinerosos.
Empero también vemos aparecer la versión del cálculo, que sopesa lo que hay que decir para incidir, influir, persuadir para también mantenerse como opción o posibilidad. ¿Es ese el actor democrático o el simulador, el gatopardo de Di Lampedusa, que está en el trasfondo, amenazante, mimetizante?
¿Algunas otras narrativas, se quedan en el camino y no dicen más que lo que les pasa a diario? Podan los jardines del bajo psiquismo y orientados con la mentira y la posverdad, marchan hacia otras latitudes distintas de aquellas que una sana racionalidad advertiría. Renuncian a toda trascendencia, a todo porvenir, a hacer historia y existir como historia.
Quedan quienes, sin embargo, deciden militar en la verdad. En la realidad. En la vida que es siempre lucha, como nos enseñó San Agustín, y a ellos, debe apuntarse con la fe, la caridad y la esperanza. Allí empieza el cambio y se descartan las fantasmagóricas formas de continuidad.
La narrativa ciudadana con genuino sentido histórico debe ser capaz de glosar el pasado con sinceridad y enganchar, acoplar con las expectativas, las derivaciones de un pensamiento libre que se acuerda un porvenir. Para ello debe -y hay que repetirlo- edificar en comunidad. Se trata de armar un mundo distinto, y lo común de ese mundo radicará en lo diferente de toda su gente. Un discurso de todos, pensando en todos, y del cual somos todos destinatarios y responsables.
Decretar un tiempo de responsabilidad supone de firmeza y de acciones. Una conducta que resulte suficientemente rebelde para que evidencie que no nos postramos, ni nos rendimos ante la propuesta totalizante del pseudo ideologismo que nos oprime. Hay que seguir siendo a toda costa libre y digno.
Hace poco y para abundar, pero con pertinencia, el secretario general de la OEA dio un giro en su discurso y deje entrever que para Venezuela la cohabitación era una opción. El hegemón no tiene sino que agradecérselo, pero, la intención del que ha sido un verdadero y consecuente amigo de nuestra democracia exige precisiones insoslayables que una brillante politólogo, la criolla Paola Bautista de Alemán, expuso en un antológico ensayo publicado en La Gran Aldea el pasado 11 del mes que corre y que, al no poder reproducirlo como me habría gustado, me reduciré a parafrasearla muy a mi pesar y lo digo francamente.
Aclaró conceptos y con calidad, clase y dominio lingüístico, la mencionada politóloga, explicó que es menester apreciar y asumir que cohabitar como propuso Almagro no es aceptable para quienes no recibieron un elemental trato respetuoso y dignificante sino todo lo contrario.
Acaso se puede hablar de coexistir, pero, resistiendo como un ejercicio de libertad y ciudadanía que se les ha opuesto y lo sigue haciendo, pagando el costo impagable de morir y ser torturados, vejados, humillados, violados, desollados y privados injustamente de su libertad en suma y de aspectos centrales de su ciudadanía; hasta que debieron abandonar su patria para no perder la vida algunos, entre muchos otros criminalizados y perseguidos a los que se les aplicó y aplica, una suerte de derecho penal del enemigo.
La narrativa de la verdad sobre lo que ha pasado ya es valiente, pero, la historia que nos concierne realmente radica, como lo mencioné antes, en mantener izadas nuestras banderas. En sostenerse, como debe hacerlo la persona humana y en existir en sí y en la humanidad a la que pertenecemos y nos debemos.
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail-com, @nchittylaroche