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Chitty La Roche: De un candidato, un programa, un gobierno ciudadano

 

“ Les Représentants du Peuple Français, constitués en Assemblée nationale, considérant que l’ignorance, l’oubli ou le mépris des droits de l’homme, sont les seules causes des malheurs publics et de la corruption des gouvernements, ont résolu d’exposer, dans une déclaration solennelle, les droits naturels, inaliénables et sacrés de l’homme, afin que cette déclaration, constamment présente à tous les membres du corps social, leur rappelle sans cesse leurs droits et leurs devoirs ; afin que les actes du Pouvoir législatif et ceux du Pouvoir exécutif, pouvant être à chaque instant comparés avec le but de toute institution politique, en soient plus respectés ; afin que les réclamations des citoyens, fondées désormais sur des principes simples et incontestables, tournent toujours au maintien de la Constitution et au bonheur de tous. – En conséquence, l’Assemblée nationale reconnaît et déclare, en présence et sous les auspices de l’Être Suprême, les droits suivants de l’Homme et du Citoyen. » Encabezamiento de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano Paris, 1791.

 

He navegado en ocasiones, por utilizar el símil, contra la corriente y, pienso que procede hacerlo nuevamente. No creo que la hegemonía chavista, pueda ser sometida, vencida, superada, electoralmente, basando la disidencia contendiente sus esfuerzos, en el desvencijado, desprestigiado, descolorido establecimiento partidista que, guía del lado “opositor”, el denominado G4.

Recordemos que, además, el fraude revolucionario usurpador, asaltó la institucionalidad y la legalidad partidista, para secuestrarla y colocar al frente de los entonces y mediatizados cascarones, gente que no la representan ni remotamente. Allí están partidos y rivales del régimen, cual mamelucos de los osmanlíes castrocubanoides, los arácnidos que el país bien conoce y viene padeciendo.

Vistas así las cosas, se entiende la notable frialdad conque la población ha recibido los anuncios de primarias para escoger entre aquellos que, por cierto, en las mismas encuestas aparecen señalados como candidatos o presidenciables y resultan largamente resaltados por los guarismos negativos del rechazo; mucho pero mucho más que la aprobación de sus personalidades políticas y a pesar de esa contundente evidencia, parecieran apreciarlos, los citados partidos y sus dirigentes, como lo único que hay.

Si hacemos la misma política me viene al espíritu como un latido de advertencia, una conclusión: obtendremos los mismos resultados. En otras palabras, si ofrecemos el mismo discurso, similar mensaje, y las ya conocidas maneras, nuevamente la abstención y la antipolítica producirán una derrota.

Es menester asumirlo primeramente así; es como si en paralelo pudiera creérsele a los que solo han mentido y manipulado todo. Los que nos metieron en la crisis más profunda de nuestra historia, no son los que nos van a sacar de ella. Más claro imposible.

Se trata de entender el asunto en su verdadera complejidad. Es menester y lo vengo humildemente pero insistentemente repitiendo. Hay que producir una política distinta para lograr liberarnos de esta hegemonía demoníaca. Hay que exorcizar al cuerpo político para que acabe de percatarse de una irrefragable constatación; solo nosotros mismos podemos salvarnos a nosotros y con la ayuda de Dios como sostén y aliento espiritual.

Empero, cabe y debe hacerse una afirmación irrefragable, vivimos una crisis política como derivación de una falente representación y la nulificación ciudadana que alcanza, además, una desconfianza creciente hacia el liderazgo y peor aún, hacia la política como acción social que procura el abordaje de la conflictividad y la gestión de los asuntos comunes.

No obstante, aunque pueda parecer un grito en el desierto, un reclamo ante sordos oídos, reitero mi demanda de coherencia, congruencia y consistencia en el mensaje necesario y en las acciones concomitantes. Ir al pueblo para encontrarlo, sensibilizarlo, ganarlo para que ejerza su soberanía y no deje sus decisiones en quienes no los tienen en agenda y solo le informarán si acaso, de sus escogencias y providencias, carentes de la legitimidad que es menester exhibir, si deseamos y comprendemos al hacerlo que, el cambio es profundo y definitivo.

Lo que hay que hacer para lograr ese cambio existencial del venezolano tiene que precisarse con los venezolanos. Un programa de gobierno y un gobierno de los compatriotas de más capacidad y honradez disponible. Ya nos enseño Mario Briceño Iragorry que los mejores nunca pueden y mencionarlo cabría nuevamente como ironía, pero, de eso se trataría.

Un plan de gobierno encargado a las academias y a las universidades, a la organización de la sociedad civil dispuesta a regenerarse, luego de estar casi abatida por la conducta del deletéreo hegemón psuvista. A los empresarios, maestros, dirigentes trabajadores, a las iglesias de todos los cultos, a los conductores de la sociedad toda, en suma.

Debe buscarse un candidato ciudadano con interés en la cosa pública. Comprometido únicamente con el país, su gente, sus miedos, sus sufrimientos, sus expectativas para gobernar con ellos. Ese liderazgo debe ser probado, formado, experimentado y capaz de inventar un porvenir que hoy no tenemos y nos hace una falta dolorosa.

Sin esa ilusión de patria próspera, sin trabajo, movilidad social y progreso, cunde la desesperanza y el desarraigo y, continúa la hemorragia ciudadana que se expone al infierno, con tal de hacerse de una promesa de vida sustentable en el esfuerzo propio y en la estabilidad.

Avergüenzan los relatos del Darién panameño, pero, son explicables en la desesperación de una revolución que solo construye fracasos, dice mentiras, acalla las críticas criminalizando a la ciudadanía y no puede, no sabe y no quiere hacerlo distinto; solo medrar y gozar de su garra en el poder, en medio además, de la más empalagosa mediocridad.

Luego, debe hacerse un genuino esfuerzo de limpiar el país de los hábitos y usos de la corrupción que se han cotidianizado porque no es posible superar el escollo de otra manera. Reformar y transformar para educar la institucionalidad que hoy está vaciada de sus virtudes y a la merced de la venalidad, la prevaricación, la intrascendencia.

Sin el regreso del ciudadano no habrá frutos a recoger y para sembrar y acopiar lo que necesitamos, hemos de entenderlo primero y asumirlo para concretarlo después y, queda poco tiempo para lograrlo.

Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche

 

 

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